A mis 23 años me enamoré de las ideas de libertad. Mi papá me regaló un libro, lo leí y dije: «esta vaina merece ser difundida y defendida a todo pulmón».
De entrada no sabía cómo hacerlo. Todo era tan académico, tan intenso, tan «para unos pocos», que a cualquiera que le hablaba de lo que estaba leyendo, le parecía «ladilla». No los culpo, porque cuando yo escucho a los académicos, me pasa igual. De hecho, gracias a esa «ladilla» es que hoy día existe iF Revista Digital. La fundé para que pudiésemos hablar de libertad así, con este vocabulario «callejero», entre panas.
En fin, llevo 10 años promoviendo estas ideas. Antes de salir de Venezuela me le dediqué con toda mi alma, a promover las ideas libertarias en Venezuela. Como era un pelabola con una pequeña empresa familiar que el control de cambio, el control de precios y la LOTTT nos obligaron a cerrar, pensaba «¿Cómo rayos le llego a más gente sin gastar un carajo?». Gracias, internet. Tú me lo hiciste posible.
Resumiendo el cuento -para pasar a mis tres anécdotas- entre 2010 y 2015 yo solo hablaba de libertad, aprendí a odiar al chavismo y a la «oposición» por igual; hice muy buenos amigos y elegí a mis enemigos. Huí de la dictadura a mediados de 2015, cansado, harto de los socialistas de lado y lado y en 2017 me desconecté luego del plebiscito. Pero estas ideas son una vaina seria y -días más, días menos- me viven dando golpecitos por aquí y por allá, para que las retome. Y miren lo que me ha pasado:
La «gringa» hippie
Dicen que «lo mejor que tiene Miami es, lo cerca que queda de los Estados Unidos». Bueno, yo vivo aquí y me encanta. Hace tan solo un mes y tanto, conocí a una americana, bella -por cierto-. Su nombre es Lyndsay. Luego de que le agarré confianza y se confesó conmigo como «hippie», empecé a preguntarle cosas sobre la cultura americana. Ella no habla nada de español y pues yo con wachu aprendí un mundo.
Una de mis curiosidades más grandes sobre los americanos, es: «qué piensan ellos sobre el libre porte de armas». ¿Por qué? Porque creo que los medios de comunicación en EEUU están haciendo un trabajo excelente para crear matriz de opinión en contra del libre porte de armas. Yo -en lo personal- he creído que los americanos llevan en las venas la idea de que «el libre porte de armas es un derecho fundamental». Y claro que lo es, pues representa el derecho a la legítima defensa.
Así que, de macabro dije: «Esta jeva es hippie. Le voy a preguntar «qué opina sobre este tema» y de seguro ya sé la respuesta, pero voy de jetón a intentarlo»:
Yo: Lyndsay, ¿Qué opinas de las armas? ¿Deberían estar prohibidas o no?
Lyndsay: – A mi -personalmente- no me gustan las armas. No tendría una en casa. Pero de ahí a querer que le prohíban a otros tenerlas, no estoy de acuerdo. Jamás le pediría a un gobierno que le prohíba a otras personas el poder defenderse.
Y bien, no necesito decir más. Podrán imaginarse que ahora me quiero casar con Lyndsay; una gringa hippie que me hizo recordar que no todo está perdido.
La francesa Stephanie
Posterior a conocer a Lyndsay, me topé en el camino con Stephanie. Ella es francesa, viviendo en Miami Beach, en el edificio de al lado.
Uno anda por el mundo creyendo que todos creen que los supuestos «beneficios sociales» son «buenos». Y así ando yo últimamente, que si me dicen que los impuestos «son buenos», me quedo callado y sigo. Que si me dicen que «la salud debería ser gratis», me quedo callado y sigo. Que si «la educación debería ser gratis», yo callado y sigo.
Y no sé de dónde demonios salió el tema, pero Stephanie empezó a hablar de eso. Me dijo que lleva 3 años en EEUU con su esposo. Yo le pregunté:
Yo: Stephanie, ¿Extrañas Francia? ¿Qué haces aquí?
Stephanie: Yo amo Francia, pero no volvería. De hecho, me vine huyendo de su sistema. Mi país es demasiado social. DEMASIADO SOCIAL.
Pausa: Eso de «demasiado social» fue música para mis oídos.
Stephanie: Al francés le han hecho creer que todo «es gratis». Que «tiene derecho a todo». Y ahora resulta que esa idea se extendió a los extranjeros, a los refugiados, a todo el mundo. ¿Y quién paga eso? Los que trabajamos. ¡Que va! Me vine a los Estados Unidos porque me gusta trabajar, sé que trabajo mucho pero todo es mío.
Y bien -mis panas- se podrán imaginar que ahora quiero montarle cachos a Lyndsay con Stephanie, la francesa que también me hizo pensar que no todo está perdido.
El pana de la Francisco Marroquín
Para terminar mis anécdotas, conocí a un pana de Guatemala. Yo soy malo para los acentos de centro-americanos, pero cuando escuché a este man hablar, le dije: «Usted es de Guatemala»; a lo que me dijo: «Sí, ¿Cómo lo supiste?». Yo le respondo: «Porque hablas igualito a Gloria Álvarez».
Pues, ¿Para qué?
Resulta que este pana estudió en el Oasis de la libertad: La Universidad Francisco Marroquín, en Guatemala. Conoce muy bien las ideas libertarias y a Gloria Álvarez. Luego de un rato hablando, me dice: «Tu suenas como Randiano». (Para los que no lo saben, Randianos somos los que defendemos y practicamos las ideas de Ayn Rand).
El pana de Guatemala: «Yo tengo un «problema» con los randianos. Ustedes son muy monocromáticos. Ven la vida solo en blanco o negro. Y moralmente es correcto, pero en nuestra era, hay que permitir los grises, para poder ir ganando espacios».
Lo que este pana quiso decir es que, los Randianos vemos la vida entre «bien o mal» y no permitimos los «términos medios». Y tiene razón, así somos.
Antes de irse, me dice: «José Miguel, tú que tienes una revista, busca la manera de hacer llegar las ideas de Rand de una manera suave. Perfora el mundo de los grises, para que los blancos (el bien) tenga oportunidad de ganar». Y se fue.
Y 10 minutos más tarde, estoy yo en un semáforo al lado del Aeropuerto Internacional de Miami, esperando para avanzar y pensando en estas tres anécdotas, decidiendo si está bien o está mal que me haga el loco cuando escucho barbaridades sobre la libertad, cuando me pasa por al lado un avión con «Atlas» -el hombre que sostiene al mundo sobre sus hombros- al lado y digo: «Esta vaina tiene que ser una señal».
¿Qué tiene que ver Atlas? Pues lean «La rebelión de Atlas», de Ayn Rand.
Mientras tanto, vean: Sin ningún vocabulario académico, yo les hablé en este artículo de tres ideas de libertad.
Por: José Miguel