En la vida solemos destacar por nuestra personalidad, esa manera tan peculiar de comportarnos y que permite a otros hacerse una idea de cómo somos. ¿Podemos mejorarla cada día más?
Cuando catalogamos a una persona como “única” precisamente nos estamos refiriendo a su personalidad, porque son sus acciones, criterio y opiniones las que podrían diferenciarla de los demás. Pero ¿cómo construir nuestro criterio propio? ¿es posible? Desde luego. Cuando nacemos somos como una gran computadora en blanco, la cual debe ser programada y cargada de información que utilizaremos cada vez que lo necesitemos con el fin único de vivir, haciendo lo que más nos gusta y lo que mejor sabemos hacer. La diferencia es que al principio esa información que entra a nuestro cerebro la deciden nuestros padres, la escuela, la televisión, la sociedad; en fin, otros factores que tienen poder para influir sobre nuestra inocencia. ¿Necesitamos en la juventud, resetear esos patrones y cargar a nuestro cerebro la información que nosotros mismos elijamos? Eso sería lo ideal.
En este mundo tenemos dos fuentes de información primordiales, de las cuales se derivan un sinfín de medios que nos permiten recibirla: las propias experiencias y las experiencias de los demás. Los libros, el internet, la historia, la televisión y una buena conversación (entre otros) representan los medios que nos permiten recibir la información sobre las experiencias de otros; ese traspaso de conocimiento que nos brinda la oportunidad para evolucionar. Gracias a las experiencias de los demás, nosotros podemos aprender y beneficiarnos de su esfuerzo, de sus errores y aciertos, lo cual nos permite ganar tiempo y ocupar nuestra concentración en avanzar, resolviendo problemas que están por encima de los que ellos ya resolvieron. Sus conocimientos forman parte de toda esa información que al principio no decidimos nosotros, esa data que podríamos “resetear”. ¿Cómo hacerlo?
La mejor forma de resetear ese conocimiento es cuestionar. Cuestionar es el medio a través del cual nosotros elegimos qué información entra y qué información sale, qué información se queda y cuál borrar. Puede que gran parte de nuestra vida hayamos creído que alguien tan perverso como el Ché Guevara pudiese ser llamado “héroe”, pero basta con lanzar un ligero pero contundente “porqué” y comenzará el proceso de investigación personal que nos conducirá a una opinión más personal, más propia. Si bien es cierto que mucha de la información que aprendemos inconscientemente puede ser útil y que aún en la investigación, consultaremos fuentes provenientes de las experiencias de otros, nosotros terminaremos haciendo la elección final sobre qué creer y qué no, lo cual significaría: eliminar, grabar, reorganizar y procesar nuestra propia información.
Ese proceso de investigación derivado de un simple pero contundente “porqué” será la puerta que abriremos para comenzar a vivir nuestras propias experiencias. No aceptemos todo como cierto hasta no comprobarlo por nosotros mismos porque podríamos ser objeto de engaño. Hagamos nuestra propia elección sobre el contenido con el cual alimentaremos ese órgano tan importante para nuestra subsistencia: el cerebro; ¿o acaso le meterías a tu estómago, ácido de batería?
¡Cuestiona! Por lo que más quieras, que eres tú mismo ¡cuestiona!
Por: José Miguel | Foto: Theo Gosselin
Redactado por primera vez para: www.codigonuevo.com