Empecemos por aceptar que esta Venezuela –que muy pocos quieren y que muchos simplemente soportan- se define con dos palabras: descomposición social. Esa “viveza criolla” de la que muchos presumen con orgullo –como si se tratara de una virtud admirable- no es más que la magnificación de un oportunismo que parece disfrutarse más, si se sostiene sobre la desgracia de los otros 30 millones.
Que en esta Venezuela se admire y respete más al que “hace” dinero fácil, por medio de contactos con funcionarios que forman parte del régimen más saqueador y parásito que habremos conocido los venezolanos; que personas digan cosas como “ese Diosdado sí la supo pegar” o “tengo un amigo al que le va bien porque logró cuadrarse con el chavismo, ¡es que eso es lo que hay que hacer!”, es una muestra gratis de cómo muchos venezolanos consiguen satisfacción en la trampa y la sinvergüenzura.
Hay que aceptar que es así, y más aún: hay que aceptar que eso está mal. Que el hecho de que una persona se enriquezca económicamente gracias a la estafa, no lo hace portador de habilidad especial a la cual debamos aplaudir. Que un funcionario o militar, sea rico hoy día por corrupto o por narcotraficante, no lo hace un genio de esta generación; y que un amigo sepa sacarle provecho a la situación, aliándose con ladrones vestidos de funcionarios para poder tener su carro, su apartamento o con la excusa de que “lo hace para alimentar a sus hijos”, ese no puede ser el ideal de un venezolano. ¿Por qué a ellos les va bien en sistemas como este? Porque son ladrones. ¿Qué les pasaría en un sistema libre? Serían superados por los mejores.
Y es hacia esta segunda opción hacia la cual tenemos que apuntar. Yo mantengo que nada de lo que hagamos tiene que ser “por Venezuela” “por la patria” “por el Rey” ni mucho menos “por los otros”. ¿Acaso somos esclavos o carne de cañón que se sacrifica para que otro disfrute del resultado? No es ni nacionalismo, ni patriotismo ni mucho menos sacrificio lo que este país necesita; lo que a Venezuela le hace falta son hombres libres.
Hombres que no teman decir que tienen intereses personales y que darán lo mejor de sí para alcanzarlos. Personas comprometidas con factores clave como el respeto mutuo, sin el cual ninguna sociedad puede sostenerse y mucho menos desarrollarse. Individuos que no deseen obtener supuestos valores o derechos, apoyando que esos les sean arrebatados a otros. Venezolanos que en lugar de aplaudir la “viveza criolla”, la desprecien, condenen y denuncien. Que en lugar de ver liderazgo en Maduros o Diosdados “porque logró ser presidente siendo siendo solo conductor de buses” o “porque ese sí la supo pegar”, consigan esa inspiración en cada venezolano que emprende, que trabaja y que se gana lo suyo honestamente.
Venezuela no necesita más “vivos”, lo que necesita son personas que quieran vivir pero con integridad, coraje y por cuenta propia. Venezuela no necesita más parásitos que se peguen de un cargo público para recibir sin trabajar, para disfrutar de beneficios sin hacer nada; todo lo contrario, necesita de ese que dice “yo lo hago” “yo trabajo” “yo invento” “yo produzco” y que ganar dinero por ello no lo considere pecado o un egoísmo perverso. Venezuela no necesita más militares “dame pa’ los frescos” porque ya tiene muchos, ni tampoco funcionarios vinculados a mafias de droga; lo que hace falta aquí para ser un país de verdad son comerciantes, empresarios, productores y trabajadores de verdad.
En realidad no es Venezuela quien necesita eso, somos los venezolanos obstinados ya de la inseguridad, de la escasez, de la inflación, de leer solo desgraciadas noticias todos los días, de andar sobreviviendo como animales comunes en lugar de vivir como seres humanos, hartos del socialismo. Que en lugar de llevarnos al chamo para la cola del jabón o la chama para la de las toallitas diarias, nos los llevemos de paseo para la playa o para el mismísimo imperio si nos da la gana y tenemos con qué. Que en lugar de andar ligando que no nos llegue a la casa visita a la hora del almuerzo porque la comida no alcanza, recuperemos ese agradable compartir que antes significaba una mesa venezolana.
Que ya basta de Maduro, de Diosdado, de Capriles, de Chúo Torrealba, de Henri Falcón y del difunto “comandante supremo” –saqueador- que se dedicó a jodernos la vida por su estúpido resentimiento y su sed de maldad, propia de un militar fracasado y resentido. Basta de todos estos degenerados funcionarios chavistas y “opositores” que sonríen burlonamente al ver a toda una nación hundida en la miseria.
Lo que necesitamos, lo que valdría la pena querer es, salir de estos malandros rojos y azules, desaparecer sus absurdas ideas comunistas, socialistas, progresistas y socialdemócratas que millones han aceptado con tanta irresponsabilidad e ignorancia supina, y ponerse los pantalones en nombre de la libertad individual, del comercio, de la producción y del libre mercado.
Esa es la clase de personas que hacen falta para cambiar este país sinvergüenza, por uno de progreso y libertad. Esa es la clase de personas que empujan a la humanidad hacia el desarrollo y la creación de riqueza; personas que no necesitan pisotear a otros para ganarse lo suyo, que no necesitan de favores de “amiguchos” en el gobierno para demostrar que su trabajo tiene valor y que en lugar de “hacerse” con el dinero de otros, hagan su propio capital. Venezuela necesita individualistas de verdad, no a los oportunistas de la actualidad.
Por: José Miguel | Foto: lausolorzano.com