Hoy día todos los sectores en Venezuela se quejan por algo. Los profesores y docentes quieren “mejores” sueldos, los empleados de Ford quieren que les paguen en dólares y la Ford quiere cobrar sus carros en dólares; los médicos venezolanos –que aún siguen aquí- exigen mejores condiciones para prestar sus servicios, mientras cobran una ridiculez por su trabajo, reciben órdenes de los cubanos y son pisoteados por los mediocres MIC. Mientras tanto, el venezolano en general llora a familiares que se van por Maiquetía y a los que se les van tres metros bajo tierra gracias al gobierno de calle que mantiene la delincuencia apadrinada por el régimen chavista.
Así está la Venezuela Revolucionaria, revolcada entre escoria, miseria y sangre. Pero lo que es más común escuchar en las calles, lo que más duele, se escribe con “b” de bolsillo y se conoce como “Bolívar”. “El dinero no alcanza” dicen los venezolanos mientras cuentan su fajo de billetes de Bs 100 para pagar un “mercado” de tres bolsitas plásticas de medio kilo. “Todo está muy caro” dicen mientras pasean por los restos de lo que alguna vez fueron centros comerciales, al mismo tiempo que ignoran –o quizás evaden- el hecho de que no es que todo está caro, es que somos pobres.
Al venezolano le inquieta un tanto, ver que el valor del dólar en el mercado negro pasó de Bs. 270 a Bs. 400 por dólar; pero no sé si tanto como para notar que significa un incremento de 48% en menos de 4 días mientras que el sueldo mínimo incrementó en 20% en 5 meses. Igual, ya se acostumbró a que no puede ni podrá pagarlo, y se refugia en la mediocridad del “a mí el dólar no me afecta” mientras cobra en bolívares a razón de 16$ por mes, pero los productos que compra están calculados todos a dólar negro, ¿o será mejor llamarlo dólar rojo rojito?
“El bolívar no vale nada” dicen en la calle y es cierto, tanto así, que deberíamos hacer todo para que desaparezca por completo. Pero en Venezuela, lo que vale menos no es el Bolívar: es el tiempo. El venezolano está amañado con un mal hábito –catalogado como latinoamericano- y es, el irrespeto total del tiempo. Viven como si la vida fuera eterna, como si estuviesen seguros de que podrán hacer mañana lo que no les dio la gana de hacer hoy.
Lo que sí nos debería impresionar es esto: estamos perdiendo todo nuestro tiempo en nada. Colas de 4 horas para comprar un kilo de jabón de ropa, que en países pro-capitalistas abundan. Colas de 3 a 5 días para comprar una batería de carro que hace menos de 3 años comprábamos en una estación de servicio mientras echábamos gasolina. Cola para sacar “dinero” en un cajero, porque además de la gran cantidad de cajeros inoperativos, necesitas hacer 3 transacciones de Bs. 2000 cada una para poder cubrir los gastos de un solo día. Cola en bancos, ministerios, para pagar servicios, para comprar gas, cola hasta para ir a los baños públicos y tratar de sacar el rollo de papel sanitario.
¿Has pensando en las horas que pierde cada venezolano diariamente, cada vez que el servicio público de energía eléctrica es racionado? Cortes mínimos de 2 horas diarias -que en muchos lugares superan la barrera de las 10 horas- y si sumáramos todos los minutos perdidos por cada venezolano en un día, tendríamos una barbaridad de días de trabajo y producción perdidos en tan solo 24 horas. Sin embargo, a muchos venezolanos parece darles igual y el racionamiento eléctrico se ha convertido hasta en la excusa perfecta para rascarse la barriga y echar el carro. “¿Qué puedo hacer si no tengo luz?” El paraíso del flojo que no valora el tiempo.
Estos simples detalles nos diferencian enormemente de las sociedades más libres. En países pro-libertad como Canadá, Suiza, Hong Kong, Singapur, Australia y hasta EEUU, las personas tienen un profundo respeto por su tiempo. Me atrevo a decir que –en lugar de pensar en términos de “dinero”- ellos consideran que lo que cargan en sus bolsillos son minutos. Minutos que van descontando sin saber cuántos le quedan, y es precisamente por eso que no están dispuestos a perderlos en las tonterías, humillaciones y burlas que al venezolano ya les parecen normales.
Piensa en esto: si en lugar de dinero, tuvieses que pagar la bolsa de jabón con minutos, ¿cuánto tiempo necesitarías para producir los minutos que necesitas para hacer todo un mercado? Son 4 horas haciendo nada y en las cuales podrías estar haciendo mucho si en lugar de una Venezuela socialista, nos ocupáramos de tener una de libre mercado, productiva, de propiedad privada y libertad individual.
Piensa en las cosas maravillosas que estarías haciendo durante ese tiempo, en lugar de estar mendigando por 4 rollos de papel sanitario. Podrías estar vendiendo millones en tu negocio, cobrando miles en tu puesto de trabajo, innovando, mejorando algo que ya existe, y lo mejor de todo es que después de hacerlo tendrías tiempo para jugar con tus hijos, compartir con tu familia o beber con tus amigos.
Señores, los países desarrollados no lo son porque sean socialistas. Son desarrollados porque la gente valora su tiempo, aman su propiedad privada, emprenden, innovan, inventan, corren riesgos. Lejos querer más gobierno, ellos cada día tienen menos; lejos de que el Estado produzca, lo hacen los ciudadanos. Lejos de querer gasolina barata o “distribuir la riqueza”, ellos quieren crearla y entienden que para hacerlo no necesitan regulaciones sino libre competencia, mercados libres.
Así que, mientras estás en esa cola que te tocó hacer hoy, respóndete esto: ¿Qué estarías haciendo si, en lugar de vivir en la Venezuela socialista de escasez, inflación, miseria y delincuencia; estuvieses en la Venezuela de libre mercado y propiedad privada? Si tu respuesta es: “estaría produciendo” ¡Eureka! Ya somos dos que entendemos por dónde comienza el cambio.
Por: José Miguel | Foto: cronicasvenezuela.com