Dicen que la vida requiere sacrificios y que para alcanzar todo aquello que queremos, es necesario hacerlos.
¿Por qué hemos aprendido que “debe” ser así? Quizás la razón es sencillamente que lo escuchamos de otros, ese bendito condicionamiento social al que todos estamos expuestos. Lo cierto es que, casi nadie se escapa de haber pronunciado expresiones como “hice un gran sacrificio para llegar hasta aquí” o “para lograr lo que quiero, sé que debo hacer algunos sacrificios”. ¿Te suena eso? ¿Crees que está bien? Pues mi propósito en este texto es mostrarte que hemos estado usando mal esa palabra.
Para empezar, es necesario tener claro que aquello que hacemos en beneficio propio no son sacrificios sino esfuerzos. Lograr nuestros objetivos, llegar a donde queremos, vivir la vida de la forma que más nos conviene se logra solamente concentrando toda nuestra energía en cada actividad que desempeñamos. Hacer un esfuerzo no es lo mismo que hacer un sacrificio. ¿Por qué? Porque la palabra “sacrificio” significa, la entrega de aquello que valoras a cambio o en beneficio de lo que no valoras.
Así de sencillo es; si luego de años de dedicación consigues estudiar la carrera que querías o te haces con el trabajo soñado, no hiciste ningún sacrificio, fueron esfuerzos. Por el contrario, si decidieras renunciar a cualquiera de ellos para que un extraño tenga esas oportunidades, eso sí sería un sacrificio. Para entenderlo más claramente basta con pensar en que, si cambias un billete de 100 por uno de 10, estás haciendo un sacrificio; pero si fuese al revés entonces no lo es. Dar algo que valoras a cambio de algo que vale menos o nada, es la acción correcta de sacrificio.
¿Tiene alguna importancia el conocer la diferencia? Si lo que quieres es alcanzar tus objetivos y metas personales, entonces conocer esta diferencia es de vida o muerte porque no lo lograrás haciendo sacrificios. Pero si tu vida te da igual; si no te preocupa ser usado como carne de cañón en beneficio de aquellos que no te importan, pues esta diferencia ni te va ni te viene. ¿Existe alguien que quisiera ser cambiado por algo sin valor?
Lamentablemente el altruismo, esa forma primitiva de vida en la que quien lo practica está obligado a sacrificar su tiempo, riqueza, energía o conocimiento sin esperar a cambio ningún tipo de recompensa o compensación, está muy presente en nuestra sociedad y en nuestro cerebro (leer aquí). Se ha convertido en una especie de “ideal de vida” aunque, basta prestar un poco de atención para notar que quienes pregonan el altruismo no lo practican. Es muy fácil pedirle a otro sacrificio, pero ¿sacrificarme yo? Ni loco.
Para terminar, el sacrificio es apropiado solo para los que no tienen nada que sacrificar. En cambio tú, que valoras tu vida y todo lo que decides y puedes hacer con ella, debes hacer un compromiso moral contigo mismo: no llames sacrificio a tus mejores acciones; estarías renunciando a tu propia dignidad. ¿Y podrías sentirte orgulloso viviendo sin dignidad?
Por: José Miguel | Foto: Theo Gosselin