Lo digo sin ningún tipo de filtro: no siento el más mínimo respeto por el «periodismo» tradicional; no solo a los medios, sino a los «periodistas».
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Dicho por ellos mismos, y bastante que se jactan de esto es: «Nuestro trabajo es la búsqueda de la verdad». Esa ha sido la supuesta máxima de esa mal llamada «ética periodística», que no es más que un manifiesto sobre cómo comportarse a conveniencia del poder, cuando se hace comunicación social.
Otra de las máximas del periodismo tradicional es la supuesta «imparcialidad». Han querido venderse como «objetivos y neutros», pero todos siempre nos inclinamos más para un lado, que para el otro, solo que los periodistas usualmente se inclinan hacia el lado del poder y del mal.
En Twitter escribí:
¿Quiénes son más peligrosos para la libertad, los políticos de izquierda o los «periodistas» tradicionales?
Yo creo que los segundos le hacen quizás más daño hoy día a la libertad, porque trabajan para los políticos y utilizan su poder de influencia para mantenerlos en el poder.
— Jose Miguel 🗽 | 7 (@JP_7_) February 11, 2022
No hay que ser genios para reconocer cuándo un periodista trabaja para el establishment. Su contenido es tibio, sus entrevistas son excesivamente aburridas y preparadas, las noticias son rebuscadas y sus opiniones son complacientes.
Sí, los periodistas también opinan, solo que son tan macabros en la manipulación del lenguaje, que usan palabras con doble sentido y oraciones que dan para múltiples interpretaciones.
Los «periodistas» tradicionales hacen igual o más daño con su lenguaje manipulador, que los políticos con sus mentiras.
Quizás el «periodista» no manipula para él ganar una elección, pero sí para ganar reputación y desde ella, usarla a conveniencia, vendiéndola al mejor postor.
— Jose Miguel 🗽 | 7 (@JP_7_) February 11, 2022
Hemos aprendido que para sacar a un mal político del poder, tenemos la herramienta de la democracia. Cada cierto tiempo tendremos la oportunidad de premiarlo o castigarlo por su mal trabajo; aunque eso no sea ya cierto hoy día.
Pero, ¿Cómo hacemos para castigar a un mal periodista por su trabajo en favor del mal o de la mentira?
Es una pelea de David contra Goliat, porque se trata es de reputación e influencia y cuando estos tienen el pulmón financiero y soporte del conglomerado mediático y político, fácil pueden opacar nuestros esfuerzos.
Los «periodistas» tradicionales se creen inmunes e invencibles cuando han logrado concentrar poder de influencia, tienen el respaldo de grandes medios y del gremio.
Como muchos que salivan con el poder, se comportan de forma arrogante, estúpida y cínica.
Pero son débiles.
— Jose Miguel 🗽 | 7 (@JP_7_) February 11, 2022
No podemos botarlos del cargo en un proceso de elección popular, pero es mucho más fácil que eso, especialmente hoy día con internet, las redes sociales y la tecnología.
Al «periodista» que se acuesta con el poder hay que exponerlo, hay que cuestionarlo, hay que criticarlo y no dejarlo en paz hasta que su reputación esté por el suelo y tenga que vivir de las limosnas, si es que alguien acaso quiere darle algo cuando sepa de su perverso trabajo.
Al «periodista» tradicional que le hace favores a las cúpulas corruptas hay que desmantelarlo, encararlo y dejarlo en evidencia con todo el mundo.
No hay que dejarse intimidar por su poder de influencia, de hecho, hay que usarlo en su contra, provocándolo hasta que caiga.
— Jose Miguel 🗽 | 7 (@JP_7_) February 11, 2022
Porque no es cierto que «buscan la verdad», solo buscan la información que más les conviene, que es tendencia o que los ayuda a viralizar. No es cierto que «son imparciales», porque se inclinan para el lado que les otorga más beneficios, y estos no son siempre beneficios económicos.
Cuenta la leyenda que una vez existió un periodismo serio, que investiga, que cuestiona al poder y a quienes lo ejercen, que solía servir de guía hacia la verdad para quienes los leían o escuchaban, pero eso raramente se ve hoy día.
En la actualidad, eso que algunos llaman «periodismo» no es más que un trabajo vulgar; esos que llaman «medios de comunicación» no son más que burdeles desinformativos y esos a los que llaman «periodistas», no son más que prostitutas que se venden por billetes de 100.
— Jose Miguel 🗽 | 7 (@JP_7_) February 11, 2022
¿Hay alternativa? ¡Claro que sí!
Si bien al falso periodismo hay que enfrentarlo y desmantelarlo, hay una gran desventaja al momento de pelear contra la fuerza de su tamaño y poder económico; es casi imposible. Ellos tienen llegada en masa, pero quienes se enfocan en grandes números, descuidan los pequeños: los nichos.
Es ahí donde entran los medios alternativos. Podrán ser pequeños, podrán ser poco conocidos, podrán tener poca o moderada influencia, pero tienen audiencias más comprometidas, mejor preparadas y más interesadas por la libertad.
Los medios alternativos son el talón de Aquiles de los grandes medios tradicionales.
Para cerrar:
No basta con exponer, criticar, cuestionar o someter al juicio público a los «periodistas» tradicionales.
El peor castigo que podemos darle a estos traficantes de la desinformación es: reportarlos, ignorarlos y apoyar a los medios y creadores de contenido alternativos.
— Jose Miguel 🗽 | 7 (@JP_7_) February 11, 2022