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La narrativa de las deportaciones en EE.UU.

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Cada vez que un republicano llega al poder en los Estados Unidos, dos cosas son ciertas: su administración se enfocará en el tema de la inmigración ilegal y sus opositores se enfocarán en hacerlo ver como racista, xenófobo y enemigo de la inmigración en general.

Trump no es la excepción. De hecho, es la versión más radical en este tema. Cuando Trump fue presidente en 2016, la misma narrativa de que «todos los inmigrantes estábamos en riesgo de ser deportados por Trump» inundó los titulares de los principales medios y se hizo tendencia en redes sociales.

En 2025, el tema de las deportaciones está más intenso que nunca. En 𝕏, escribí el origen de esto:

Trump ganó las elecciones, como dicen en Estados Unidos, by a landslide. Que haya ganado cómodamente, en política, se interpreta no solo como la aprobación por parte de los estadounidenses a sus propuestas, sino también como un mandato para cumplir lo que prometió. Y Trump ha estado con el pie en el pedal desde que entró a la Casa Blanca por segunda vez.

Puedo estar en desacuerdo con la forma en que los republicanos hablan sobre la inmigración; me parece tosca y brusca su manera de expresarse, y rechazo algunas de las declaraciones de Trump y su vicepresidente. Sin embargo, no voy a ir por la vida con los ojos cerrados ante estas dos realidades: los criminales ilegales que ingresaron al país durante la administración Biden representan un grave problema de seguridad, y los enemigos de Estados Unidos utilizan la inmigración como un método de conquista.

Hablemos del caso de Venezuela:

Los criminales normalmente se mueven en las sombras; viven en ellas. A diferencia de los funcionarios de alto poder —quienes van por el mundo con pasaportes diplomáticos y a quienes considero que esta administración debería perseguir por permitir el desorden migratorio—, los ladrones, violadores y asesinos comunes y corrientes viven en la oscuridad, alejados de la ley. La inmigración ilegal es parte de esa sombra en la que se mueven.

Los sistemas comunistas sacan ventaja de estas sombras, y el chavismo en Venezuela no es el primero en exportar la escoria de su sociedad a otros países para corromper sistemas más libres. También lo hizo Cuba en tiempos de Fidel Castro y China bajo el mandato de Mao.

Esta es una realidad, aunque nos cueste mucho admitirla a los venezolanos, porque nos hemos sentido el «target» principal de las políticas de inmigración de Trump. Sin embargo, esto ha sucedido en muchos otros países de Latinoamérica también.

Sé que ver el nombre del país del que venimos —Venezuela— en los principales titulares de este país y señalados como si todos fuésemos miembros de bandas criminales no es fácil. No tenemos por qué aceptarlo, y yo también lo siento así.

Pero mucho cuidado con andar repitiendo lo que vemos en los principales medios de comunicación de este país y del mundo, porque los hemos visto manipular y mentir, lo cual se hizo más evidente desde 2020 hasta aquí.

Muchas de las historias que se escuchan, como «a fulanito lo atrapó ICE sin justificación y lo deportó porque los gringos son racistas» o «a tal persona la enviaron a una cárcel en El Salvador solo por ser inmigrante», no solo no suenan ciertas, sino que tienen la tinta de la pluma de los medios tradicionales, expertos en escribir y difundir historias emocionales.

Otra característica de cómo se difunden las historias en la sociedad es que cada uno de nosotros le agrega su propia «salsa». Por ejemplo:

Como venezolano, estoy de acuerdo en que a los integrantes del Tren de Aragua se les considere terroristas en Estados Unidos y en cualquier parte del mundo. También estoy de acuerdo en que los atrapen, y si los envían a una cárcel de máxima seguridad en El Salvador en lugar de enviarlos de vacaciones a Venezuela, mejor aún.

Con lo que no estoy de acuerdo es con que la narrativa republicana —que es sumamente agresiva— sirva para que algunos funcionarios, que sí puedan ser racistas y xenófobos, se valgan de ella, de su poder y de la «ley» para ensañarse con personas de bien, sin importar su nacionalidad, solo porque son inmigrantes en busca de una vida mejor en lo que algunos llamamos «la tierra de las oportunidades».

Cierro esto contando una anécdota personal que son libres de poner en duda.

El jueves 20 de marzo de 2025, vi en Univisión Noticias a una periodista entrevistando a un compatriota a quien le deportaron a uno de sus hijos. A juzgar por su forma de hablar, el señor es un venezolano de bien, de la clase social trabajadora. El titular en la banda del canal decía: «Deportado a cárcel de máxima seguridad sin debido proceso», palabras más, palabras menos.

El padre del deportado decía que «su hijo es muy trabajador, carpintero, que él lo formó solo porque perdieron a la mamá tiempo atrás», mis respetos a eso. Ahora, la entrevistadora le preguntó cuál era el estatus de su hijo en EE. UU., a lo cual el papá nunca respondió directamente, solo dijo: «él estuvo siete meses en un centro de detención en Texas. Luego de eso, lo liberaron con una orden de deportación», lo cual pasa cuando entras de forma ilegal a este país.

La periodista no profundizó sobre eso, porque la noticia tenía que seguir siendo «deportado sin debido proceso». Si lo enviaron a una cárcel de máxima seguridad en El Salvador sin ser criminal, todo mi rechazo a quien emitió esta orden, pero la deportación parece totalmente legal porque tenía una orden de deportación emitida.

Para terminar:

Jose Miguel

Jose Miguel

Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de 𝕏 @jpgechele

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