Desde el inicio de la pandemia ha reinado la desinformación, en algunos casos, promovida desde los gobiernos y organizaciones internacionales, especialmente, desde la Organización Mundial de la salud (OMS).
Tiempo estimado de lectura: 4 minutos
Las agendas particulares de los políticos han encontrado en el Virus Chino la excusa perfecta para ser impulsadas, y es que una ciudadanía con miedo en una situación de emergencia, pide a gritos mayor intervención estatal bajo la bandera de ser “un asunto de seguridad nacional que debe ser atendido de inmediato”. Sin embargo, en esta situación, resultó ser peor el remedio que la enfermedad.
La política “Orwelliana” logra ser implementada con éxito solamente cuando la ciudadanía así lo permite. El coronavirus ha dado poderes especiales a los gobiernos a nivel mundial, en mayor o menor escala, dependiendo de lo frágiles que sean sus instituciones y de las estrategias que prefieren utilizar sus gobernantes para afrontar la pandemia.
En un escenario regular, prohibir la libertad de asociación sería visto como un acto de totalitarismo, al igual que restringir la libertad de tránsito. Sin embargo, hemos sido testigos de las exigencias por parte de algunos grupos de cercenar las libertades de todos los ciudadanos, después de todo, incluso los promotores del aislamiento obligatorio no están dispuestos a hacerlo de manera voluntaria. En los casos más extremos, hemos visto que personas del entorno han denunciado ante las autoridades a quienes no han seguido de manera estricta las regulaciones impuestas por las instituciones.
Cabe destacar que, aquellos países con mayores restricciones han presenciado actos de asistencia masiva una vez levantadas las restricciones gubernamentales, por lo que es importante formularse la siguiente interrogante: ¿Realmente es justificable una cuarentena forzada? Los hechos demuestran que no. La estrategia más efectiva es la transparencia en la información y la concientización a los ciudadanos que, desde la responsabilidad individual, deben asumir las medidas preventivas necesarias para evitar contagiar y ser contagiados.
Tampoco se puede hablar de cerrar negocios “no esenciales” pues cualquiera que sea el sustento económico de un individuo o varios, es esencial. Tuve la oportunidad de conversar con una mesonera que estuvo 3 meses sin trabajar (a pesar que en el estado de la Florida en Estados Unidos no hubo un cierre total de la actividad económica), debido a que su trabajo no es considerado esencial bajo los parámetros del gobierno. Una de las preocupaciones que ella mostraba era el posible cierre por segunda vez del local en el cual trabaja. Es llamativo que los defensores y promotores de la cuarentena forzada, generalmente, están bien posicionados económicamente y pueden subsistir varios meses sin necesidad de producir ingresos.
Existen dos países dignos de estudio debido a las tácticas aplicadas para el control del virus: Uruguay y Japón. Ambos evitaron el abuso del poder (cuarentena forzada) para ser modelos exitosos en este ámbito. De igual manera, son distintos entre ellos culturalmente, geográficamente y en la densidad poblacional, lo cual elimina cualquier argumento absurdo que tome en cuenta estas características.
Ninguna circunstancia especial debería permitirles a los gobiernos eliminar o restringir las libertades de los ciudadanos. Eventualmente, cualquier particularidad se convierte en esa “circunstancia”. El llamado no es a la irresponsabilidad, todo lo contrario; debemos ser individualmente responsables sin ceder ante el avance del estado en nuestras vidas.