Voy a comenzar con lo malo, una realidad que tristemente nubla a casi cada venezolano. Luego termino con la solución. Voy…
Es triste ver que en el espíritu, en el alma del venezolano -especialmente el que está adentro- reina la resignación. Sheyla Dallmeier lo llama: “Desesperanza aprendida”; y sí, las tristezas, las depresiones y absolutamente todo en esta vida se aprende, hasta el no atreverse a defenderse.
No sé si usan la redes sociales, pero si lo hacen, estas hoy día representan un termómetro social muy poderoso. Lamentablemente, en lo que va de 2019 la desesperanza del venezolano habrá incrementado a la misma velocidad y en la misma proporción que la inflación. Miles de personas hablan de «rendirse», de que «ya no pueden más» y que «tiran la toalla»; especialmente por la impotencia y el daño psicológico que causa la actual crisis eléctrica -que es intencional- y sus consecuencias.
La desesperanza aprendida en Venezuela
De seguro se acuerdan de la historia de los Judíos. De seguro -como yo- al ver los videos en los campos de concentración, gritaron: “¡Pero si sabes que te van a matar, al menos defiéndete, mételes un coñazo!” Eso -mis panas- se llama: Indefensión aprendida. El alma de los Judíos -en ese momento- estaba llena de un poderoso “no puedo hacer nada”. Esa idea inoculada por la represión, el aparato de propaganda de los Nazis, la impunidad y las injusticias perpetradas frente a sus ojos hicieron que los Judíos olvidaran algo importante: que se podían defender.
Lamentablemente a los venezolanos nos pasó lo mismo: sufrimos una desesperanza aprendida. El creer que no podemos cambiar nada. El creer que no somos lo suficientemente fuertes para vencer al monstruo construido por el chavismo.
Sobre la base de esa desesperanza aprendida, los venezolanos -promedio- depositan sus chispazos de “sí se puede” en manos de cúpulas que sirven de escudo protector al régimen chavista. Esta cúpula política hace un trabajo genial en la consolidación de la desesperanza aprendida. ¿Cómo? Así:
Al convocar, reunificar y convencer a la gente de que “hay un camino” o que “vamos bien”, aplicando métodos que ellos saben que no funcionarán, pero que hacen creer a la gente que sí, esta cúpula de dinosaurios políticos perversos enciende la poca chispa de esperanza que le queda al venezolano. Una vez que esa chispa -momentánea- es encendida, los ciudadanos tienen una ligera sensación de bienestar, de alegría, de que todo “estará bien”. Este estado es solo comparable con la sensación que experimentan quienes consumen drogas: es literalmente un subidón emocional.
Y aquí viene la parte fea, que le pasa a los drogadictos también: una vez que el venezolano anda por las nubes con la ilusión de cambio, le causan una desilusión. Esta desilusión -en forma de “nos volvieron a engañar”- es justamente el concreto vertido en la cabeza y el corazón del venezolano para sellar la idea de la desesperanza. Es la realidad golpeando a la ilusión.
Todo esto es fácil hacérselo a una sociedad que desconoce los valores, principios e ideas que mueven a los individuos y a las sociedades hacia el progreso.
Seguid el ejemplo de los Estados Unidos de América
¿Se han preguntado por qué a EEUU no les pasa eso? Si bien pasaron por una Guerra Civil, Guerras Mundiales y crisis económicas fuertes, siendo una nación muy joven EEUU siempre ha salido a flote con la grandeza que solo los caracteriza a ellos. Se llaman: principios libertarios.
Los estadounidenses -y lo dicen con orgullo- reconocen que, mientras los socialistas y comunistas son colectivistas, ellos son extremadamente individualistas. Que mientras la izquierda pervierte la unión familiar, ellos son radicalmente defensores de la familia.
En la constitución de los estadounidenses están talladas estas ideas: “derecho a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Eso -señores- es una idea filosófica poderosa, que mueve el alma, el espíritu y el corazón de cada estadounidense. ¿Teórico? Sí, y 100% práctico también.
Los estadounidenses no se enamoran de los políticos de turno, ellos son defensores radicales de sus tres derechos fundamentales: su vida, su libertad y su propiedad. Antes de apoyar a alguien, los estadounidenses escuchan las ideas, las cuestionan y fijan su posición en base a sus principios.
Venezuela -a pesar de la desesperanza aprendida- tiene una oportunidad de oro hoy para reconstruirse sobre principios libertarios. ¿Copiar a los estadounidenses? ¡Por qué no! Si son el mejor ejemplo a seguir.
Pero el Venezolano tiene un trabajo previo que hacer.
Superando la desesperanza aprendida
Los venezolanos debemos borrar del subconsciente, esa matriz de opinión engendrada y sembrada por la izquierda política. Necesitamos dejar de seguir políticos, influencers y medios tradicionales: todo lo que vemos apenas enciende el TV y colocamos las noticias, o apenas agarramos el celular para leer “qué está pasando”.
Para librarse del chavismo, el venezolano -promedio- primero debe librarse de lo que Juan Carlos Sosa Azpúrua llama «los sospechosos habituales»: un grupo de políticos e influencers que nos han hecho mucho daño. Hay que dejar de consumir esa droga que todos los años nos hace lo mismo: nos da un subidón emocional a principios de año, nos llena de “sí se puede”, luego nos desilusiona y sella en nuestro corazón la desesperanza aprendida.
Esto -mis panas- es una guerra ideológica. Esto sí es entre izquierda y derecha. Entre libertad y encarcelamiento. Entre el individuo o las masas. Entre la República o la democracia. Entre la propiedad privada o el control estatal. Entre el capitalismo o el socialismo.
Esa es la primera guerra que hay que ganar.
Esto sí es una guerra de dos extremos totalmente opuestos
Miren -mis panas- Ayn Rand decía: “No hay ejército más fuerte, que un ejército de voluntarios”. Yo le agrego: “Nadie puede ganar una guerra si no sabe qué ideas defiende ni por cuáles principios está luchando”. Pero para lograrlo rápido, Venezuela debe: apagarle el TV a los medios tradicionales. Cuestionar fuertemente a los políticos. Dejar de seguir a los influencers de siempre.
Para ganar esta guerra hay que arrancarse de la cabeza ideas como “todos los extremos son malos”. No, hoy día estar en el extremo opuesto al chavismo, al socialismo, es precisamente lo mejor que podemos hacer.
Hay que borrar ideas como “si criticas, entonces buscas dividir. Eres del G2”. No, precisamente la critica -bien argumentada- es lo único que deja en evidencia a quienes mienten, por eso la satanizan.
Y hay que remover del cerebro la idea de que “esto no tiene nada que ver con izquierda o derecha, con socialismo y capitalismo”. Sí, sí tiene que ver con eso. Lo tiene que ver todo, porque fue la izquierda y el socialismo quienes nos trajeron a esta desgracia y solo el capitalismo, cuyos principios deberían ser asumidos por nosotros, es el que nos sacará de este hueco.
Gánenle a la desinformación. Dejen de repetir bobadas. No vean medios tradicionales. Critiquen a todo político que se rodee de los mentirosos del pasado, no escuchen a sus periodistas de los principales canales nacionales e internacionales. Y -por lo que más quieran- dejen de seguir a los influencers del entretenimiento que hablan de política como verdaderos borregos de izquierda.
¿Y para dónde van a coger? Defínanse, con criterio propio: o son de izquierda o son de derecha, o son socialistas o son capitalista. ¿Y qué plan o propuesta hay para salir de Maduro? Lean el Plan Jaque Mate a Maduro de Juan Carlos Sosa Azpúrua que publicó aquí, en nuestra revista.
Den ese paso para superar la desesperanza aprendida y la desinformación. Su corazón y mente se lo agradecerán.
La oscuridad es dura, pero es temporal.
Por: José Miguel