El pasado 28 de septiembre, me desayuné con este apasionado discurso (ver aquí) de Gustavo Dudamel tratando de exigir, en pocas palabras, que se mantenga el subsidio estatal a ese programa cultural llamado Sistema de Orquestas de Venezuela.
Que en un país donde ya no hay pan (entiéndase por pan alimentos, medicinas, bienes esenciales) uno de los más grandes representantes de la música clásica insista en pedirle al Estado que no deje de financiar su circo, mientras entre 20 y 25% de los venezolanos (fuente) padecen de desnutrición por la escasez y los altos costos de los alimentos, es sencillamente repudiable.
Porque sí: en eso se ha convertido un aparato musical financiado por años con quien sabe cuántos millones en recursos públicos, mientras se eliminan sistemáticamente las libertades necesarias para que los ciudadanos cubran sus necesidades más básicas: en un vulgar circo, al servicio de los burócratas de turno.
Toda la belleza del arte, toda la hermosura que representa la música se pierde cuando se pone al servicio de burócratas tiranos. No hay nada más bajo para un artista que usar su talento para sostener el poder de dictadores y asesinos. No hay nada más triste.
Es necesario, en nombre no solamente ya de la libertad, sino del mismo sentido común y en defensa de la enorme capacidad de inventiva y altruismo que tenemos los seres humanos, de darle un mensaje bien claro a personajes como Gustavo Dudamel: el arte no tiene por qué ser mantenida por el Estado. Los recursos para la cultura no deben provenir de manos de burócratas y Venezuela no tiene por qué salvar al sistema mientras se termina de ahogar en el intento.
Por supuesto, es necesario aclarar que en modo alguno oponerse al financiamiento estatal del arte (la música, por cierto, a esta autora también le apasiona muchísimo) significa que se esté atacando o dando la espalda a la cultura en una sociedad.
Lo que sí significa es que:
- Entendemos bien que proyectos inicialmente nobles como El Sistema caen irremediablemente en la politización, la corrupción y la fría burocracia estatal cuando su financiamiento es dejado en manos de gobiernos y no de iniciativas voluntarias (que estoy segura de que con la buena promoción de este proyecto no faltarían).
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Entendemos que el altruismo deja de ser tal cosa cuando pretendemos obligar a otros a costear nuestras muy buenas intenciones.
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Entendemos que la función del Estado no es inmiscuirse en las artes ni en la cultura, sencillamente porque el papel de sus instituciones debe estar limitado a lo más esencial, es decir: seguridad, justicia y defensa.
Dudamel contribuye, y quizá sin darse cuenta, a incrementar el ya inmenso poder de burócratas y políticos de turno sin que exista necesidad alguna de ello.
Si a usted la música le resulta algo tan indispensable, tan bello, tan noble y tan necesario en la vida de las personas (y reitero de nuevo, yo también lo creo) ¿por qué no en vez de exigirle a Papá Estado que la costee no busca usted mismo alternativas para desarrollar este tipo de programas? ¿Por qué siempre es más fácil alzar la mano para pedir que alzarla para trabajar y emprender?
Y más siendo Gustavo Dudamel, a quien recursos, patrocinio e influencia no le faltan para emprender tan loable objetivo. Pero claro: es más fácil reclamarle a Papá Estado “dame y no me dejes de dar y en tiempos donde escasean hasta los pañales para bebés, yo tengo que seguir siendo tu prioridad”.
Esta es la fatal arrogancia de la que hacen gala algunos artistas. No conforme con prestarse a ser la propaganda bonita, a ser el circo que entretiene y da su sábado a un país hambreado y empobrecido mientras gente muere y es apresada por exigir libertad, resulta ahora que le dicen a usted en su cara que usted debe salvar al Sistema y que el Estado no debe dejar de darle dinero al Sistema, dinero que pertenece a los ciudadanos, aparentemente simples mortales inferiores que deberían rendirse ante José Antonio Abreu y su proyecto musical.
Dudamel nunca ha dicho una palabra para denunciar lo que pasa en Venezuela. Nunca ha protestado, nunca ha elevado reclamos para que salven a Venezuela. Pero ahora dice que Venezuela debe salvar al mismo programa politizado que se rindió ante tiranos a cambio de viajes y aplausos.
“Que falte el pan”- pareciera que nos dice- “Pero el circo jamás”.
Por: Vanessa Novoa