Ya no está, se fue; y lo único que puede haber de triste en la muerte de un dictador es, cuando este se va sin pagar el precio por todo el mal que hizo.
La corrección política dirá que “debemos mostrar respeto” por quienes mueren, pero el apego a la razón arroja que, cuando se trata del mal, la mejor forma de “mostrar respeto” es: recordar todo el mal que hicieron.
Una vez en el poder, Fidel Castro vivió como un rey; de esos reyes que logran convencer a otros de que la maldad es buena, que la inmoralidad es el código moral correcto, que la delincuencia es legal, que la riqueza es mala si viene de las manos de quienes trabajan honestamente para darse sus propios lujos, pero buena si viene de quienes trabajan como esclavos, para que élites políticas vivan como millonarios.
El código moral de Fidel Castro siempre ha sido -y fue- premiar al fracasado, castigando al exitoso. Sus ideas hoy día predominan tanto en el poder, como en todos los rincones de Latinoamérica. Fue tan bueno convenciendo a otros de que sus ideas debían ser practicadas, que en todo el mundo -aunque principalmente en América- hay “Fidelistas” sin saber que lo son, pero que viven guiados por el código moral promovido por Fidel.
“La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza”; esos eran los principios del código moral Fidelista. Los cubanos que tuvieron la desgracia de vivir bajo las garras de Fidel Castro desde 1959, vivieron en constante guerra y fueron asesinados sin oportunidad de defensa.
Fidel Castro asesinó cubanos, desde todas las facetas posibles: como delincuente común, como dictador, como torturador y como demonio; esa era la paz que ofrecía. La única libertad que conocieron los cubanos desde entonces fue: ser esclavos de los caprichos del dictador. Y el único conocimiento al que han tenido acceso las generaciones que han sido formadas bajo su régimen es, ignorar el bien y ser portadores del mal.
Los cubanos no tuvieron oportunidad. Su isla fue secuestrada en un santiamén, sin tener a dónde huir, sin saber qué era lo que estaba mal y qué lo que estaba bien, si es que acaso algo podía estar bien. Fidel Castro fue un genio en eso, un oportunista de talla mundial.
Vivió y fue tratado como rey; premiado por convertir sus perversas ideas en código de vida, en sistema político, en modelo económico y social. Su socialismo no se diferenció en nada al modelo utópico de Henri de Saint-Simon, ni al modelo Marxista. Fue aplicado en Cuba con las mismas prácticas Leninistas, Stalinistas y Maoístas. De lo que sí hay que darle mérito a Fidel Castro, es que hizo posible que sus ideas mutaran en las que hoy se conocen como “Chavistas”, para extender su destrucción desde Cuba, para Venezuela.
Algunos dicen que Fidel Castro era “un genio”, porque tenía “respuesta para todo”; pero esta es una de esas mentiras que “se convierten en verdad” porque la gente las repite sin cesar. Vale la pena ver el video en el que una valiente periodista -de esas que ya no se ven, porque hasta el periodismo mundial es Fidelista- le preguntó, que “por qué siendo socialistas, el evento en el que estaban se llevaba desde un hotel capitalista”, y Fidel Castro quedó totalmente ridiculizado.
Fidel Castro vivió y murió como rey. ¿Cuál debería el trabajo de cada individuo de bien que aún quede en este mundo, después de la contaminación social fidelista? Hacer que las ideas que este demonio de la vida real promovió, también mueran.
Llevará tiempo, trabajo duro, apego a la moral -de la buena-, entereza, constancia y paciencia; pero señores, el dictador ya murió, todos mueren, y si algo de bondad, honestidad, conciencia y razón brilla dentro de cada uno de nosotros, hacer que las ideas fidelistas mueran en el tiempo es parte del trabajo que deberíamos hacer antes de que nos llegue el turno.
Chao, Fidel. Nos encargaremos de que sea hasta nunca.
Por: José Miguel
Fotografía del momento en el que Fidel Castro se cayó en público; justo como debería ser recordado: cayendo.