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«Un país del tercer mundo no se caracteriza por sus etnias, latitudes geográficas, ni se caracterizan por las alturas o las características de los continentes, sino por las políticas que sus gobernantes adoptan».
Alberto Benegas Lynch
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Es una triste realidad la que tenemos que vivir -y admitir que vivimos- los latinoamericanos, cuando se trata de nuestros países. Al pensar en progresar, desarrollarnos, crecer y ser más libres, los latinoamericanos tenemos que mirar a otros países fuera de nuestra región y hasta nuestro continente.
Por décadas -si no siglos- nuestra región ha estado controlada por mafias en formas de gobiernos. El «liderazgo» político en Latinoamérica tiene más derechos, más recursos, más libertad, menos deberes y responsabilidades que los ciudadanos, hasta el punto de que, mientras en Estados Unidos las figuras públicas más famosas pueden ser los empresarios y emprendedores, en Latinoamérica el mundo nos conoce por nuestros políticos.
Si tan solo fuesen ejemplos a seguir, pero nos conocen por nuestros políticos tercermundistas.
Las «causas» del tercermundismo, según los tercermundistas
Cuando se toca el tema del tercermundismo en Latinoamérica (Latam), muchas son las formas de verlo. Unos creen que la causa fueron «los barcos de Colón», porque -según ellos- «Colón vino a esparcir una cultura de atraso, de flojera, de viveza y saqueo».
Otros creen que la causa del tercermundismo de Latam se debe a nuestro «clima privilegiado». Afirman que «el hecho de que no tengamos que planificar de acuerdo a las temporadas del año, es lo que ha hecho que no hayamos tomado prácticas como el ahorro y el pensamiento de largo plazo», pero en Latam hay países con las 4 estaciones también y ninguno es -lamenteblemente- un país desarrollado; así que esa teoría pierde sentido.
Y también está la teoría de «es el Catolicismo», pues no es un secreto que la iglesia católica ha vendido la idea de «ser rico es malo», «la propiedad privada es secundaria» y «Dios proveerá», lo que se traduce en principios que rigen nuestro comportamiento de sentir un rechazo hacia la riqueza, no defender la propiedad privada y creer que no somos quienes escribimos nuestro destino, sino que «Dios lo hace por nosotros». Qué injustos somos con Dios, si pensamos así.
Pero como dice Alberto Benegas Lynch en la cita que les coloqué al inicio de este artículo: «Un país del tercer mundo no se caracteriza por sus etnias, latitudes geográficas, ni se caracterizan por las alturas o las características de los continentes». El tercermundismo no es una consecuencia de estas condiciones, «sino por las políticas que sus gobernantes adoptan.».
En Latam, los políticos en el poder -en su mayoría- son de izquierda y no hay nada más tercermundista que las ideas de izquierda.
Las verdaderas causas del tercermundismo
Según Benegas Lynch en este video, las políticas que los gobernantes adoptan y que hacen a nuestros países tercermundistas son: «Precios máximos, empresas estatales, inflaciones monetarias, reformas agrarias, corrupciones galopantes, no existencia de división de poder, no independencia de la justicia.»
¿Se les parece esto mucho a Latam? Seguro que sí.
Esas son las políticas que todos los gobiernos de nuestros países han implementado, porque son -precisamente- gobiernos de izquierda, dirigidos por políticos de izquierda, que solo buscan enriquecerse a costa de la desgracias de los ciudadanos, mientras nos hunden en el tercermundismo más profundo y criminal del mundo. El verdadero juego de suma cero es el socialismo, que no puede implementarse sin quitarle todo a unos, para dárselos a los peores miembros de una sociedad.
En un Bonding Libertario que organizamos en vivo por Twitter Space, le pregunté a los que participaron sobre cuál consideraban ellos que eran la causa y la solución al tercermundismo de Latam. Las respuestas que más me gustaron fueron «el contenido de la educación», «la burocracia», «vivir sin aspiraciones», «romantizar la pobreza», «la no institucionalidad», «las políticas económicas», todas estas son consecuencias de las políticas que adoptan los gobernantes y que rigen el comportamiento de las personas. A través de la práctica constante, se convierten en principios de vida.
Pero quise simplificar el problema en dos cosas que considero el corazón del asunto: la inestabilidad política y el pensamiento cortoplacista.
Inestabilidad política y cortoplacismo
Si lo que hace a un país tercermundista son las políticas que adoptan sus gobernantes, lo que nos mantiene en el tercermundismo es la práctica de estas políticas por parte de los ciudadanos.
La inestabilidad política es -precisamente- ese sistema que es la consecuencia de las políticas tercermundistas, hecho con premeditación, planificación e intención por parte de los políticos y esa inestabilidad política rige nuestro comportamiento, pues como se trata del empobrecimiento masivo a través de la inflación y el saqueo, nos vemos obligados a pensar en corto plazo, a resolver.
Los latinoamericanos tenemos una necesidad urgente de deshacernos del fruto de nuestro trabajo -el dinero- tan pronto como sea posible, porque sabemos que mañana valdrá menos. No tenemos reserva de valor, no podemos colocar nuestro dinero en inversiones porque la inestabilidad política jamás podrá garantizar reglas del juego claras, así que nos vemos en la necesidad de deshacernos del dinero a través del consumo o huir de nuestros países.
La inestabilidad política origina un comportamiento que es la razón por la cual no tenemos cultura de ahorro: el pensamiento de corto plazo. Y la inestabilidad tiene otro efecto que nos hace daño: espanta a la inversión de capital extranjero, que de otros países o continentes pudiesen venir a invertir en Latam, pero no lo hacen porque no hay reglas del juego claras, su propiedad no está protegida, ni es respetada, con lo cual el capital de riesgo se convierte en potencial pérdida para los inversionistas.
Cómo acabar con el tercermundismo
Es alentador que en Latam hoy día, las nuevas generaciones están más preocupados por la política, que generaciones anteriores. Independientemente de que algunos jóvenes estén siendo manipulados o seducidos por las ideas equivocadas, otro grupo emergente de jóvenes inteligentes brota entre la oscuridad y son estos los que representan la esperanza.
No necesitamos más políticos en Latam, lo que necesitamos son más jóvenes conscientes de cuál es el rol de los pocos políticos que necesitamos para mantener al gobierno tan pequeño como sea posible. No necesitamos que «los líderes actuales comprendan a los más jóvenes», necesitamos que los más jóvenes desplacen para siempre a los líderes de los partidos y políticos tradicionales.
Para acabar con la inestabilidad política, tenemos que formar esa generación de individuos conscientes de que el rol de la política en nuestras vidas debe ser ultra limitado, que jamás puede estar por encima de nuestro derecho a la vida, la libertad y la propiedad, y eso se logra hablando, promoviendo, defendiendo e influyendo con estas ideas en nuestro entorno.
¿Y el cortoplacismo?
Tenemos practicar el pensar en largo plazo, aprenderlo de otras sociedades. Hay que cambiar de hábitos en nuestra forma de pensar y comportarnos cuando se trata del dinero, del fruto de nuestro trabajo, de nuestra propiedad. Tenemos que buscar fuentes que sirvan de reserva de valor: activos digitales, inversiones a mediano y largo plazo, invertir en el negocio propio mientras nos aseguramos que las reglas del juego no nos impiden vivir de lo que queremos.
Los latinoamericanos sabemos que, por ejemplo, los estadounidenses comienzan a ahorrar para su edad adulta desde muy jóvenes. ¿Nosotros lo hacemos? No, pero deberíamos copiarnos. También sabemos que ellos ven la edad adulta como otra oportunidad para disfrutar la vida y volver a emprender, a iniciar un negocio aunque ya tengan algo estable. ¿Nosotros lo hacemos? No, pero deberíamos copiarnos.
La inestabilidad política y el cortoplacismo se curan dejando de hacer las cosas tan mal como se han venido haciendo, para empezar a hacerlas de manera diferente o imitando a otras sociedades, lo que han practicado y en lo que han tenido éxito.
Conclusión
Jamás subestimes la capacidad que tienes para transformar la realidad. Jamás desperdicies tu energía tratando de cambiar lo que no puedes controlar. Ocúpate de influir en tu entorno, de rodearte con más, de ser el mejor ejemplo que puedas ser y de dejar este mundo mejor que como lo encontraste.
Al tercermundismo no le gusta las personas así y cuando somos más, no hay espacio para él, ni para los tercermundistas.