Tuve la bendición de nacer en una familia de gente trabajadora y honesta. Desde chiquita mis padres y abuelos me enseñaron la relación directa que debe haber entre la Libertad y la responsabilidad, entre el esfuerzo y el logro. Y, también, el valor de la verdadera riqueza.
Ser rico es mucho más que tener plata y propiedades. Éstas vienen y van; puedes ganar mucho en un día en la lotería y perderlo todo al día siguiente en una catástrofe. La capacidad de producir riqueza, con tu talento, tu trabajo, tu audacia, tu disciplina, tu tenacidad; eso sí es riqueza. Y para que una persona pueda desarrollar su talento, emprender y ser rico, requiere de una sociedad que le ofrezca las oportunidades para aprender y arrancar; y las garantías de que su propiedad y beneficios serán respetados.
Por eso, el conocimiento y las destrezas de su población, la vigencia de las libertades individuales y la solidez de las instituciones, son los verdaderos indicadores de la riqueza de las naciones.
Nadie en el mundo ha aprendido esta lección de manera más cruda que los venezolanos. Mientras Japón, una isla de 338 mil Km2, sin materias primas, ni tierras cultivables; tiene un PIB per cápita de 45mil $/año, o Islandia, otra isla de 103mil Km2, donde solo el 0,07% de su tierra es cultivable, tiene un PIB de 54mil $/año; el nuestro, el país con las mayores reservas petroleras del mundo, está en la ruina.
Esos países han estimulado la educación y la cooperación, el respeto a las leyes y se proveen de los bienes y servicios que necesitan en mercados abiertos. Más aún, la sociedad admira y promueve a quien emprende, genera empleos, innova, invierte y desarrolla; ya sea en las artes, la tecnología, el campo, el comercio o la industria.
La verdadera riqueza de una sociedad tiene también dimensiones intangibles: sus tradiciones, valores, cultura, diversidad, juventud, su capacidad de cooperar.
Hugo Chávez dijo que ser rico es malo. Pero su familia vive en la opulencia. El comunismo lo que logra es un país con gobernantes con mucha plata y ciudadanos muy pobres. Un pueblo rico, sí que es malo, para un mal gobernante; porque ese pueblo tiene la autonomía y la fuerza para deshacerse de él. Chávez lo sabía, y se lo enseñó a Maduro.
Quiero promover en Venezuela un país de gente rica de verdad. De ciudadanos prósperos e independientes. Dejaremos atrás para siempre la pobreza, provocada intencionalmente para generar dependencia y control.
Sueño con que el niño venezolano que nació en una choza en San Francisco del Guayo en el Delta del Orinoco, pueda asistir por sus propios méritos a la mejor universidad de Venezuela, que será también una de las mejores del mundo.
Sueño con que el productor de queso de telita de Upata pueda hacer llegar su producto a Canadá generando miles de empleos en el sur de Bolívar; y ver en Margarita el complejo de procesamiento pesquero más moderno y grande del Caribe. Quiero ver a Mérida, Vargas y Falcón, llenos de posaditas y de grandes hoteles, porque Venezuela tendrá records de incremento anual del turismo.
Tendremos una industria energética de clase mundial, con inversionistas de todo el mundo para que no falte el gas directo ni la electricidad en los hogares. Sueño con ver al Zulia como una potencia logística regional y a Carabobo nuevamente como un gran productor de vehículos y autopartes.
La creación de riqueza está en la gente, en su dedicación y esfuerzo al trabajo, a la innovación, en el riesgo y éxito de sus inversiones, guiados por sus sueños y deseos de prosperidad. Un buen gobierno facilita su desarrollo.
Un país rico valora la vida y el ambiente, cuida a sus niños, ancianos y enfermos. Pone freno a los malos gobiernos, y premia el mérito y el éxito de su gente buena.
Venezuela, un país de gente extraordinaria, tendrá la posibilidad de crear tanta riqueza como pueda cuando alcancemos la Libertad. En cada rincón del país habrá una oportunidad, un reto, un mercado en desarrollo. La gente desatará todo su potencial creador y hará vibrar a la nación completa.
Ser rico es, definitivamente, muy bueno.
Tomado de: www.2001.com.ve