Venezuela está compuesta por ciudadanos productos de una mezcla muy interesante de razas. Morenos, catires, negritos -entre otros- son el producto del mestizaje que enriquece nuestra cultura; y más allá de cualquier otro objetivo Venezuela puede definirse con la palabra pluralidad que -además del color de piel- se pasea también por la religión y las costumbres según la región del país que se visite.
Sin embargo ciertas posiciones de la Izquierda intelectualoide y el populismo barrilógico han dado como consecuencia que exista lo que podemos denominar como racismo, ese que niega dos aspectos fundamentales como lo es “La razón” -cuando estos racistas dejan de discernir entre las capacidades individuales de las personas y hacen un juicio de valor errado que tiene que ver con su ascendencia- y la “elección” -ignorando completamente que lo que nos diferencia como seres humanos es lo que hacemos con nuestras vidas y eso no está atado a ninguna raza o condición social-.
Pero algo curioso indudablemente es la característica de un racista que -como lo dice Rand, la enorme mayoría de ellos son personas que no han logrado su propia identidad- no han alcanzado meta alguna ni se han distinguido individualmente, por lo cual esconden sus carencias e inseguridades en la raza, el grupo o la tribu a la que pertenecen, como si los logros de un hombre dependieran de su raza, o aun peor, como si esos logros pudieran borrar la mediocridad de otros.
Incluso en la historia podemos contrastar dos sociedades que sufrieron la desgracia que conlleva el colectivismo y curiosamente tenían en común que sus economías fueron las más controladas, como lo fue la Alemania Nazi y la Unión soviética: en la primera -la Alemania nazi- los hombres tenían que llevar cuestionarios sobre su ascendencia, retrocediendo varias generaciones para probar su origen ario, pero en la segunda -La Unión Soviética- los hombres debían completar cuestionarios similares para demostrar que sus antepasados no habían poseído propiedad alguna, probando así su origen proletario, ya que la ideología comunista se apoya en la idea de que los hombres pueden ser condicionados genéticamente para el comunismo.
Para contrarrestar tan absurdos planteamientos racistas, el objetivismo concibe un solo antídoto para el racismo que es “La Filosofía del Individualismo y su corolario político-económico, el Capitalismo”.
Esto porque:
El individualismo considera al hombre –todo hombre- como una entidad independiente, soberana que posee un derecho inalienable a su propia vida, derecho que se deriva de su naturaleza como ser racional.
Es decir, en una sociedad capitalista donde se respeta los derechos individuales y se hace justicia, cuando un hombre usa la fuerza física de forma coaccionaria contra otros, lo que realmente importa es el individuo y su poder de creación de riqueza con su propias capacidades, que en asociación voluntaria con otros hombres satisface sus necesidades y las de los demás, ofreciendo sus productos, su intelecto o su servicio a cambio de lo que acuerden.
Venezuela debe ir hacia un estado que hoy no existe, donde respeten los derechos individuales, la razón y la libertad de todos los individuos. Eso no lo va a conseguir con socialismo, ni mucho menos con comunismo. Pero tampoco con socialdemocracia, a la que dedico la última cita de este escrito para su reflexión.
“Sobre el racismo: Los socialdemócratas son culpables de la misma contradicción, si bien en forma diferente. Alegan que todos los derechos del individuo deben sacrificarse en favor del poder ilimitado de la mayoría, y al mismo tiempo se presentan como defensores de los derechos de las minorías. Pero la minoría más pequeña del mundo es el individuo. Quienes niegan los derechos del individuo no pueden llamarse así mismo defensores de las minorías” Ayn Rand – La Virtud del Egoismo.
Por: Anderson Riverol | Foto: recreoviral.com