En Venezuela muchas veces se habla de «capitalismo salvaje», argumentando que los precios que determina un mercado libre son tan «perversos» que es necesario que el Estado imponga un control sobre estos. Pero debemos detenernos un poco y reflexionar sobre lo que realmente representa un control de precio.
En primer lugar, un control de precios crea un desequilibrio de precios en las materias primas; desequilibrio que en cierto casos desencadena quiebras y destruye la producción. Veamos el caso de la agricultura, en el cual para que la harina pan se venda a precio regulado, el Estado controla los precios del maíz fijándolo muy por debajo -incluso- del precio internacional. Es un hecho, esta tonta acción -propia de ignorantes en economía y perversos en la política- conduce inevitablemente al contrabando y causa la quiebra de los más justos y honrados trabajadores. Los más perjudicados con esto siempre son los empleados y los clientes, pues el desempleo reinará y prevalecerá el desabastecimiento a nivel nacional; y en el caso de Venezuela: nos hace aun más dependientes del petróleo.
Con esta realidad, no veo dónde rayos hay «capitalismo salvaje» si es el Estado quien controla toda la producción nacional bajo controles de precios, subsidios y militares corruptos en las aduanas. Lo que verdaderamente tenemos es un régimen que se atribuyó toda la propiedad dentro del país a través del monopolio de la ley, estableciendo los precios a prácticamente todos los productos y servicios, siendo este otro modo de expropiación porque pone a los productores a trabajar como esclavos del sistema. Como si fuera poco -además- estos esclavos deben estar agradecidos y darle su obediencia al Estado controlado por una banda de inútiles y corruptos.
Este tipo de políticas en la economía de un país entierra por completo la competitividad entre las empresas y crea monopolios de producción Estatal; aumenta el desempleo, secuestra los medios de producción que se reparten los funcionarios entre sus amigotes y enchufados con lo cual se obtiene un país de gente tan pobre, que deben hacer cola y mendigar por comida.
También es necesario aclarar que la búsqueda de la supuesta igualdad y de un Estado que «ayude a los pobres» nos convirtió a todos en pobres e igualmente miserables. A punta de la compra de votos bajo la excusa de que «el Estado ayudará a los pobres», estos sistemas -socialistas, comunistas, colectivistas- se atribuyen funciones que normalmente desempeñan en más y mejor calidad las fundaciones sin fines de lucro, las cuales se constituyen verdaderamente con ese propósito y sin chantajear a los beneficiarios en el proceso.
Que un Estado tenga como función «ayudar a los pobres», crea mantenidos que nunca trabajarán y esto les permite tener seguro un voto comprado; mientras que las fundaciones sin fines de lucro ayudan a otras personas guiadas por el noble propósito de entregar felicidad a quienes vean que lo necesiten y sin necesidad de mantenerlos pobres por toda la eternidad.
Entonces, ¿quién y quiénes causan la escasez? ¿Es culpa del libre mercado que te permite comerciar como más te convenga, o del Estado que disfruta evitando que te beneficies? Ya ves: no es función de un Estado ayudar a nadie; todo funciona mejor si no se mete.
Por: Hector Giron | Foto: elobservadormendocino.com