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Carta A Nacho Mendoza: ¿Qué Otro Discurso Quisiera Escuchar?

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Yo no conocía el poder de las cartas, hasta que le escribí por primera vez una a Luis Chataing, la leyó y compartió. Luego le escribí a Gaby Espino y resultó que también la leyó, la respondió para sus fans y con esa me dejó. La de mayor éxito fue la que le escribí a Laureano Márquez, quien también la leyó y compartió. Posterior a eso, le escribí a Lorenzo Mendoza, no sé si él la leyó, pero mucha gente sí lo hizo. Por último, le escribí a Henry Ramos Allup y si la leyó, no contestó, puedo suponer por qué.

Nacho -y me permito la confianza porque somos chamos de la misma edad- yo escribo estas cartas porque tengo una pasión: promover las ideas de libertad. Quizás la intensidad con la que yo vivo esta pasión, es la misma con la que tú vives la tuya por la música, así que puede que -para empezar- tengamos esto en común.

Te escribo desde muy cerca y -aunque quisiera que fuese desde Venezuela- no lo es. Yo pasé tres años de mi vida tomando la decisión de emigrar, hasta que por fin me vine a Miami. A ti te acusan de “estar más afuera que adentro” -lo cual también es otra forma de emigrar- así que aquí va: otra cosa en común, aunque en muy diferentes condiciones. No cabe duda que los dos -y otro millón de venezolanos más- salimos a buscar en otro país, la vida que no nos han dejado tener en el nuestro.

¿Quiénes no nos han dejado? -y mi respuesta quizás sea algo que también tenemos en común, sin incluir la última parte- La lista es bien grande, pero van desde Hugo Chávez, pasando por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y arropando también a unos cuantos políticos “de oposición”. Yo los resumo por su filosofía de vida: los socialistas; la izquierda venezolana.

Yo vi tu discurso en la Asamblea -así como mucha gente-. Y digo “lo vi” porque he de confesar que lo cerré cuando te escuché decir “pseudo socialismo”. Lo cerré porque yo sé que el “pseudo socialismo” -según tus palabras- implica que hay un “socialismo bueno”, y esto se sigue repitiendo década tras década mientras ese “modelito” sigue empobreciendo y matando a más personas en el mundo, que cualquier guerra que haya vivido la humanidad. Pero un amigo me sugirió: “termina de ver esa vaina”, y lo hice.

Me imagino que muchos venezolanos pensaron lo mismo: “¡Rayos! Esto no se veía desde que la Asamblea cayó en manos de ese cáncer llamado Chavismo”. Ver a un chamo dando un discurso en la Asamblea me hizo creer que mañana podría ser un amigo, un familiar o hasta yo; ¡Qué alegría!

Aplaudí cuando dijiste: “Ellos tienen pent-houses en Brickell, usan zapatos de 1500$. Ellos saben que yo sé quiénes son”, aunque aquí hubiese preferido que dijeses los nombres, porque cuando la verdad se cubre con lo “políticamente correcto”, el que coloca la tapa se hace cómplice. A Venezuela le hace falta más de eso, desenmascarar a los mentirosos, a los bandidos, a los corruptos; porque el manto que arropa todos los problemas de Venezuela es precisamente la impunidad, y si uno guarda silencio, ellos ganan.

Pero más me emocioné cuando dijiste: “Yo lo sé porque yo también uso esos zapatos, pero a diferencia de ellos yo me lo gané cantando”. Y me emocioné porque pensé que -a partir de ese momento- venía un discurso para reivindicar el orgullo individual, el hambre de más que nos caracteriza a los jóvenes; esa sana ambición que estupideces socialistas como “el bien común”, “hay que sacrificarse” y “los intereses individuales no pueden estar por encima de los intereses de todos” han destruido poco a poco, no solo en Venezuela sino a nivel mundial.

Ese discurso es el que hace falta. Esas palabras que se sienten como espaldarazos para el que se atreve a emprender en lugar de hacerse burócrata, para el que monta un negocio en lugar de tratar de ganar una alcaldía y enriquecerse con poder político; un grito de ¡Ánimo, que eso es lo correcto! para el que pone toda su vida, sus recursos económicos y se arriesga apostando al libre comercio, en lugar de ir a hacer lobby en organismos públicos para que le den una porción del mercado, gracias a favores gubernamentales.

Ese discurso rebelde del chamo que se dice a sí mismo que nadie tiene por qué permitirle nada, que él lo conseguirá todo por sus propios medios sin tener que aplastar a otros. Palabras de aliento en favor de lo que en realidad necesita la juventud, que no es “democracia”, ni “políticos buenos”, ni un supuesto “socialismo verdadero como el de Canadá y Suecia”. Lo que la juventud necesita es libertad, porque la juventud no es nada sin ella.

¿Libertad para qué? Para llegar tan lejos como quieran. Libertad para que ningún funcionario tenga la potestad de anularle el pasaporte para que no pueda salir del país. Libertad para decir lo que quiera sin ser encerrado en celdas de 2×3 en un sótano. Libertad para poner el precio que quiera a su trabajo, a su esfuerzo, a lo que su ingenio produzca y que sea el mercado el único que juzgue si lo quiere pagar o no.

Libertad para comprar y transar en la moneda de su preferencia sin más limitaciones que su propio bolsillo. Esa libertad que a duras penas teníamos en la cuarta y que desaparecieron por completo en la quinta.

En conclusión, lo que un joven necesita es esa libertad para ponerse a prueba a sí mismo, para elegir el camino que desee, para decir -sin pena ni vergüenza por tener éxito- lo que tú mismo dijiste: “Yo me lo gané”.

Ojalá -en un próximo discurso- te escucháramos dándole un aplauso a quienes mantienen como filosofía de vida, la libertad y el derecho de propiedad; porque el hecho de que seas figura pública con poder de influencia no te arrebata el que seas individuo, y no un simple “producto de sociedad».

 

Por: José Miguel

Jose Miguel

Jose Miguel

Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de Twitter @JP7___

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