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de cómo la resistencia en venezuela llegó a la final en 2017

Cómo La Resistencia En Venezuela Llegó A La Final En 2017

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Una breve narración de cómo la Resistencia en Venezuela ha llegado a ser lo que es actualmente. Hay que hacer memoria, esto no comenzó hoy.


La convocatoria

El compromiso era a las 6:30am.

Recuerdo que puse la alarma para despertarme a las 4:30am porque quería salir a las 5am y -aún así- pensé que llegaría tarde. Yo nunca había sido de levantarme temprano -porque suelo acostarme tarde- y la noche anterior fue como todas. Me sentía nervioso y -al mismo tiempo- emocionado.

Lo que haría la mañana siguiente, era mejor si se hacía con amigos, con gente de confianza. En mi residencia éramos 10 panas, pero ninguno quiso acompañarme «porque era muy temprano» y «era lejos».

Mérida es un valle rodeado de las montañas más altas de Venezuela. Yo vivía en una de ellas. Me había comprometido a estar a las 6:30, a 6 kilómetros de mi casa, pero sabía que todos llegarían a las 7am o más tarde; el tradicional horario venezolano.

Sonó la alarma, no había dormido casi y me levanté de una vez. Me puse la ropa que había dejado lista la noche anterior, mi morral en la espalda, me serví un pote con agua, abrí la puerta de mi casa mientras toda mi familia dormía y me fui.

Caminé 6 kilómetros, aún estaba oscuro y todo estaba solo. Yo era el único ser deambulando por esa zona, con unos pantalones verde militar, un suéter marrón con capucha y la palabra «Aeropostale» en el pecho, unas botas Columbia que compré por allá en el 2012 y un morral en la espalda con lo que necesitaba.

Llegué a la mitad de la Av. Las Américas. Eran las 6:30am exacto; suelo ser muy puntual. Vi que ya habían algunos de los chamos con los que había cuadrado el asunto. Esperamos una hora más por los demás; nos organizamos y a las 8am, Mérida tenía la primera tranca de Febrero del 2014; ahí, en el semáforo donde interceptan el Terminal de Pasajeros, el supermercado Cosmos y la Panadería Los Carvalhos.

Yo atravesé las primeras pipas de basura en la mitad de la avenida; yo «lancé la primera piedra».


El entrenamiento

Mi nombre es Jose Miguel y ese día acudí a la convocatoria de un «Trancazo Nacional». En los 50 días por venir, mis días fueron iguales a ese. Me escurría en las noches por la ciudad, caminando para llegar a mi casa; dormía 5 horas, me levantaba antes de que saliera el sol para caminar de vuelta a mi Guarimba. ¿En mi bolso? Un chaleco de cartón pintado de azul que decía «G8», otra muda de ropa para escapar, lentes de seguridad, casco, máscara «anti-gas» -en realidad era anti-polvo-, una bolsa de metras y mi «cauchera» por si me tocaba defenderme.

Mis vecinos se empezaron a unir; mis amigos también; y gente que nunca en su vida había sentido el olor a caucho quemado, gas lacrimógeno y el sonido de un disparo rozándole la oreja, lo empezaron a sentir.

En el 2014, mis panas, comenzó el entrenamiento.


Los primeros partidos

No quiero comparar, porque las circunstancias han cambiado catastróficamente. Pero junto conmigo, otros en Mérida, Táchira, Valera, Barquisimeto, Maracaibo y algunos en Altamira y Chacao, en Febrero de 2014 vimos caer a más de 40 venezolanos, llevamos perdigones a garrote, gas del bueno, yo conocí a este amable Colectivo Tupamaro que me apuntó con una 38 en la frente a escasos 10 metros de distancia, pero yo disparé la metra primero y -por alguna razón- él bajó el arma, y un policía de Mérida que me apuntó con su escopeta mientras yo colgaba de «una peña» a punto caer. Creo que le pareció que igual me caería y se dio media vuelta y se fue.

Yo recuerdo mi historia y usted recordará la de usted.


La final

Hoy día, siento que estos chamos son más valientes de lo que yo fui, tengo que admitir, aunque la valentía también depende de las circunstancias.

Los podemos ver; la forma en la que se protegen unos a otros, la forma en la que lloran y gritan por los que han caído, la calma y -al mismo tiempo- desesperación con la que piden a otros que se unan; como se levantan luego de que los hacen caer y como no se dejan manipular y hasta hacen que los malos tengan que retroceder.

Los puedo imaginar despertándose muy temprano, quizás en sus casas, quizás ahí mismo durmiendo en las calles. Seguramente no tienen nada qué comer o probablemente muy poco. Han visto caer a más de 60 chamos, de su misma edad, alguno de ellos pudo ser su mejor amigo y deben estar pensando «mañana seré yo, pero ¿qué más tengo para perder si ya esta vida no es vida?».

Los que hoy están jugando la final por la libertad de Venezuela no han conocido otra cosa más que el socialismo del siglo XXI, no saben si es verdad o mentira lo que le cuentan sus padres sobre otra Venezuela y hasta pueden dudar el si es cierto o no, que los presidentes se cambiaban cada 5 años, pues nada más han conocido al asesino Hugo Chávez y ahora tienen a esta desgracia genocida llamado Nicolás Maduro.

Ahí están, más de 70 días en la calle; llegaron a la final. Nada fácil, ¿Verdad? Hasta difícil de imaginar y creer. Que si «el venezolano es pendejo», que si «es que el venezolano es bobo», «el venezolano se vende por cuatro lochas», «el venezolano no se sabe defender» y un sinfín de cosas más; y resulta que, muchachos de entre 16 y no más de 30 años de edad están en las calles luchando por algo que no han conocido y arriesgando la vida para cosechar los frutos de una Venezuela diferente que -quienes no los apoyan- no se han de merecer.

Van invictos, chamos, todo indica que son los malos quienes van a perder.


La afición

Nos tocó verlos de lejos y -estoy seguro que como a muchos otros- nos pican los pies. No somos ni uno, ni dos, ni tres. Somos más de un millón de venezolanos afuera, entre los cuales muchos quisiéramos volver.

Recuerden que este peo no comenzó con Maduro, que muchos de nosotros también nos jugamos la vida cuando quizás a muchos de los que hoy guerrean, «la salida» no es importaba mucho.

En esta final, mis panas, cada quien tiene su función. Los que están adentro son los campeones, los que hacen el gol. Los que estamos afuera le hacemos saber al mundo qué clase de partido se juega hoy en Venezuela, mientras que el director técnico es la razón.

No hay tiempo para reproches, es tiempo de voluntad individual, trabajo en equipo y unión. Todos sabemos que el enemigo es el socialismo del siglo XXI, sus líderes, sus cómplices y los que pretenden aniquilar a toda la nación.


El minuto 89

El árbitro está del lado de los malos; también lo están otros fanáticos, países, las emisoras de radio y la televisión.

¿Quiénes quedamos? Los que están en el campo y la afición.

Talento individual y trabajo en equipo, mis panas, que la libertad será el gol. Que nadie les diga que «no pueden», que nadie los haga bajar la cabeza ni perder la razón. El enemigo siempre querrá hacernos dudar, que nos sintamos indefensos, pero ¡Ya basta! Esta vez, no.

Han hecho un trabajo valioso; ya pasaron el punto de no retorno y no deben permitirse marcha atrás. ¡Sí pueden! ¡Claro que pueden! ¡Siempre han podido! Y la Venezuela que se merecen, la van a conquistar.


Y este mensaje final va para la afición

Si pusieron la alarma para madrugar y ver a los chamos de la Vinotinto SUB20 jugar una histórica final de fútbol y yo les conté para qué -en 2014- la ponía yo; no hay excusas: apoyen a los guerreros, difundan, sean serios con lo que pasa en Venezuela; porque cuando la patria agoniza, no hay tiempo para actividades frívolas, entretenimiento ni distracción. Esas cosas dejémoslas para cuando recuperemos la nación.

 

Por: José Miguel

Jose Miguel

Jose Miguel

Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de Twitter @JP7___

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