Viviendo en Uruguay, he sido testigo de las cosas que se han hecho en la reciente campaña electoral para elegir al presidente que gobernará el país desde enero del próximo año.
El Frente Amplio, la coalición de izquierda que hegemoniza el poder político en este país desde el año 2005, apeló mucho al joven como su principal capital político, tildando al partido al que se enfrentó (el Partido Nacional) de retrógrado y de representar al pasado.
Es bastante curioso, porque en base a esta idea he visto a miles de jóvenes movilizarse en favor de personajes como Tabaré Vázquez y «Pepe» Mujica, que ya son octogenarios, y que han formado parte de la política uruguaya desde hace muchísimo tiempo. Estos jóvenes son atraídos por las cuestiones de vanguardia, esos mismos temas que ha monopolizado la izquierda americana desde que cayó el Muro de Berlín, hace 30 años.
Me refiero a los temas hippies, el ecologismo, el hembrismo, siempre con el hilo conductor del conflicto entre los desiguales porque, claro, no tendría sentido una justicia social en un mundo donde los empleados se llevaran bien con los empresarios, donde los heterosexuales se llevaran bien con los homosexuales, o lo donde los veganos se llevaran bien con los carnívoros, es decir, en un mundo civilizado.
Hoy podemos ver esto a flor de piel en una América Latina que experimenta focos de violencia en países como Ecuador, Chile y Colombia, protagonizados en su mayoría por jóvenes que reivindican a figuras como el «Ché» Guevara y Hugo Chávez, jóvenes que no tienen ni idea de las cosas atroces que estos personajes hicieron mientras estuvieron vivos.
Lee también este artículo: Cómo la Izquierda Usa Internet Para Manipular a tus Hijos, a los Jóvenes
Hoy podemos ver esto a flor de piel en una América Latina que experimenta focos de violencia en países como Ecuador, Chile y Colombia, protagonizados en su mayoría por jóvenes que reivindican a figuras como el «Ché» Guevara y Hugo Chávez, jóvenes que no tienen ni idea de las cosas atroces que estos personajes hicieron mientras estuvieron vivos.
Pero además está ese componente frívolo que caracteriza al típico perroflauta de universidad pública que vota a Fernández en Argentina, que llora cuando Evo renuncia o que celebra la liberación de Lula Da Silva; ese componente frívolo que hace del izquierdismo una cosa fashion, de boutique, y que recuerda a las épocas del Mayo Francés, cuando los niños bien del París cincuentero discutían sobre la idea de la revolución socialista y la abolición de la sociedad de clases en los cafés y boulangeries de Les Champs-Élysées.
Es exactamente lo mismo eso a que la cantante chilena Mon Laferte aparezca en la alfombra roja de los Premios Grammy Latinos, con las tetas al aire y un mensaje escrito en el pecho que diga: «en Chile torturan, violan y matan», pero con su peinado y vestido armados, por supuesto. También es exactamente lo mismo eso a que el Rey Felipe VI vaya a La Habana a celebrar las relaciones bilaterales entre Cuba y España o que una influencer colombiana haya publicado un video en Instagram mientras destruía un torniquete del trasporte público de Bogotá.
Se creen muy cool por venderse como los más amigos del pueblo, pero ni se imaginan lo que defienden, creen que esos cien millones de muertos del comunismo son un invento de la media facha para conspirar en favor de los intereses de las clases económicas dominantes. No se han percatado que de hecho son ellos mismos las clases económicas dominantes, las castas, las oligarquías, los que tienen el control de la mayoría de los Estados en el mundo, los que controlan las universidades públicas y privadas.
Se creen muy cool por venderse como los más amigos del pueblo, pero ni se imaginan lo que defienden, creen que esos cien millones de muertos del comunismo son un invento de la media facha para conspirar en favor de los intereses de las clases económicas dominantes.
Y es aquí a donde quería llegar…
Este panorama grave de la juventud hispanohablante, que está sucumbiendo ante su ignorancia y dejándose dominar por los portadores de la opresión, es culpa de los sistemas educativos, que fueron en su momento invadidos por los partidos socialistas y comunistas, los cuales, muy astutamente, se percataron de que la única manera que tenían de hacer calar sus ideas era metiéndose en los textos asignados y en el pensum.
Yo lo viví en carne propia en la Universidad Católica Santa Rosa (Caracas), mi alma máter. Desde el primer semestre, intentaron inyectarme las ideas marxistas de las cuales ya era enemigo entonces, por suerte. Sabía del tema y pude tener una inmunidad intelectual que derivó en mi actual amor por la libertad, pero una buena parte de mis compañeros terminaron mal: trabajando en Telesur, en VTV o incluso me acuerdo de uno que terminó como diputado de UPV (el partido de Lina Ron).
Eso me convenció de que la verdadera lucha está en las aulas y en las familias, por eso me da bastante igual la lucha política, y es una idea que además se afianza en mi cabeza cuando veo el fracaso de los nuevos regímenes «de derecha» suramericanos, como el de Macri, Piñera o Duque, que no han podido hacer frente a las ofensivas que desde Venezuela, con la orquestación del Foro de Sao Paulo, se llevan a cabo. De allí el que siga escribiendo y no me canse de decir cosas que ya he dicho en el pasado, múltiples veces.
Siento que un artículo como éste, con una buena difusión, tendría mejor impacto sobre la sociedad que un voto conservador o que un político equis se salve de ser tumbado por una horda de salvajes.
Por Nixon Piñango.