Cui Bono: Frase atribuida al político Romano Marco Tulio Cicerón y que significa: ”¿Quién se beneficia?”. Normalmente se aplica a situaciones donde -para esclarecer la responsabilidad de un acto- se cuestiona quién se pueda beneficiar de su ocurrencia.
Y quién se beneficia debería ser la pregunta que nos hiciéramos cada vez que algún político viene a ofrecernos villas y castillos. Antes de que nos engatusen con sus cuentos de pajaritos preñados, deberíamos cuestionar todo lo que nos venden. Porque debes recordar algo: nada en esta vida es gratis, y si un político viene a ofrecerte algo «gratis» significa que te hará pagarlo caro, y quizás, más de una vez.
Esta vez vamos a hablar en términos generales. ¿Quién se beneficia del Socialismo? El Socialismo, Comunismo, Socialdemocracia, Progresismo, Laborismo o Socialcristianismo; es esa idea paradisiaca de un mundo de riquezas distribuidas, sin pobres, ¿a quién beneficia? Por lo que a simple vista se puede observar en países como Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Brasil, Argentina o lo que ocurrió en el bloque Soviético; definitivamente no beneficia a la gente a la que promete favorecer. El socialismo en todas sus versiones, siempre termina empobreciendo -cuando no- esclavizando a los pueblos que promete liberar. El resultado final se hace obvio: economías destrozadas, países con instituciones inservibles, regímenes totalitarios eternizados en el poder, corrupción, sociedades destruidas y pare usted de contar.
Pero, ¿quién podría querer un estilo de gobierno tan dañino si tantas veces se ha demostrado que no funciona? Pues fácil: los políticos. Para ellos representa una manera fácil de hacerse con el poder y luego quedarse con él. El político común no está interesado en resolverle los problemas a la gente, está interesado en alcanzar el poder y -si puede- adueñarse de él para siempre.
El socialismo ofrece una promesa atractiva a cualquier votante incauto, consistente en el sueño de un mundo donde el Estado se hará cargo de todos los problemas, cumpliendo con un rol de Robin Hood, quitándole al rico y dándole al pobre. Lo que nuestro bienintencionado elector no se ha dado cuenta -o quizás sí lo ha hecho pero simplemente es un rolo de vivo- es que, la premisa fundamental del socialismo parte de algo muy terrible, pues supone que aquellos que trabajan, se esfuerzan y logran sus objetivos, deben responder por aquellos que no lo hacen, creando de esta manera una clase esclava, trabajando para mantener a una clase parásita. Al final de la historia, aquellos que trabajan y crean pierden el interés en trabajar en ese ambiente, huyen o se hacen parte de la clase parásita, lo que hace que el sistema sea un fracaso.
Pero esto no es un error inesperado del sistema, es su componente fundamental y su razón de ser. Porque recordemos que los políticos están buscando poder y no resolver problemas. Al acabar con la clase productiva, los políticos acaban a su vez con la capacidad de Resistencia de la sociedad. Adicionalmente, al crear una clase parásita al Estado, los políticos están creando un grupo social que les es dependiente. Cuando el sistema falla, lo único que necesitan los políticos es buscar alguien a quien culpar. Estos culpables son por lo general la clase productiva o algún enemigo exterior. ¿Te suena conocido? Con esto realimentan el odio de la clase parásita y ganan aún más su lealtad. Si además corrompen las instituciones y a la sociedad; y dominan las fuerzas armadas, se tiene la receta perfecta para una duradera dictadura totalitaria. No requieren de muchos apoyándoles, solo de los adecuados.
No todos los socialismos son iguales, algunos son rápidos en su camino al deterioro y otros más lentos, pero indiscutiblemente todos -de una u otra manera- terminan conduciendo a una espiral destructiva de la sociedad. En algunos casos un socialismo moderado, con los años, lleva a uno más duro y radical. Si además, a eso se suma la inexistencia de un movimiento liberal que haga contrapeso y evite que esto pase, el resultado es la caída en picada que vemos en países como Venezuela.
Y tú me dirás; en Venezuela: Cui Bono.
Por: Julio Pieraldi | Foto: salon.com