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La situación que se vive hoy día en Venezuela es realmente triste. El sentimiento que compartimos en gran mayoría roza el odio, la desesperanza y la desconfianza. El odio hacia quienes nos han traído hasta este punto, la desesperanza hacia la posibilidad de construir un país desarrollado y la desconfianza hacia sí mismos.
Ante tantas críticas, quejas y ninguna solución es normal que lo primero que queramos hacer sea huir de Venezuela. Pero si queremos solucionar un problema primero hay que entender cuál es, a qué nos enfrentamos, y es lo que expondré.
Nuestro problema superficial es la crisis económica pero el más grave es la crisis moral. El venezolano ya no sabe quién ni qué es. El sistema ha sido tan inteligente que lo primero que hizo fue arrebatarle la identidad al venezolano, modificando sus símbolos patrios y alterando su historia. Convirtieron al venezolano en un completo zombi, sin alma, sin espíritu, sin conciencia ni destino; totalmente desubicado y desarmado moralmente.
La identidad de un país está escrita en su constitución y la constitución de 1999 no es de los venezolanos, es extranjera y perversa. Es difícil, mejor dicho, imposible identificarse con algo que no percibes como tuyo y eso queda en evidencia ante la actual molestia que siente el venezolano y que no logra explicar. Lo que está redactado en ese librito de 350 artículos no es la filosofía de Venezuela.
“Un país sin filosofía es un barco a la deriva” dijo Ayn Rand, y ante ese robo de la identidad Venezuela hoy día es eso: un país sin filosofía de vida, sin principios. A cambio de eso, han estimulado la creación del “hombre nuevo” a través del adoctrinamiento en las misiones. Lo que hoy día se asimila como “venezolano” es a un ser corrupto, aprovechado y cuya ética es la maldad y la mediocridad. Eso mis estimados, no es ser venezolano: eso es ser socialista.
Ahora bien, esa es la crisis moral pero también tenemos la crisis económica. No seamos superficiales al creer que la causa de la crisis económica en Venezuela son la inflación, la escasez o los precios del petróleo. Es más personal y se trata de la total prohibición a disponer libremente de nuestro trabajo. No tenemos derecho de propiedad.
El venezolano no trabaja para sí mismo, trabaja para mantener un sistema que lo empobrece y que se va de gira gratuita y lujosa por el mundo. No somos trabajadores, somos esclavos al trabajar para el Estado. Y trabajar para el Estado no significa que todos tengamos cargos públicos sino que pagamos más en impuestos que lo que gastamos para nosotros. Trabajar para el Estado significa que, aun cuando la inflación se come nuestros ingresos, el Estado nos sigue robando con impuestos como el IVA e ISLR.
Trabajar para el Estado es haber aceptado una Ley de precios “justos” y una LOTTT que nos prohíbe comerciar libremente y a conveniencia y que hace que quienes necesitan trabajo vean como enemigo a quien se lo ofrece. No podemos montar negocios, no podemos comprar dólares, no podemos importar ni exportar, en conclusión tenemos prohibido trabajar.
Pero quizás la peor parte de la crisis económica es aquello de lo que no podemos disfrutar los venezolanos: de una vida plena. Al no tener derecho a producir, el venezolano no puede comprar las cosas que le interesan. Ni carro, ni casa o vacaciones y por ende no puede formar esa familia con la que siempre ha soñado.
Al tener prohibido alcanzar sus metas personales, al venezolano le arrebataron el derecho de propiedad sobre su propia vida. Nos lanzaron al inframundo ciegos, sordos y mudos (sin filosofía) y minusválidos (sin propiedad). El venezolano no sabe quién ni qué es y si lo supiera tiene prohibido ejercerlo.
¿Cuál es la solución para la crisis en Venezuela?
El venezolano necesita una identidad y necesita recuperar sus derechos individuales.
Para la crisis de identidad:
Necesitamos desconocer la Constitución Nacional y enfocarnos en nuestra libertad. Pregúntele al de al lado y verá qué la respuesta es: que no tenemos libertad. La libertad es un valor y un derecho, y el hecho de que sea individual la convierte en un elemento de identidad porque se trata del “Yo”.
¿Es necesaria una nueva constitución? Claro que sí, porque esa es la fuente de la filosofía del país, pero para lograr tener una que se parezca al venezolano hay que recuperar la libertad individual y eso es algo que los comunistas no nos van a devolver, ¡Tenemos que luchar contra ellos para recuperarla!
Para la crisis económica:
Necesitamos alzarnos contra toda ley anti-propiedad y exigir libertades económicas. En ambos casos (crisis de identidad y moral) el único camino, la única bandera es la libertad. En este caso es la libertad económica.
No debemos seguir invocando al Estado para que intervenga en asuntos que son entre nosotros, nuestros socios, proveedores y clientes. Tenemos que alejar al Estado de la economía así como se le exige que no se meta en los asuntos de Dios. El creyente religioso no quiere que el Estado le diga cómo debe creer en su Dios; el comerciante necesita hacer lo mismo para su negocio.
El Estado debe ser reducido a su mínima expresión y no tiene por qué controlar medios de producción. Nos brillarán los ojos cuando nos demos cuenta que no hace falta, que debe desaparecer y que lo único que necesitaremos serán instituciones que garanticen la protección de nuestros derechos.
Para terminar:
Hasta que el venezolano no recupere su libertad y no ejerza su derecho de propiedad, esta crisis seguirá hasta la eternidad. O le quitamos todo ese poder al Estado o nos sometemos a los antojos de quienes controlen las instituciones.
No tienes excusa, ya tienes por dónde empezar.
Por: José Miguel | Foto: Eleazar Briceño