Si se le ve por encimita, cualquier persona de otro país podría creer que la República Bolivariana es la tierra de los trabajadores más fieles, productivos y comprometidos del mundo. Esto porque el venezolano madruga y mucho, e históricamente se ha relacionado el madrugar con ir a trabajar. El popular “a quien madruga, Dios lo ayuda” más que ser una expresión ligada a la fe es un espaldarazo para la persona trabajadora, para que se levante con ánimo y vaya a dedicarse a la actividad económica de su preferencia. Pero al venezolano, ese Dios que promueve el trabajo lo dejó de ayudar.
Cada día son más y más los venezolanos que deben levantarse incluso más temprano que antes y no es precisamente para ir a trabajar. En Venezuela hay mucho por hacer, y me refiero a producir riqueza porque tenemos recursos naturales por doquier, pero al socialismo en ningún caso que podamos revisar en la historia le interesa producir. Todo sistema como el venezolano comienza con una estricta burocratización de la vida del ciudadano, precisamente para que solo puedan ascender los más corruptos. Las instituciones públicas se convierten en centros para mendigarle a funcionarios que por favor hagan su trabajo. Lo mismo ocurre poco tiempo después con la propiedad privada, pues una vez que es expropiada es dejada en manos de estos miserables ciudadanos que ascendieron en el sistema para que la burocraticen con todo gusto.
Y aquí viene el resultado: todo un país haciendo cola. Haciendo cola para mendigar que le sellen un documento, que le aprueben un permiso, que le permitan visitar a su amigo o familiar preso injustamente o que le vendan un kilo de lo que sea que haya llegado. Es mendigar según en las dos versiones planteadas por la Real Academia Española. Te levantas temprano para ir de supermercado en supermercado humillándote para que te vendan lo que tengan, mientras te sellan el brazo como un animal, te piden partida de nacimiento, cédula, la huella dactilar y te despiden como el vergonzoso: no puede volver a comprar en… un buen tiempo. Les pasa a todos los venezolanos menos a un grupito: la cúpula chavista. Te habrás conseguido en la cola a un primo, a un amigo, a un vecino pero jamás has visto a ningún rojo rojito pasando sol, lluvia y vergüenza en público. ¿No te da arrechera eso?
Te niegas a rebelarte porque tontamente crees que estas leyes macabras que los comunistas se inventan, por ser leyes, se deben respetar. Una dictadura puede ser hasta constitucional y de hecho, en Venezuela lo es porque la constitución de 1999 concentra todo el poder en manos del Estado, de unos pocos, y la consecuencia de esto es simple: la tiranía.
A ti, que madrugaste cristianamente y que en lugar de hacerlo para ir a trabajar lo hiciste para ir a mendigar, te exhorto: Arréchate, quéjate, que lograr comprar un kilo de jabón a un precio injusto no puede ser más satisfactorio que decirle la verdad en la cara a un militarucho de esos con brazalete de golpista. Arréchate, que jamás puede premiar más la humillación que la rebeldía. Estorba en esa cola, que aunque te portes bien no te darán carta de buen comportamiento, al contrario, te darán más duro. Álzate con lo que aún te queda de dignidad, porque antes que vivir de rodillas es más honorable morir de pie. Rebélate, porque mientras ellos se están dando lujos por los que no han pagado y te humillan, tú igual te estás muriendo en esa cola.
Por: José Miguel | Foto: blogspot.com