«El mundo no volverá a ser lo que fue». Con estas palabras Xi Jinping inaugura la 51ª edición del Foro Económico Mundial.
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Las revoluciones armadas socialistas ya no venden, más bien crece la demanda por un modelo socialista moderno, importado desde China. Un Estado todopoderoso que todo lo ve, todo lo sabe, todo lo controla. Los gobiernos del mundo parecen estar muy interesados en replicar al Partido Comunista Chino y la pandemia les ha dado la oportunidad.
Basados en el miedo que genera una enfermedad desconocida, los gobiernos han intentado domesticar a la población y, al mismo tiempo, han violado todos los derechos fundamentales. Irrumpir en una propiedad privada sin orden judicial, detener personas por circular libremente, prohibir trasladarse entre regiones diferentes de un mismo país, imponer multas por no obedecer y -aún más grave- dar casa por cárcel a millones por no ser “esenciales” para la vida.
No estamos describiendo la situación de Corea del Norte, no. Estamos hablando, más bien, de países en los que las autoridades políticas se llenan la boca hablando de democracia, tales como España, Canadá, Alemania, entre otros. Nos han acorralado. Los gobiernos de centro e izquierda han demostrado su talante totalitario, en nombre del “bien común”.
Son pocos los gobernantes que no se han doblegado ante las pautas del globalismo para afrontar el virus chino so pena de ser vilipendiados a diario por los grandes medios de comunicación. Y tenemos los ejemplos de los gobiernos de derecha de Donald Trump y Jair Bolsonaro, quienes han defendido la libertad de la gente a seguir trabajando y llevar una vida normal.
Los medios de comunicación también están jugando un papel fundamental en esta crisis. Son serviles -y ya no fiscalizadores- al poder. Bombardean a diario con los nuevos récords de fallecidos, contagiados y con el tipo de comportamiento que se exige. El miedo es su propaganda. Incluso al mejor estilo cubano muchos de nuestros vecinos ahora sirven de vigilantes al Estado, preparados para denunciar cualquier “irregularidad” que atente contra el bien común. Es el Estado policial omnipresente tan advertido por Orwell.
Estamos ante la mayor obra de ingeniería social y reconfiguración económica de la historia humana. No existen las casualidades. Han dividido a la sociedad y destrozado todas las economías del mundo. El virus chino solo ha servido de excusa y acelerador para generar cambios que de otro modo no se hubieran permitido. Todo el esfuerzo apunta a lograr una sociedad domesticada, que acepte el destino que está imponiéndose. Han forzado el cierre y quiebra de miles de empresas. Han condenado al desempleo, a estar encerrados y depender del cheque del Estado a millones de personas.
Y todo esto para detener el avance de un virus que después de un año ha acabado con el 0,036% (casi 3 millones de muertes) de la población. Sí, lamentable, pero el número es 0,036%. La cifra no dice mucho por sí sola, es necesario compararla para saber el alcance. Por ejemplo, anualmente el 0,12% -alrededor de 10 millones) de la población muere debido al cáncer según datos de la OMS, más de 3 veces las muertes por Covid19. También, se acaba con la vida del 1% de seres humanos mediante el aborto, la OMS calcula que son mas de 70 millones, una cifra, sin duda alguna, mucho más grotesca.
Nunca ha habido tal escándalo siendo el cáncer y el verdaderos problemas de salud pública ¿Por qué? ¿Le parece lógico a usted destrozar todas las economías del mundo -menos la china- y dividir a las sociedades entre los obedientes y los que quieren ser libres, todo por el 0,036%? Hay algo que no encaja en esta narrativa.
El mundo occidental no volverá a ser el mismo. Y no volverá a serlo porque las élites mundiales (ONU, Foro de Davos, Grupo de Bilderberg, millonarios filántropos) así lo han decidido. Nos arrebataron la vida que conocíamos.
Un año después ya no se habla de COVID, sino de variantes y cepas distintas. Las vacunas se han creado violando el código de Nuremberg contra la experimentación en humanos. Los tapabocas son obligatorios aunque la efectividad de estos es prácticamente nula. Las cuarentenas tampoco han funcionado, ni funcionarán, aún así seguirán siendo impuestas. Es la normalización de una vida anormal. Estamos a las puertas del gran reseteo. Un cambio de paradigma a gran escala.
Y la mayor prueba la conseguimos echando un vistazo a Wuhan, la mismísima ciudad de origen del virus chino, viven una realidad distinta: fiestas masivas sin distanciamiento, sin mascarillas y sin vacunas. Viviendo algo que parece un sueño para nosotros. Xi Jinping y el PCC se han burlado descaradamente del mundo.
A los que -desde el uso de la razón- nos negamos a aceptar las restricciones y la nueva realidad que quieren imponernos somos catalogados de conspiranoicos. Pero nosotros -los pocos- tenemos que seguir cuestionando a los gobiernos, a los medios, a la verdad oficial y, por supuesto, a estos filántropos arrogantes que juegan a ser dioses, que buscan hacerse con el derecho de decidir el futuro de la humanidad.
En el siguiente artículo hablaremos de cuáles son algunos de los objetivos que se persiguen con el gran reseteo.