El Presidente Donald Trump ha dicho -múltiples veces- que «el problema es la globalización». Han sido tantas las veces, que su base de seguidores más radical -no muy diferentes a la izquierda estadounidense- lo repite una y otra vez como si fuese un hecho.
A mi me encanta jugar al abogado del diablo, cuestionando todo y eso pretendo hacer en esta publicación sobre la globalización versus los aranceles, para que cada uno saque sus propias conclusiones y abramos debate, de ser necesario.
Para quienes puedan estar confundidos con el término «globalización» y «globalismo», el globalismo tiene que ver con la idea de un gobierno mundial que controle absolutamente todo. Pero la globalización se trata de la producción, manufactura e intercambio de productos entre todos los países.
No pretendo hablar sobre globalismo y su connotación política, sino de la globalización y su relación con la economía. La globalización de la que habla Trump como «el origen de todos los males», tiene que ver con la dependencia que el mundo entero ha generado con China como el principal productor de bienes en el mundo.
Los defensores del libre mercado creemos en el intercambio comercial sin regulaciones, barreras y mucho menos proteccionismos. Para nosotros, la economía funciona mejor cuando cada quién se dedica a hacer lo que mejor sabe hacer y el mercado decide a quién le compra y a quién no, con quién hace negocios y con quién no.
Pero el presidente Trump sostiene que el mundo se ha aprovechado de los Estados Unidos. Su argumento es que, Estados Unidos es el principal comprador de bienes en el mundo y que los países han sido unos malagradecidos con su principal comprador, porque mientras se benefician de venderle sus productos, le sacan provecho a través aranceles cuando Estados Unidos quiere penetrar sus mercados.
Los aranceles son el impuesto que se cobra a las importaciones. Los gobiernos proteccionistas, usan este tipo de impuesto para «proteger la industria nacional», asegurándose que ningún productor extranjero entre en sus mercados con productos más económicos de los que se producen nacionalmente.
La razón es simple: un productor extranjero más barato y con pulmón financiero, será un competidor peligroso para la industria nacional y fácilmente la puede desplazar del mercado. ¿El resultado? El país dependerá de ese productor extranjero a partir de ese momento y eso es lo que ha estado pasando con China.
Esa es la parte que los medios de comunicación no cuentan, que mientras Estados Unidos ha dejado entrar en sus mercados a sus socios comerciales, sus socios comerciales no han sido recíprocos cuando se trata de productos estadounidenses en sus mercados.
El Presidente Trump considera que el tratado comercial es injusto y por ello ha implementado los aranceles recíprocos a todos esos supuestos «socios comerciales» que quieren venderle a Estados Unidos sus productos, pero que ponen trabas cuando este quiere vender productos en sus mercados.
Ahora, entremos en materia filosófica, política y económica con respecto a la globalización y los aranceles.
Desde el punto de vista filosófico y político, la globalización -entendida como el libre intercambio comercial entre países- es una expresión de uno de los valores libertarios básicos, la cooperación voluntaria. Cada país coopera con el otro, en la medida que ambos se beneficien.
El problema filosófico y político actual con la globalización es que muchos países que se jactan de «mano de obra barata» y «manufactura económica» han impuesto regímenes represivos para explotar a sus ciudadanos, beneficiando solo a la casta política de dichos países. Por ende, cuando le compramos productos a uno de estos países, estamos avalando con nuestro dinero, la explotación de estos regímenes a sus ciudadanos.
Otro detalle clave de los aranceles es que al fomentar el proteccionismo, fomenta la corrupción y los favores políticos. Las empresas nacionales con más poder económico e influencia política, empiezan a negociar excepciones con el gobierno de turno, cosa que perjudica terriblemente a la pequeña y mediana empresa que no puede darse el mismo lujo.
Ahora, en materia económica, los aranceles son un impuesto. ¿Y quiénes pagan los impuestos? Los consumidores, la gente, el ciudadano común que tendrá que pagar más por los productos que necesita y consume.
Muchas personas se preguntan hoy día «si es cierto que los aranceles funcionan», como alega Donald Trump. La mejor respuesta es ver la reacción de los mercado a estos. Cada vez que Trump presiona play al botón de los aranceles, los mercados reaccionan negativamente y cada vez que presiona pause, los mercados lo celebran.
Cierro con esto: