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Paradigmas De La Reacción: Los Liberales Y El Matrimonio Gay

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Hace días tuviste la oportunidad de abrir tu cuenta de Facebook y, al igual que yo, viste que al menos el 20% de tus contactos había cambiado su foto de perfil por una con la bandera arcoíris, la cual, como sabes, es el símbolo más representativo de la Comunidad Gay. De seguro troleaste bastante, colocando memes de “¡Ay, sí! ¡Ay, sí! Ahora todo el mundo es marico”, etc., o quizás te quedaste callado y opinaste solo en posts puntuales, como yo lo hice. Pero hablaste, que es lo importante, y es que no se podría no opinar sobre un hecho tan trascendental como la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo en un país tan influyente y distintivo para los liberales como lo es Estados Unidos de América.

Pero más allá de la incorrección política, que me parece válida para cualquier caso, ¿sientes que tus opiniones realmente aportaron algo fructífero a este tópico, o vendiste homofobia moderada como una idea seria?

Pues, sin complejos, debo decirte que, si formabas parte de los contactos liberales cuyos comentarios revisé, me hiciste pensar que esta lucha se perdió, que será imposible convencer al 15% de la población (que es gay) de que la libertad es el sistema más compatible con la naturaleza del ser humano, básicamente porque cuando abriste la bocota (o tecleaste) superpusiste un prejuicio ante tu racionalidad, y no hablo del que te hace creer que la homosexualidad es “antinatural” o “contranatural”, sino del que te hace pensar que todos los gays son comunistas.

En tal caso, no me extrañaría que un gay terminara siendo comunista después de leer en los muros “libertarios” de Facebook cosas como: «¿Para qué celebran si lo aprobaron en USA y no aquí?», u «¡¿Orgullo Gay?! Orgullo es terminar una carrera universitaria, sacar adelante a una familia ¡y no que les metan la verga por el culo!»

Hay que ver que dudo bastante de aquellos “amigos de la libertad” que, en un mundo sin Estado, serían capaces de aceptar o incluso de crear cortes privadas para la quema de homosexuales, prostitutas, brujas, etc., porque me recuerdan a esos evangélicos que mientras predican el amor y la paz, le dicen a los gays que se quemarán en el fuego del infierno.

Si se supone que los liberales representamos al cosmopolitismo, al respeto a la diversidad de ideas y exaltamos la autosuficiencia del individuo, ¿por qué nos expresamos de los homosexuales como si fuéramos burócratas de un partido de derecha? ¿Cuál debería ser la posición de los amigos de la libertad con respecto a la “ley del matrimonio igualitario”?

Pues tendríamos que oponernos a la ley en su sentido práctico, así como tendríamos que oponemos a los “códigos civiles” que imponen a las sociedades las conductas que al Estado le parecen correctas y que, entre otras cosas, son los que dictan quién tiene derecho a casarse y quién no. Pero no deberíamos oponernos a la idea del matrimonio en sí, pues cualquiera debería tener la libertad de contraerlo con quien quiera, donde quiera y como quiera, en medida de las posibilidades que le brinde el entorno.

El error de una comunidad: De una lucha libertaria a un pasticho estatalista

Unas cuantas semanas atrás vi el programa “Detrás de las Cámaras” (por Televen) y pasaban curiosamente un especial sobre la homosexualidad al que invitaron a personalidades abiertamente gays del mundo del espectáculo y del activismo político. Recuerdo que Boris Izaguirre, quien era uno de los entrevistados, comentó: «El matrimonio igualitario ha puesto fin a siglos de discriminación», y en parte, debo reconocer que el que la homosexualidad sea hoy vista con normalidad en muchos países, es gracias al activismo social anti-poder (no político) que empezó desde finales del siglo XIX y se consagró con los disturbios de Stonewall (1969) que dieron origen al llamado “Orgullo Gay”.

No obstante, y no sabemos exactamente cuándo, la lucha de los gays por su reconocimiento y no discriminación (su exigencia de condiciones de igualdad), se torció hacia un activismo político que ahora pide más corrección política en la legislación (lo cual se paga con cercenamiento de la libertad de palabra) y promulgación de más estatutos proteccionistas, tal y como las “Leyes de igualdad de género” que han supuesto -en contrasentido a la idea original de las feministas del siglo XIX- que las mujeres sean hoy más sumisas.

Una de estas leyes proteccionistas es la “Ley del matrimonio igualitario”, la cual tiene una particularidad: es una política de izquierdas que la derecha solo suele cuestionar con sus discursos retrógrados y no con acciones. ¿Casualidad? No. Solo imagínense al Partido Popular en España, al Partido Republicano en Estados Unidos o a la MUD en Venezuela entorpeciendo de forma directa y contundente -con acciones beligerantes- el avance de una coacción como esta; la consecuencia que tendría sería la enemistad de un importante sector de sus respectivos países. Por eso debo reconocer la astucia perversa que han demostrado los socialistas al izar la bandera arcoíris sobre sus programas políticos curiosamente después de que representaran, junto con el nazismo, la peor amenaza para los gays durante los albores y mediados del siglo XX.

Pero gracias a Dios, y contrario a lo que decía Boris Izaguirre, no ha sido la política de género lo que ha abierto la mente de las personas, sino en general el desarrollo de la humanidad, todo ese avance que, a pesar del entrometimiento vampírico y violento del Estado, se ha logrado, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX.

Los activistas homosexuales han cometido el error (que también cometimos los liberales en su momento) de pensar que los cambios sociales deben ser impulsados de forma arrogante desde el poder y no a través de la persuasión en la batalla de ideas. De modo que la lucha no debería ser por una “Ley de matrimonio igualitario”, sino por erradicar las competencias y decisiones del Estado sobre el matrimonio y la familia.

 

Por: Nixon Piñango  |  Foto: visitapuertovallarta.com.mx

Nixon Piñango

Nixon Piñango

Periodista y escribidor. Artista de vez en cuando pero no perroflauta. Liberal de verdad.

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