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Una Lección Sobre Libre Comercio Que Nunca Olvidarás

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Para los que dicen que “los egoístas somos malos”. Les voy a contar lo que uno de nosotros ha hecho para ayudar a otros, sin que estos siquiera lo sepan.

La historia va así:

Cuando yo tenía 23 años a mi me regalaron un libro llamado “La virtud del egoísmo”. Mia amigos me veían leer eso y me decían: “Verga, chamo. De por sí que ya eres lo más egoísta que conozco y ahora los vas a considerar una virtud”; pero yo seguí leyendo mi libro.

Palabras más, palabras menos, el libro habla de un “egoísmo racional”; que si preocuparnos por lo intereses propios sin necesidad de perjudicar a otros y esas cosas. Bueno, igual la gente cree que ser egoísta es malo porque tienen el cerebro lavado, pero vean: Un día estoy yo -ya con la crisis de la escasez en Mérida- haciendo “compras” con quien me regaló el libro. Él se define a sí mismo como un completo egoísta. Estábamos de un negocio para otro, de aquí para allá, y así…

La casa de mis padres -donde yo crecí- en Mérida, queda en una montaña. La ciudad está a unos 3 o 4 kilómetros, pero a lo largo de la bajada de la montaña pues puedes conseguir lo que llamamos “bodegas”, “kioskos”, “carnicerías”; en fin, pequeños mercaditos. Esto es algo muy normal de los pueblos, de las ciudades y pues -para quienes no lo saben- el comercio comienza así: de pequeño a grande, cuando vive en libertad. Pues bien, andábamos de aquí para allá buscando cosas…

Yo recuerdo ir viendo a esos negocitos cerca de mi casa, ir perdiendo ante la guerra económica del socialismo: Los que eran más grandes se fueron haciendo más pequeños y con anaqueles vacíos. Los pequeños se hacían más pequeños hasta que cerraban. Los nuevos negocitos abrían con toda la energía del mundo y al rato se daban cuenta que no podían y tenían que cerrar. Los que seguían abiertos tenían que calarse las groserías de quienes los acusaban de “acaparadores” y “especuladores”. Yo fui viendo ese.

Y ese día -como todos- mientras iba haciendo las compras con “el egoísta” -mi papá – yo iba pensando en eso, en que comprar cosas se nos había convertido en una tragedia que compartíamos con quienes estaban ahí para hacernos más fácil el comprar cosas: los comerciantes. Porque a fin de cuentas, uno de los tantos beneficios del comercio es que -mientras el comerciante aumenta su capital- sus clientes aumentan en calidad de vida al tener fácil y rápido acceso a las cosas que necesitan. Solo hace falta pagar y listo, tienes lo que necesitas.

Bueno, voy yo con mi papá de aquí para allá, y a mi siempre me ha molestado hacer compras; me da ladilla; ahora imagínense tener que hacerlo comprando el arroz aquí, la carne allá, el pollo por acá, el azúcar en la otra esquina, y así. Bueno, yo me ladillé y pensé…

“Ya va, ya va… Mi papá me está haciendo esta tarea más ladillosa porque quiere comprar el arroz aquí, pero el pollo allá, y resulta que aquí también venden arroz o podemos comprar el pollo donde venden el arroz porque también hay”. Y me puse a mirarlo con detenimiento…

Mi papá se estaba tardando más de lo necesario en comprar las cosas; yo perdía la paciencia pero él iba con una calma del carajo. Decía: “Ahora vamos a donde Giovanni por la carne. Ahora vamos a donde José por el pollo. Ahora a donde Estela por el arroz.” A mí me parecía que estábamos siendo webones al ir de un lado para el otro; que mi papá me estaba haciendo perder mi tiempo; porque todo lo podíamos conseguir o donde José o dónde Estela -aún con la escasez-. Y me le paro yo a mi papá y le digo: ¿Qué es la verga tuya? Jajaja

Y mi papá -sin entender- me dice: – ¿Qué vaina de qué?

Yo le digo: – Me tienes de aquí para allá comprando vainas que podemos conseguirlas todas en el mismo sitio todavía. Vamos para dónde José o Estela y ya, pero madre lala estás vueltas.

Y mi papá me mira y dice:

– Hijo, hay días en los que a veces donde Estela no hay arroz, pero José sí tiene. Hay otros en los que ni José ni Estela tienen carne, pero Giovanni sí. Y cada día será peor; por eso a mi me gusta comprarle a todos, porque quiero que todos estén abiertos; así me tome más tiempo.

Y se podrán imaginar que yo me sentí como un niño en pañales al lado de la respuesta de mi papá, porque yo ya venía leyendo sobre comercio y libre mercado por varios años, pero ni de madres me había sentado a pensar en eso. Mi papá sigue:

– “Si le compramos todo a uno solo, los otros van a cerrar más rápido. Y cuando los otros cierren, la gente que iba a donde ellos se vendrá al único que queda abierto y -con esta guerra socialista- no habrá suficiente para todos.”

Y sigue mi papá:

– “Por eso yo le compró a José, a Estela y a Giovanni al mismo tiempo, porque yo quiero tener opciones y si ellos tres están abiertos, entonces yo siempre tendré a dónde ir cuando necesite algo que comprar”.

Y yo abracé a mi papá con la mirada…

Y así, mis panas, ahí en frente de unos negocios pequeñitos que poco a poco irían cerrando gracias al socialismo, mi papá me estaba dando una lección de libre mercado, de acuerdos voluntarios; una lección de los principios que yo venía aprendiendo con sus libros. Y recuerdo que me dije: “Esta historia y esta lección no se me va a olvidar nunca en la vida”. Y miren, la estoy trayendo a capítulo. ¿Saben por qué? Les cuento:

Estaba yo al teléfono con mi papá, y entre que hablábamos me dice: – No he podido entrar al banco a pagarle algo que le debo al señor de un kioskito que abrió por aquí. No me carga la pagina. Yo le pregunto: – ¿Qué kioskito?

Y mi papá me contesta: “Un kioskito por aquí de un señor al que siempre le compro algo, cualquier cosa. A veces chucherias para Eduardo o cualquier otra cosa.”  Y no me lo tuvo que decir, porque ya la lección me la dio: mi papá le compra porque quiere que esté abierto. Cabe destacar -mis panas- que en mi casa la están pasando tan mal como en miles de hogares venezolanos. Mi papá tiene que administrar muy bien el dinero para que medio les alcance, y aún así, anda por esa montaña comprando en todos los negocitos, porque los quiere ver abiertos.

Mi papá es sexagenario, o -como el mismo dice- “sexigenario”; que camina por esa montaña cargando de bolsas con la comida que necesitan en la casa, porque transporte ya no hay. Y aún así, con todas las limitantes, se asegura de comprarles a todos. Les compra a todos porque cree en la diversidad, en el comercio, en el libre mercado; porque sabe que mientras más opciones tengamos los consumidores, mayor será la calidad de vida de uno. Así vive en un país socialista controlado por narco-asesinos.

Ahí tienen pues, la historia de un egoísta que -al mismo tiempo que se preocupa por sus intereses personales- está contribuyendo con los de otros. está orgulloso de ser egoísta, y yo también.

Fin.

 

Por: José Miguel

Foto: https://pxhere.com/en/photo/647760

Jose Miguel

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Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de Twitter @JP7___

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