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Qué Puedo Hacer Si Sospecho Que Mi México Será Como Venezuela

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Hace unos días conocí a una familia de mexicanos que estaban estaban de visita por Miami. El esposo, la esposa y dos chicas adolescentes que -no tengo la menor duda- deben tener una posición económica buena, por la forma en la que hablaban, por las cosas que preguntaron y porque uno lo nota en el semblante.

Cuando me preguntaron que «de dónde era» y les respondí que «de Venezuela», la señora -que era la que más hablaba- dijo: «¿Te puedo hacer unas preguntas?». Y yo le respondí que por supuesto.

Sin tener duda de por dónde venía la cosa, dejé que la señora comenzara su interrogatorio, el cual fue así:

Tú como venezolano, ¿Qué nos recomendarías? Porque sabes que mi esposo y yo tenemos nuestras dudas con lo que pueda pasar en México con este nuevo presidente. Todo indica que se parece a lo que le pasó a ustedes. Lo vemos, es obvio, habla, hace y se comporta igual al que ustedes tenían antes y al que tienen ahora. Y ya empezó a hablar de regalarle cosas a la gente sin que tengan necesidad de hacer nada; así que ya sabemos para dónde va esto. La verdad estoy preocupada, ¿Tú qué nos recomendarías?

Y bueno, para poder responder a esa pregunta yo comencé a imaginar que tenía el poder para regresar el tiempo y volver al año 1998 en Venezuela, con esta misma edad que tengo ahora, no la que tenía en ese momento, cuando apenas era una adolescente.

Lo voy a explicar a continuación desde distintas posiciones, porque claro que se han podido hacer y se ha podido ser muchas cosas, así que veamos si los mexicanos por los menos leen esto, aprenden de la experiencia ajena y toman su decisión de si quieren vivir más o menos tiempo, de si quieren tener país o un mal recuerdo, de si quieren ser un buen o un mal ejemplo, de si quieren «patria» o libertad.

Vamos pues…


El que no lo piensa dos veces

Empecemos por el que toma decisiones de una vez, sin esperar. Esa persona a la que algunos acusarán de «cobarde», pero en realidad es un visionario.

Con la información que maneja, las historias que ha escuchado de otros países que han pasado por lo mismo y una mente fría y clara, el que no lo piensa dos veces comienza a evaluar opciones en el exterior.

Inmediatamente empieza a deshacerse de cosas que le puedan estorbar su partida. Para que se está librando de ellas, pero en realidad está salvando lo que tiene. El que no lo piensa dos veces empieza a vender propiedades, a ahorras en moneda extrajera, a contactar amigos o conocidos en el exterior y empieza a preguntar «cómo es la vida por allá» a quienes están en otros latitudes.

El que no lo piensa dos veces no está dispuesto a perder nada, no se dejará quitar nada. Sabe que a donde vaya, podrá comenzar de cero con lo que tiene en mano y mientras más tenga, mejor. Traza un plan, se pone un plazo para que no le quede nada que pueda lamentar ante su partida, empaca sus maletas y se va al país que escogió.

Llega con lo que tiene, se adapta, se acostumbra, lo asume como suyo y empieza una nueva vida. El que no lo piensa dos veces no es cobarde y mucho menos un perdedor: es un visionario.


El precavido

El precavido tiene sus dudas, pero también tiene las dos opciones. No sabe si es «desesperado» irse o si es «tonto» quedarse. El precavido usualmente camina hacia adelante y hacia atrás.

Unos días dice que se va, otros días dice que defenderá lo que tiene hasta el final. Unos días amanece esperanzado, otros simplemente amanece con un miedo terrible de estar en el lugar correcto y tomando las peores decisiones de su vida.

Pero el precavido tampoco es tonto, pues se preocupa por tener su Plan B. Va «de visita» a otros países, «de turismo» y mientras pasea es preguntón, mirón y curioso. Empieza a tocar puertas, a pensar cosas como «qué podría hacer yo aquí» y le pregunta a la familia -de manera «inocente»- «¿Chicos, les gustaría vivir aquí?»

El precavido aún lleno de dudas, hace todo lo posible por tener consumado su Plan B. Compra una propiedad por fuera y comienza a rentarla para que esta se pague sola y -además- le genere una ganancia que le sirve de ahorro, de «por si acaso» en otra moneda que no pueda verse amenazada por el tirano socialista que ejerce el poder en su país.

El precavido cuida lo que tiene en su país, pero empieza a cuidar con más ahínco lo que adquiere en otro diferente, ese que le va a servir de refugio si le toca salir corriendo de eso que escucha por televisión ser llamado «patria».


El AMLOista

A mi en mi casa me enseñaron que si uno va a hacer algo, tiene que hacerlo bien, tiene que ser el mejor haciéndolo. La mediocridad no es una opción, ni siquiera para el que decide ser un mediocre. Así pues, veámoslo desde el punto de vista del AMLOista, del «cuate chavista».

Si usted decidió que es AMLOista, pues la tiene fácil. Empiece a inscribirse en cuanto programa le ofrezca su presidente, y si ya lo hizo, pues reinscríbase y revenda el cupo, así hace unos pesitos adicionales.

Si no tiene casa, pida una, que «de se seguro se la van a dar». Y si ya tiene casa, pues pídala igual y la que le sobre, la renta o la vende. Luego de que la revenda, páguele a su amigo «el funcionario AMLOista» para que lo reinscriba en otra casa. Así en lugar de revender una, revende dos. Más pesitos, mucho mejor.

Si usted es un AMLOista avispado, pues me imagino que ya está haciendo todo lo posible para enchufarse en la maquinaria política. Si no lo ha pensando o no lo ha hecho aún, usted es un AMLOista muy mediocre, con poca visión. Pero no importa, no se sienta marginado, porque como usted habrán muchos en muy poco tiempo. Simplemente tiene que pensar en una manera en la que pueda joderse en ellos, antes de que ellos se jodan en usted.

¿Quiere opciones? Bueno, puede convertirse en «sapo». ¿No sabe qué es eso? Pues el que dentro de su comunidad, empieza a pasarle información al partido de AMLO, para que sepa -entre sus vecinos- cosas como «quién no lo apoya», «quién tiene dudas», «a quién le sobra una casa», «quién tiene dos carros», «a quién le va bien», cosas así, esas que solo se le presta atención cuando se es un resentido envidioso. Recuerde que si va a ser un resentido envidioso, tiene que ser el mejor. Además, a los sapos les pagan, así que agarre los pesitos que le ofrezcan, los va a necesitar así que no lo piense mucho.

Una penúltima cosa que le voy a recomendar es que, de cada cosa que haga, de cada cosa que revenda, de cada trampa en la que se meta, vaya guardando algo para cuando le toque «bachaquear». ¿No sabe qué es «bachaquear»? No se preocupe, que lo va a aprender, y recuerde que si va a ser bachaquero, tiene que ser el mejor, no se conforme con ser uno mediocre.

Por último -y no menos importante-, recuerde esto: patria, socialismo y muerte. Usted AMLOista las va a conocer las tres. Así que sea valiente, defienda su proceso, sea el AMLOista más radical, apasionado, chavista, resentido, vividor, corrupto, ladrón y sinvergüenza de todo México.

Recuerde que tiene que ser el mejor en todo.


El nacionalista

Aquí entran dos tipos de nacionalistas: el que de verdad se queda en México porque quiere a su país, pase lo que pase, y al que le toca quedarse porque no tiene opción; quizás no tiene el dinero para salir, no tiene a dónde ir o sencillamente le da miedo.

Al nacionalista que se queda porque quiere, porque cree en México y porque quiere a su país, muchas veces se le hace «fácil» vivir en medio de la tragedia en la que le convertirán la vida. Simplemente se mentaliza en que tiene derecho a tener la vida que quiera, hacer lo que quiera y vivir como le permitan. Trata de tener una vida normal mientras todo a su alrededor es un cementerio de muertos que caminan. Sus redes sociales las maneja sin discreción, opina a veces en contra y a veces prefiere no opinar.

El nacionalista «por convicción» decide vivir en una burbuja. Lo reconocerán porque dice cosas como «es que no hay que ser tan negativo», «es que hasta en los países en guerra la gente iba a fiesta y se casaban» y especialmente dirá cosas como «el que está afuera no tiene derecho a opinar» y «los que están afuera creen que nosotros no tenemos derecho a divertirnos». Si usted va a ser ese nacionalista, sea el mejor.

Y está el nacionalista que no tiene opción. Pobre de este, porque es la víctima más afectada por el sistema. Al no tener opción, vive desesperanzado, desmotivado, cansado, molesto. Trata de participar en casi cualquier actividad que sea en contra de AMLO, pues sabe que no quiere vivir así, pero no tiene opción. Usualmente este nacionalista trata de tener una vida normal, pero no puede, no lo dejan.

La realidad lo golpea a cada rato, la miseria lo alcanza en todos los rincones y la policía del pensamiento también. El AMLOista lo usa como moneda de canje con sus líderes del sistema, traicionándolo, entregándolo y si hay más pesos de por medio, matándolo.

Si usted decide que será el nacionalista que no tiene opción, lo siento mucho, pero usted va a sufrir lo que le queda de vida.


El radical

Dejé para el final, el que yo decidí ser, hasta que llegó la hora cero: la hora de partida.

Y es que si yo pudiese retroceder el tiempo, conservando esta edad, sería un radical diferente. ¿En qué sentido? Veamos al radical

El radical suele concentrarse con cosas que no puede defender, y descuida las que sí y -peor aún- las que debería. Si yo pudiese regresar el tiempo, sería el radical que no deja que le quiten la tierra, que no deja que le cierren el negocio, que no deja que le digan qué hacer, que no deja que lo acorralen hasta que se tenga que ir y -especialmente- sería el radical que no permite que le desintegren la familia en mil pedazos, que nos obliguen a separarnos.

En lugar de estar luchando solo por cosas como «el gobierno debe ser limitado», «los mercados libres» y gritando a los cuatro vientos que «el socialismo es miseria» (cosa que el mundo entero ya debe saber), me dedicaría a formar comunidades de defensa de la propiedad y de la familia, con mis vecinos, con mis pares, con mis similares, con esos que al igual que yo tienen mucho qué perder y no se lo quieren dejar quitar de una pandillita de criminales.

Yo sigo manteniendo que, ante un depredador, pierde el que muestra miedo y gana el que no. A mi me funcionó muchas veces y eso que solo lo practiqué a pequeña escala. Por eso, si pudiese regresar el tiempo a la Venezuela de 1998, con esta misma edad, sería el radical que no se deja quitar nada, que lo defiende todo y que no sale corriendo.

Pero esta posición es difícil, así que, a usted amigo mexicano, solo le queda escoger cuál quiere y puede ser.


Para terminar

Yo sé que «México no es Venezuela», así como «Venezuela no era Cuba». Ustedes pueden ser una versión renovada y mucho peor de lo que nosotros permitimos que nos pasara.

Espero que no. ¡Suerte!

 

José Miguel

Jose Miguel

Jose Miguel

Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de Twitter @JP7___

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