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La globalización versus los aranceles

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El Presidente Donald Trump ha dicho -múltiples veces- que «el problema es la globalización». Han sido tantas las veces, que su base de seguidores más radical -no muy diferentes a la izquierda estadounidense- lo repite una y otra vez como si fuese un hecho.

A mi me encanta jugar al abogado del diablo, cuestionando todo y eso pretendo hacer en esta publicación sobre la globalización versus los aranceles, para que cada uno saque sus propias conclusiones y abramos debate, de ser necesario.

En la imaginación del Presidente Trump, Estados Unidos tiene que volver a ser una potencia productora de bienes y servicios hechos en USA, por los estadounidenses y para los estadounidenses. Para lograrlo, el plan es castigar las importaciones a través de los aranceles, presionando a las corporaciones que producen fuera del país a que lo hagan en los Estados Unidos.

Para quienes puedan estar confundidos con el término «globalización» y «globalismo», el globalismo tiene que ver con la idea de un gobierno mundial que controle absolutamente todo. Pero la globalización se trata de la producción, manufactura e intercambio de productos entre todos los países.

No pretendo hablar sobre globalismo y su connotación política, sino de la globalización y su relación con la economía. La globalización de la que habla Trump como «el origen de todos los males», tiene que ver con la dependencia que el mundo entero ha generado con China como el principal productor de bienes en el mundo.

China actualmente representa el 30% de la producción mundial (fuente), con un crecimiento constante desde 1995. La relevancia de China en la manufactura de productos para el mundo, ha hecho que hoy día la economía china sea el 18% del producto interno bruto mundial.

Los defensores del libre mercado creemos en el intercambio comercial sin regulaciones, barreras y mucho menos proteccionismos. Para nosotros, la economía funciona mejor cuando cada quién se dedica a hacer lo que mejor sabe hacer y el mercado decide a quién le compra y a quién no, con quién hace negocios y con quién no.

Pero el presidente Trump sostiene que el mundo se ha aprovechado de los Estados Unidos. Su argumento es que, Estados Unidos es el principal comprador de bienes en el mundo y que los países han sido unos malagradecidos con su principal comprador, porque mientras se benefician de venderle sus productos, le sacan provecho a través aranceles cuando Estados Unidos quiere penetrar sus mercados.

Todos los países de la lista que ven a continuación, dependen económicamente de vender sus productos al principal comprador: Estados Unidos. Sin embargo, cuando se trata de alianzas comerciales, ninguno de estos países permite la entrada de productos estadounidenses sin cobrarles aranceles.

Los aranceles son el impuesto que se cobra a las importaciones. Los gobiernos proteccionistas, usan este tipo de impuesto para «proteger la industria nacional», asegurándose que ningún productor extranjero entre en sus mercados con productos más económicos de los que se producen nacionalmente.

La razón es simple: un productor extranjero más barato y con pulmón financiero, será un competidor peligroso para la industria nacional y fácilmente la puede desplazar del mercado. ¿El resultado? El país dependerá de ese productor extranjero a partir de ese momento y eso es lo que ha estado pasando con China.

Eso que llamamos «la guerra arancelaria» no es más que Estados Unidos imponiendo aranceles a sus principales proveedores, quienes por décadas han cobrado aranceles a su principal comprador cuando este ha querido vender sus productos en estos mercados.

Esa es la parte que los medios de comunicación no cuentan, que mientras Estados Unidos ha dejado entrar en sus mercados a sus socios comerciales, sus socios comerciales no han sido recíprocos cuando se trata de productos estadounidenses en sus mercados.

El Presidente Trump considera que el tratado comercial es injusto y por ello ha implementado los aranceles recíprocos a todos esos supuestos «socios comerciales» que quieren venderle a Estados Unidos sus productos, pero que ponen trabas cuando este quiere vender productos en sus mercados.

Esa es la razón por la que -coloquialmente- se dice que «es muy fácil ver un carro europeo rodando por las autopistas estadounidenses, pero muy difícil ver un carro estadounidense rodando las carreteras europeas.»

Ahora, entremos en materia filosófica, política y económica con respecto a la globalización y los aranceles.

Desde el punto de vista filosófico y político, la globalización -entendida como el libre intercambio comercial entre países- es una expresión de uno de los valores libertarios básicos, la cooperación voluntaria. Cada país coopera con el otro, en la medida que ambos se beneficien.

El problema filosófico y político actual con la globalización es que muchos países que se jactan de «mano de obra barata» y «manufactura económica» han impuesto regímenes represivos para explotar a sus ciudadanos, beneficiando solo a la casta política de dichos países. Por ende, cuando le compramos productos a uno de estos países, estamos avalando con nuestro dinero, la explotación de estos regímenes a sus ciudadanos.

La esclavitud no ha sido abolida, solo fue modernizada. No hay necesidad de someter a una persona con látigos para que se comporte de la manera que le conviene a unos pocos, cuando podemos hacerlo a través del poder político y de la presión económica, especialmente la inflación y la devaluación periódica de las monedas nacionales.

Otro detalle clave de los aranceles es que al fomentar el proteccionismo, fomenta la corrupción y los favores políticos. Las empresas nacionales con más poder económico e influencia política, empiezan a negociar excepciones con el gobierno de turno, cosa que perjudica terriblemente a la pequeña y mediana empresa que no puede darse el mismo lujo.

Ahora, en materia económica, los aranceles son un impuesto. ¿Y quiénes pagan los impuestos? Los consumidores, la gente, el ciudadano común que tendrá que pagar más por los productos que necesita y consume.

Muchas personas se preguntan hoy día «si es cierto que los aranceles funcionan», como alega Donald Trump. La mejor respuesta es ver la reacción de los mercado a estos. Cada vez que Trump presiona play al botón de los aranceles, los mercados reaccionan negativamente y cada vez que presiona pause, los mercados lo celebran.

Cierro con esto:

Si nos preguntan a los defensores de las ideas de libertad sobre los aranceles y las condiciones intercambio comercial, responderemos: Laissez Faire. Dejen a los productores, producir. Dejen a los compradores, comprar. Dejen a ambas partes, cooperar de forma voluntaria y coexistir de forma pacífica. Cada regulación que el gobierno impone, cada impuesto que cobra y cada mercado en el que interviene, solo perjudica a quienes se habrían beneficiado enormemente si el gobierno no hubiese metido sus narices.

 

 

Jose Miguel

Jose Miguel

Antes de conquistar el poder, debemos conquistar los medios, por eso fundé esta revista y no un movimiento estudiantil. Esta es mi cuenta de 𝕏 @jpgechele

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