Hay un dicho que asegura que los seres humanos solo somos animales de costumbre. Nos acostumbramos a todo: a la rutina, al día a día, a las necesidades y siga usted agregando ítems a la lista. Siendo objetivos, si uno se acostumbra a “lo bueno” difícilmente creerá que esa costumbre es mala, pero acostumbrarse a lo malo, eso sí que es una pena. ¿Puede alguien acostumbrarse a lo malo? Los venezolanos demuestran que sí, y en masa.
Dieciséis años son mucho para la vida de una persona, pues si pensamos que el promedio de vida es de setenta años, representarían ¼ de nuestro periodo operativo en este mundo. Pero todo indica que en Venezuela no se hace este cálculo, y que un año más o un año menos no harán la diferencia porque igual “si no trabajo, no como” ¿no es así? O como dicen los cubanos: estamos pendientes de resolver, vivir y seguir adelante. Es así como toda una nación permite ser hundida en completa miseria, como Cuba lo hace desde 1959 y como Venezuela desde 1999: a través de la costumbre.
La costumbre es: aceptar lo que ocurre como algo normal, sea bueno o malo. La delincuencia, la corrupción, el asesinato, el narcotráfico, los abusos de poder, el robo de la propiedad privada y el saqueo de los recursos públicos ya son costumbre para el venezolano. Incluso hacemos chistes de eso y hay muchos comediantes que se ganan la vida haciendo que los venezolanos se rían de sí mismos, de su miseria. Si vamos por la calle y presenciamos un robo, eso es normal. Si vemos que le meten un tiro a alguien en nuestras narices, eso no nos sorprende: es normal. Si nos dicen que hay papel sanitario, pollo, carne, jabón y prácticamente cualquier producto –que en países pro-capitalistas abundan- pero hay que hacer cola de dos horas, eso es normal.
El día a día del venezolano se le va en “lo normal”, es decir: siguiendo en este mundo como todo un miserable. Ya es normal que no pueda comprar ropa nueva, y quizás eso le parece que está bien porque no tiene que pensar todos los día en qué ponerse, pues solo tiene tres trapos viejos y sucios como los cubanos. En la calle es difícil diferenciar entre un indigente y una persona que no lo es, pues todos tienen en el rostro la misma expresión de desesperanza, pobreza y hambre. Si no hay carne, pues come pan; si no hay pollo, pues come pasta. Si no hay jabón, se pone la ropa sucia; si no hay papel sanitario, se limpia con un trapo, y si el dinero no le alcanza, pues no compra nada. Ya todo eso es normal; así de fácil es acostumbrarse.
También nos acostumbramos a “lo bueno” de otros, pues ver a Diosdado Cabello y sus hijos vestirse con ropa que cuesta más que el sueldo mínimo de diez venezolanos, es normal. Ver las fotos de Nicolás Maduro y su familia haciendo turismo de lujo, en primera clase, gastando más que el cupo viajero de cuarenta venezolanos en una sola noche, es normal. Ver a María Gabriela Chávez emborracharse en el climax del saqueo que durante más de una década ejecutó su papito, eso es normal. Todo “lo bueno” de esos personajes –típicos socialistas que no saben producir nada, pero son expertos saqueando todo- se sostiene sobre “lo normal” de cada venezolano: la pobreza.
Si por hacer chistes sobre la triste realidad del venezolano, los comediantes ganan millones, se entiende perfectamente por qué los socialistas del chavismo –burlándose de esa realidad- multiplican esa suma. Burlándose con sus lujos inmerecidos, con sus camionetas compradas con dinero del narcotráfico, con sus hijos viajando por el mundo y estudiando en el “perverso” pero libre imperio; pero recuerda: eso es normal.
Si es cierto que los seres humanos solo somos animales de costumbre –al igual que los cubanos durante más de sesenta años- los venezolanos somos: el reino animal. Pero claro, es más fácil acostumbrarse que ponernos de acuerdo y luchar por la libertad.
Por: José Miguel | Foto: laculpaesdelaiguana.com