El placer, para el ser humano, no es un lujo sino una necesidad psicológica profunda.
El placer (en el más amplio sentido del término) es una conmitancia metafísica de la vida, la recompensa y la consecuencia de una acción exitosa, así como el dolor es el signo del fracaso, de la destrucción, de la muerte.
La dicha contiene implícitamente la convicción: «Tengo control sobre mi existencia», y la desdicha contiene la sensación de frustración equivalente a: «Estoy indefenso». Así como el placer implica emocionalmente una sensación de eficacia, el dolor implica emocionalmente una sensación de impotencia.
La virtud del egoísmo – Ayn Rand
El placer es tan importante para el ser humano, para su autoestima, que no debe ser considerado solo como una emoción momentánea, como algo efímero. El placer debe ser un reflejo de la felicidad, derivada del logro de los propios valores.
El hombre, libre para elegir individualmente sus metas, intereses y objetivos de vida, debe reconocer al placer como el premio por alcanzar lo que se propone, por sus propios medios. La dicha será precisamente ese estado de satisfacción consigo mismo, por saberse capaz de plantearse retos y superarlos; retos que lo mantienen encaminado hacia lograr la vida que desea.
Por: José Miguel | Foto: contact.collections.com