En más de 16 años de dictadura, Venezuela ha intentado muy pocas veces salir de esta. Una de ella fue por allá en 2002, cuando –por medio de un paro petrolero- se le intentó cortar el ducto económico que los mantiene vivos a pesar de la crisis que sea: el petróleo. Se diga lo que se diga, esa fue una movida inteligente, porque lo que hace Todopoderoso al Estado venezolano es precisamente tener en sus manos el monopolio de un petróleo que se debería privatizar en su totalidad, para empoderar a los venezolanos.
Luego, el siguiente intento fue en 2005, cuando la abstención para las parlamentarias fue de 80% y se demostró que el chavismo es minoría desde entonces. ¿Qué pasó? Los partidos tradicionales de izquierda que conforman “la oposición” –luego de llamar a la abstención con éxito- vieron en riesgo su propia permanencia en el poder al mostrar el punto débil de eso que llaman “democracia”: la cultura de elegir al tirano que te dará azotes, por medio de votaciones.
No fue sino 9 años después, en 2014, cuando se hizo otro intento: las protestas de febrero 2014. Pero solo los valientes salimos a la calle, arriesgamos el pellejo en pro de la libertad, vimos caer a 43 venezolanos de manera fría, calculada y cuyos asesinatos claramente se le atribuyen a las hordas chavistas. Fueron 3 meses de ganas, de energía y de disposición para salir de una dictadura que mostró los dientes al ver que principalmente Táchira y Mérida –como siempre- se les alzaron, costara lo que costara. Pero claro, esa estúpida idea centralista que repite el venezolano común a cada rato de “si no es en Caracas, no pasa nada” –sumado a los favores de la MUD con un diálogo pagado por el chavismo- frenaron el avance.
Hoy día los venezolanos ponen su fe, sus esperanzas, en un absurdo que no ha funcionado jamás para derrocar dictaduras de izquierda: elecciones. Ni siquiera presidenciales, sino parlamentarias, que en el 2010 quedó en evidencia el hecho de que el chavismo tiene negociada con la oposición, la práctica manipuladora de: “ustedes más votos, nosotros más diputados”, y colorín colorado.
Es triste –al mismo tiempo que decepcionante- ver que una sociedad como la venezolana, con tanto potencial, le apueste su futuro a estupideces. Una dictadura violenta, genocida, narcotraficante y socialista como la chavista, jamás va a salir “por las buenas”. ¿O acaso creen que si el mundo quiere acabar con terroristas como ISIS y Hamas, con una mesa de diálogo y acuerdo de paz en la Habana, bastaría?
El chavismo está repitiendo el mismo manual de siempre, en el que los medios de comunicación los hacen ver como “débiles”, en el que “las encuestas dicen que la oposición es mayoría”; en el que una serie de noticias vinculan a funcionarios de alto poder con actos ilícitos, en el que Maduro sale diciendo que “si pierde, habrá violencia y se lanzará a la calle” y en el que la gente empieza a repetir idioteces como “si es que esas elecciones se dan, porque el chavismo está tan mal que no le conviene ir” y “esta vez sí; esta vez los sacamos”.
Toda esta manipulación es para convencer a la gente de que vaya y participe, porque la única forma de que una trampa electoral tenga éxito es que se vote masivamente, con lo que se le da legitimidad al proceso, mientras que en la sala de totalización se voltean los resultados a conveniencia: “ustedes un poquito más de votos y yo, el dictador supremo: más poder”.
Por: José Miguel