Las personas trabajan para producir lo que desean, o bien, para obtener un medio de intercambio -dinero- que les permita obtener lo que desean. Esto quiere decir, que las personas no trabajan por el salario, sino por las cosas que ese salario les permite obtener y hacer. La cantidad de dicho salario es directamente proporcional a la productividad del trabajador.
Así, la única manera de aumentar el salario medio de los trabajadores es aumentando su productividad. La pregunta obvia es, ¿cómo aumentar la productividad? Pues la forma mas eficiente de hacerlo es con capital.
Imaginemos a un trabajador de la construcción que es contratado para levantar una terraza en un vivienda localizada en una zona montañosa. También supongamos que realiza la mezcla del cemento en el suelo con una pala. Evidentemente, si este trabajador tuviera una mezcladora, su tiempo necesario para levantar una pared sería mucho menor que si no la tuviera. La mezcladora pasa a ser un «medio de producción», el dueño de la mezcladora es -lo que llaman los marxistas- «el capitalista»; y poco importa si el trabajador es el dueño de la mezcladora, o si la alquiló o si el capitalista es la persona quien lo contrató. Habrá que pagarle en función de sus paredes levantadas en el tiempo pactado.
Si este trabajador construye una pared por semana, recibirá el pago correspondiente por dicha pared, pero si en el mismo tiempo levanta tres paredes, pues recibirá un pago mayor correspondiente. Los salarios suben cuando baja el costo de mano de obra por unidad de producción. A raíz de la inversión de capital en una mezcladora pasamos a producir de una pared por semana, a tres paredes por semana. La función social del capital es aumentar la productividad.
Ese dinero con que se compro la mezcladora, no era necesario para que el individuo viviera satisfactoriamente, por eso pudo ahorrarlo y destinarlo a realizar la compra. Cuando el Estado cobra un impuesto «progresivo», lo que provoca es que las personas ahorren menos ya que tienen menos renta disponible, por tanto retrasa y dificulta la inversión.
El más perjudicado no es el capitalista que no ahorra, sino el obrero que no puede ver aumentado su salario porque no se materializa el bien de capital necesario para aumentar su productividad. Así como es necesario el ahorro para comprar la mezcladora, se aplica el mismo funcionamiento para montar fabricas, comprar tractores, vehículos de transporte de pasajeros o mercancías, herramientas, cadenas de montaje, galpones, camiones y cualquier bien de capital que se te ocurra.
La expresión «Que paguen los ricos», es muy utilizada por los políticos para implantar o elevar cualquier impuesto que se les ocurra, pero la realidad es que lo terminan pagando los más pobres, porque al no aumentar los salarios, se les está condenando a la pobreza perpetua.
Por: Dakar Parada