Mucho se suele hablar de la “paz mundial”, tanto así que forma parte del discurso en campañas políticas y hasta concursos de belleza, pero ¿quién sabe cómo lograrla?
Hasta el momento, esa paz de la que hablan las celebridades y personalidades públicas no es más que una utopía, es una palabra que suena muy bien en sus discursos y entusiasma para que otros les den su apoyo y seguimiento, pero como muy bien dice la filosofía de la libertad: “La maldad no viene solamente de gente malvada, sino también de buenas personas que toleran la iniciación de la fuerza como un medio para alcanzar sus propios fines”. Sí, cuando vivimos inconscientemente solemos dar autorización a los malos para que hagan sus fechorías con aprobación de las mayorías. ¿Cómo es eso posible? Por medio de la ley.
Basta con prestar un poco de atención a la gran cantidad de injusticias que son permitidas por las grandes mayorías en nuestro sistema actual. ¿Quieren un ejemplo? La seguridad social. Mucho se dice que la seguridad social es un “gran invento” porque da “oportunidades” para surgir a quienes no tienen, pero ¿a qué precio? La gente suele mencionar casos como educación, salud y alimentación “gratuita”. ¿Te has preguntado si en verdad es gratuita? ¿Quién la está pagando? Porque las escuelas, los hospitales y las productoras de alimentos no se construyen y mantienen por arte de magia, alguien tiene que pagar por ello. Todos contribuimos con este sistema, pero quienes más aportan son obviamente quienes más ganan, esos que todos llamamos ricos y que muchos consideran perversos y avaros sin darles las gracias por sus considerables pagos. Lo más trágico de esta realidad es el hecho de que los gobiernos y sus ciudadanos llaman a estas maniobras “aportes solidarios” ¿Y qué tiene de solidario algo que no es voluntario?
Cada vez que un grupito quiere lograr algo recurre al Estado para que lo convierta en ley. Qué fácil sería esta vida si la felicidad, la riqueza y la salud pudiesen ser decretadas, pero ¡despierta! No es así. Cuando permitimos o invocamos al Estado para que promulgue una ley que obligue a unos a aportar para garantizarle el “derecho” a otros, estamos dándole permiso para que use la fuerza para violar el derecho que tienen esos otros a disponer del fruto de su trabajo libremente. Una ley no es un acto de magia; si no es objetiva esa ley puede terminar siendo el inicio de la supremacía del gobierno sobre sus gobernados, tal cual es el mundo actualmente.
Y aunque tengan sus dudas, con ese sistema aceptado así la paz es imposible, porque se le da beneficios a unos a cambio de los perjuicios de otros. Entonces, ¿cómo lograr la paz? Dejando a los otros en paz, así de simple. El triunfo de la libertad sobre la esclavitud precisamente se deriva de esta acción, dejando que cada quien viva guiado por sus propios intereses. Conoceremos gente perversa y gente generosa, esa es una realidad; pero la igualdad es solo posible cuando hablamos de la igualdad de todos ante la ley. La igualdad de oportunidades es sencillamente imposible.
Antes de correr a pedirle al estado que “haga magia” con una ley para mi beneficio en perjuicio de otro, es indispensable reflexionar… ¿Acaso la paz es posible usando la fuerza contra unos para garantizarle los “derechos” a otros?
Si la participación no es voluntaria, no puede ser solidaria.
Por: José Miguel | Foto: weheartit.com
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