Un pequeña caja de madera; y una mirada tranquila pero triste era lo único que se podía ver en el video y en ellas la justificación de un padre para luchar, para reclamar y pedir un cambio; ya no más para él ni para su hija fallecida por falta de medicinas, sino para el futuro, para otros que quizás si puedan llegar a cumplir los 2 años de vida. Y como ellos, día a día miles más; miles de niños que fallecen y se van sin oportunidad de saborear la vida; miles de padres que tienen que aprender a tragarse su dolor.
Un hombre muriendo lentamente, casi resignado a dejar este mundo en un dolor terrible y sin posibilidad alguna de aliviar sus penas con la más básica de las medicinas. Y como él, cientos más, que sin haber llegado a la atención de las cámaras tendrán que morir desconocidos.
Una niña llora mientras ve su casa arder en llamas, mientras ve a su gente morir por su tierra; está aterrada de lo que ve. Ve a hombres y mujeres foráneos, quienes alguna vez juraron defenderla, destruir su mundo.
Un hombre de rodillas pide perdón y se declara inocente, pero una turba enardecida lo enciende en llamas, sin juicio, sin réplica; solo para luego descubrir que quizás era inocente de lo que se le acusaba.
Un hombre, un fotógrafo, quien cubre un evento político en el centro de Caracas cae muerto. Una bala, en cuestión de segundos, le quita la vida. Una chica, en una protesta en Valencia, corre una suerte similar. Doce años separan estos eventos.
Una mujer, quien camina por la calle en un día equivocado, resulta asaltada, ultrajada y vejada por un efectivo militar femenino, a quien poco le importa su condición especial.
Un grupo de personas, entre ellos una mujer embarazada; mueren acribillados con armas de fuego y lanza cohetes luego de negociar su rendición.
Dos soldados, de los pocos que aún tienen dignidad, caen capturados en circunstancias sospechosas, en un municipio opositor. La última imagen que se ve de ellos, horas después demuestra que han sido torturados.
Un hombre, en estado famélico muere, luego de meses de resistir, en huelga de hambre, la ocupación de sus tierras por parte de un estado todopoderoso y bajo la mirada indiferente de una población complaciente.
Y como ellos miles… y mientras esos miles mueren, sufren y huyen; otros se pelean por el micrófono, por las tarimas; por el que los que bajo cuerda hacen el trabajo no sean reconocidos. Mientras otros pelean y ponen la sangre, ellos dan discursos en hemiciclos, comen carne en Turquía, envían a sus hijos a estudiar afuera, consiguen negocios para sus parientes. Mientras la miseria alcanza a la gente de a pie; otros disfrutan de carros de lujo; juegan a los mártires exiliados y consiguen dinero en efectivo sin explicación. Mientras los presos de conciencia comunes son torturados, hay quienes nunca van a la cárcel; y quienes, aun cuando van presos hasta llaman por teléfono a Washington DC.
Y yo me pregunto… ¿Que nos ha hecho el Socialismo? ¿En qué clase de monstruos nos ha transformado?
¿Que nos ha hecho la mezquindad política?
Por: Julio Pieraldi