“La democracia no es más que el gobierno de las masas, donde un 51% de la gente puede lanzar por la borda los derechos del otro 49%” Thomas Jefferson.
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He decidido escribir este artículo viendo el reciente caso de EE.UU. con su demanda por fraude electoral, la historia en Latinoamérica y -por supuesto- haber vivido la mayor demostración en mi país, Venezuela. La democracia es el método favorito que utiliza el cáncer del colectivismo para esparcirse, cáncer que amenaza cada vez más y de forma más agresiva a la libertad individual, incluso la libertad más personal, la de pensamiento.
La democracia es el gobierno del pueblo (Dḗmos-pueblo y krátos-poder/gobierno = demokratia). No de los mejores, no de los productivos, no de los capaces; solo del pueblo, esa masa de gente abstracta. Allí es donde empiezan los problemas. Bajo el sistema democrático siempre existirá el riesgo de caer en histeria e ignorancia colectiva.
Pero veamos algunas razones para por que la democracia es un peligro para la libertad.
La democracia es populista
La democracia es un vulgar concurso de popularidad, no de ideas. Las masas, por lo general, no tienen interés en las ideas, algunos apenas están sobreviviendo y la mayoría viviendo irresponsablemente. Como bien dijera Churchill: «El mejor argumento en contra de la democracia es una conversación de cinco minutos con el votante promedio».
Para ese votante medio la democracia consiste en el absurdo quién me cae mejor, quien parece ser más chévere, quién es mejor repartiendo el dinero ajeno, incluso en Venezuela -donde en los últimos 60 años nos han gobernado los peores elementos de la sociedad- parece un concurso de vulgaridades. ¡Nauseabundo!
La democracia es igualitarista
El voto de Pedro, que dedicó todos los fines de semana de su vida a “pasarla bien”, vale tanto como el de Juan, que trabajó fuerte los mismos fines de semana para pagar sus estudios y graduarse en la universidad. También el voto de María, que con 19 años ya contaba con 3 hijos, vale lo mismo que el voto de Elena, una joven que decidió emprender una pequeña empresa y que tras un par de años duros está comenzando a ver los resultados de su esfuerzo. ¿Les parece justo?
Sí, la democracia valora por igual la opinión del trabajador como la del vago, del honesto como del convicto, del que planificó su vida como la del irresponsable. El sistema democrático es igualitarista y eso lo hace injusto. No todos se esfuerzan igual, no todos se sacrifican igual, ni persiguen los mismos objetivos y muchísimo menos ven la vida de la misma forma. Todos tenemos dones y habilidades diferentes, y entender eso es lo que ha permitido que la humanidad haya avanzado tanto en los últimos años.
La democracia invisibiliza a las minorías
El único proyecto viable en un país democrático es lo que decide la mayoría. Y no estaría mal si el nuevo gobierno no interfiere en la vida de los ciudadanos, pero si lo hace la minoría no tiene ni voz, ni voto. Supongamos que el nuevo gobierno socialista de Alberto Fernández en Argentina decide triplicar el impuesto a los bienes personales, que son medidas de expoliación, pero están disfrazadas de legalidad, porque “el pueblo lo escogió” ¿Que pueden hacer quienes no estén de acuerdo?
La minoría puede protestar -incluso hasta las últimas consecuencias- pero corre el riesgo de ser aplastada por las fuerzas del Estado, también puede resignarse a aguantar la injusticia o huir. ¿Ven por qué la democracia es una estafa?
La democracia atenta contra los derechos fundamentales
Hugo Chávez lo sabía, por eso expresó: “La democracia es tan necesaria al socialismo, como el oxígeno para la vida”
Los únicos derechos humanos innegociables son la vida, la libertad y la propiedad, concretamente como uso, disfrute y disposición del producto de nuestro trabajo. En el sistema democrático la mayoría fácilmente puede imponer gobiernos -o intentarlo cada cuatro años- que atenten contra el proyecto de vida de los demás, contra su propiedad, su libertad, incluso su vida. Basta hacer un breve repaso a la vida de Franklin Brito para entenderlo.
Nos han vendido la falsa idea de que votar es un derecho. No lo es. De hecho los únicos interesados y más beneficiados de que participen la mayoría de la “población electoral”, son los partidos políticos, que en algunos casos son una especie de mafia, pero ese es otro tema. Lo que sí es cierto es que para votar se deben cumplir requisitos. Y el estándar de estos requisitos deben ser muy altos. Así como en un quirófano no se le puede confiar una vida a un taxista porque este no está preparado ni tiene los conocimientos médicos apropiados para realizar una operación; no se le puede confiar el proyecto de un país a las masas, porque no están preparadas -mayormente porque no les interesa- ni tienen los conocimientos políticos apropiados para escoger al país.
Uno de mis sueños al momento de reconstruir Venezuela es que desechemos para siempre ese nefasto sistema de voto universal, la democracia: la tiranía de las mayorías.