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En este texto mencioné que al venezolano le han arrebatado su identidad y le han prohibido ejercer su derecho de propiedad hasta sobre su propio cuerpo. El sentido de identidad es indispensable para cualquier persona; saber qué y quién es le permite proyectarse hacia el futuro, hacia lo que quiere. La forma de practicarlo es su derecho de propiedad: poder hacer con su vida y el fruto de su trabajo lo que más le convenga, siempre y cuando no atente contra otros.
Está claro que quienes hoy controlan el poder en Venezuela no tienen el menor interés en que la situación mejore, pues el propósito de cualquier sistema intervencionista es estorbar, y al chavismo se le da muy bien esta función. Si usted debe pedirle permiso al Estado para montar su negocio, eso es intervencionismo. Si usted debe pagarle al Estado una cuota de su trabajo, eso es intervencionismo; y si usted puede ser castigado por algo tan tonto como no usar el cinturón de seguridad del vehículo, eso es intervencionismo.
Ahora que le queda claro, hablemos de la solución para acabar con el intervencionismo en la vida y en la economía de las personas. No quiero entrar en discusión sobre la absurda «solución» planteada por el burlón comunista, esa fantasía del “Dios Proveerá”. Si queremos que el mercado sea abastecido debemos apostarle a la libertad.
El gobierno no tiene derecho a intervenir en las libertades individuales
Los libertarios tenemos un principio que rige nuestras relaciones con otras personas: el principio de no agresión. Sobre este principio, todo individuo es dejado en libertad absoluta para que pueda perseguir sus intereses personales bajo el compromiso de no agredir a otros. Así de simple, tengo derecho a hacer con mi vida lo que quiera pero no a hacer lo quiera con la tuya.
Pero al intervencionismo no le agrada que cada quien sea libre de hacer con su vida lo que quiera, porque cuando una persona descubre los beneficios de la libertad también descubre lo innecesario que es el Estado. Por eso el Estado hace uso del único método con el que se puede limitar la libertad: la fuerza.
Los libertarios sostenemos que el uso de la fuerza se justifica solo en defensa propia contra quienes la inicien. Lo que una persona debe hacer es exigirle al Estado que no se meta en sus asuntos personales. No tiene por qué prohibir drogas, obligar a usar el cinturón de seguridad y mucho menos decirme qué puedo y qué no puedo hacer. Mi libertad termina donde comienza la libertad de otro, no donde el Estado imponga.
Cuando tenemos libertades individuales, el lugar perfecto para disfrutarlas es el libre mercado
No podemos hablar libertades económicas si no hay libertades individuales. La forma en la que decidimos ganarnos la vida, el trabajo productivo, es el medio a través del cual ponemos en práctica nuestro derecho a hacer con nuestra vida lo que más nos convenga.
Si debo pedirle al Estado que por favor me dé una licencia para comercializar productos; si debo rendirle cuentas sobre lo que hago como si fuese mi papá en plena adolescencia, si solo tengo permitido comercializar lo que a un grupito de funcionarios se les ocurre que es de “interés nacional” y bajo las condiciones que ellos quieran como los casos de Empresas Polar y Farmatodo, entonces no somos libres para comercializar.
En este punto, los libertarios nos guiamos por el principio de cooperación voluntaria y coexistencia pacífica. Las manos del Estado deben desaparecer de la economía porque el comercio es asunto de los involucrados: el que produce y el que consume, el que vende y el que compra. Solo ellos pueden saber qué les conviene y qué no. ¿Por qué aceptarías que el Estado te diga que no compres los zapatos azules que te gustan cuando a ti te gusta el azul?
Venezuela
Otras naciones disfrutan de altos niveles de abundancia en sus mercados y gozan de más libertades individuales porque los ciudadanos son capaces de entender los beneficios de la libertad y asumen la responsabilidad. En esos países que llamamos de primer mundo, los individuos tienen calidad de vida y riqueza no “porque el Estado intervenga” sino “a pesar de esa intervención”.
Si crees que Venezuela, tú país, tiene un gran potencial sin ser explotado y quieres sacarle provecho, piensa en la infinidad de oportunidades que estás desperdiciando escuchando ridiculeces como “Dios Proveerá” y asume el compromiso de exigirle al Estado que no intervenga más.
Las libertades individuales sí proveerán, solo así gozarás de abundancia.
Por: José Miguel | Foto: qlook.bz