Está claro que –si bien el chavismo es nuestro problema actual- el verdadero problema de Venezuela es el socialismo. No es un problema nuevo, el socialismo data en nuestro país de la “era democrática”, esa donde AD y COPEI se pasaban el poder de una mano a otra como si se tratara del popular juego “la papa caliente”. Pues bien, 40 años jugando a “la papa caliente” y se les quemó, y para suerte de ellos –los socialdemócratas- no tuvieron que pagar los platos rotos porque hoy día “la culpa es del chavismo”.
El chavismo no es más que lo mismo de eso llamado “4ta república”, y si lo quieren en un ejemplo claro y “raspao”, esta mafia política y narcotraficante no es más que un Aristóbulo Istúriz que se cambió la franela blanca por la roja, pero las ideas son las mismas: izquierda pura. Esa misma izquierda a la que Sumito Estévez se siente orgulloso de pertenecer, esa izquierda que influencers como Laureano Márquez suele promover y defender; esa izquierda a la que el Papa Francisco le hace odas de alegría, pasión, les da la mano y les perdona sus pecados en el nombre de un Dios que estoy seguro, no es el mismo Dios en el que cree la gente buena y honesta. En fin, el chavismo es nuestro problema actual pero con ideas que viene de antes: ideas socialistas.
Ahora bien, si nuestro problema no es reciente sino que viene de un acumulado de 40 años en manos de la socialdemocracia, ¿por qué digo que “mal que bien teníamos un país”? Bueno, basta hacer un poquito de memoria –ni siquiera muy larga- de unos 6 a 10 años atrás y ver cómo han cambiado las cosas.
Cuando un país se sostiene sobre el concepto de “República”, tiene la oportunidad para desarrollarse. La corrupción puede ser un mal hasta general en américa latina, los negocios políticos, los empresarios haciendo lobby, pero Venezuela tenía cierta independencia entre las instituciones que le permitía al venezolano crecer al ritmo que él mismo se establecía. Esta estabilidad –por llamarlo de alguna manera- hacía que en Venezuela la gente no pensara en dejar el país, pues consideraba que con esas condiciones era libre para alcanzar las metas que se proponía.
Hubo épocas duras, ¿producto de qué? Pues del intervencionismo Estatal; esa práctica tan peculiar de la izquierda que SIEMPRE ha gobernado en Venezuela desde “la era democrática”. Cada vez que el Estado mete sus narices en asuntos que son propios de los individuos, de los ciudadanos, no se puede esperar más que desastre, miseria y atraso. Y Venezuela tuvo mucho de eso en “la cuarta” y más aún en “la quinta”, por eso ya no tenemos país. Esa es hoy día la razón por la que más venezolanos quieren salir corriendo de esa gran cueva de víboras, hienas y cucarachas llamada “República Bolivariana”.
Yo salí, más huyendo que por placer. ¿Huyendo de qué? De una dictadura que utiliza a la delincuencia libre como método de sometimiento a la disidencia; que utiliza a las instituciones como arma para convertir a los buenos en “malos” gracias a las leyes que ellos mismos se inventan, que entrena a los peores venezolanos como “médicos integrales” para que dejen morir venezolanos, a parásitos con títulos de funcionario o superintendente para que vayan –de negocio en negocio- aniquilando el futuro de cada comerciante que quiere producir para vivir honradamente.
Eso rara vez pasaba antes, por eso nadie pensaba en irse más que aquellos que tenían un poco más de visión. Hagamos un poco de memoria, tan solo 6 o 7 años atrás y recordemos que no había que hacer cola para comprar en supermercados, que la única restricción era tu propio bolsillo o cuenta bancaria. Que podías comprar las cantidades que quisieras del producto que te daba la gana, tan solo con pasar tu tarjeta bancaria. Que en el 2007 se vendieron más de 400.000 vehículos nuevos –a pesar del control de cambio- y que los venezolanos reunían con orgullo y trabajo para comprarse la vivienda de sus sueños. Todo esto, echando tan solo unos 6 o 7 años atrás; pero antes del chavismo esto era aún más común.
Si yo –que soy joven- quiero saber cómo era en los 60 y 70 en Venezuela, le pregunto a mis padres cómo vivían y escucho sus cuentos de “me gradué y conseguí trabajo”, “entraba a un concesionario y salía con carro”, “querer un apartamento significaba tenerlo mientras tuvieses trabajo”; estos eran los comentarios de un país que “mal que bien”, teníamos.
Hoy no queda ni un solo rastro de eso, solo los cuentos de las generaciones anteriores a los 80. Si los jóvenes hoy queremos ver un supermercado lleno, tenemos que salir de Venezuela. Si queremos tener la posibilidad de comprar un carro nuevo, tenemos que salir. Si queremos reunir para nuestro apartamento, tenemos que salir. Si queremos que nuestros hijos crezcan seguros, con niñez y juventud que merezcan ser vividas, tenemos que salir. En fin, si los venezolanos hoy día queremos futuro, tenemos que salir.
Este es el resultado inevitable del socialismo, que durante 40 años fue arando la tierra para que el chavismo llegará a hacer fiesta. ¿Creyeron que no se pagaría el precio? Toda acción tiene una reacción, y los culpables –los socialdemócratas- pueden ver hoy en manos de otros –el chavismo- las consecuencias de sus pobres y atrasadas ideas; ven a sus hijos morir en manos del hampa, huir del país. Ven a sus hijos deprimirse, llorar de rabia, impotencia, todo por no poder alcanzar sus metas gracias a que sus padres despilfarraron el potencial de un país, para dejarles esta porquería que hoy tienen que soportar y de la que quieren huir.
Mal que bien “teníamos un país” con alto potencial para ser un lugar de libertad, de respeto a la propiedad, donde la vida valiera el esfuerzo de ser vivida; pero la socialdemocracia se lo amasó al chavismo y nosotros –sus hijos y también sus nietos- pagamos los platos rotos. ¿Qué precio pagarán ellos? Sencillo, tendrán su juicio con el único juez del que nadie puede escapar: la conciencia.
Por: José Miguel