Hace dos semanas, Latinoamérica fue testigo silente, una vez más, de los repetidos abusos del gobierno Venezolano. En esta ocasión le correspondió ser víctima a Leopoldo López, líder socialdemócrata a quien el gobierno ha condenado a estar encarcelado por 14 años por crímenes que no cometió. Todo esto ocurre ante el cómplice silencio de los gobiernos de la región quienes, ante semejante atropello, no han emitido voz de protesta alguna. Pero lo más siniestro detrás de todo lo que ocurre es el completo estado de disociación de la población con respecto a lo que ocurre.
Es bastante alarmante observar a ciudadanos comunes que, luego de haber sido testigos y víctimas del consecutivo abuso de poder del gobierno venezolano, aún puedan tener esperanzas en que algo vaya a cambiar dentro de semejante grupo de hampones.
No bastó con los años inmerecidos de prisión y tortura de personajes como Simonovis y Forero; el exilio forzado de cientos de venezolanos; la desaparición de estudiantes y ciudadanos en manos del Sebin y la GNB; el asesinato programado de personeros del gobierno; o la valiente inmolación de Franklin Brito; entre los muchos abusos del gobierno; para que la población venezolana perdiese su capacidad de asombro ante la inminente bestialidad de sus captores. Aún bajo el peso irrefutable de la evidencia acumulado durante los últimos 15 años, el pueblo venezolano esperaba ver la justicia prevalecer en el caso de López.
En definitiva, el pueblo venezolano, o perdió o nunca tuvo capacidad crítica para afrontar la situación por la que está pasando, o se ha convertido en un cómplice involuntario de sus captores. Y antes de que alguno de mis lectores se confunda. Aunque no comparto la ideología del Sr López, pues como a todo buen socialdemócrata o socialcristiano, lo considero padre del monstruo socialista que Venezuela vive hoy en día, y que probablemente nunca en mi vida le daría un voto de confianza a sus ambiciones políticas, también reconozco que las razones por las cuales está en prisión son injustas, pues el debido proceso nunca le fue garantizado, nunca se pudieron presentar evidencias de su culpabilidad y por tanto debería ser libre.
Pero no por esto esperé en algún momento que el gobierno le dejase ir. Todo parece indicar que como nación, los latinoamericanos, compartimos una tara cultural que nos impide entender el concepto de derecho. Según la Real Academia de la Lengua Española, una de las acepciones de derecho es “Facultad del ser humano para hacer legítimamente lo que conduce a los fines de su vida.” Esto quiere decir que, el ser humano, está legítimamente facultado para actuar y conseguir los medios que crea necesarios para satisfacer sus necesidades. Esto a su vez quiere decir que todos los seres hombres deben contar con el respeto a su libertad (facultad de acción), vida (espacio de tiempo donde el hombre se desenvuelve) y a la propiedad (posesión de los medios y fines objetivos de sus acciones).
El derecho, conlleva a su vez, la existencia de deberes, y estos deberes se refieren al respeto irrestricto de los derechos de otros. En resumidas cuentas, un hombre no puede disponer de la propiedad (robo o apropiación indebida de los bienes ajenos), vida (asesinato), o libertad (esclavitud o creerse merecedor del esfuerzo del trabajo de otros) de terceros sin su expreso consentimiento.
Por tanto, el derecho no es la Ley ni se genera de la Ley, es previo a esta y por el contrario de los que muchos piensan, la función de la Ley es proteger el derecho (Libertad, Vida y Propiedad) de los individuos. El ente que, para bien o para mal, el ser humano a generado para aplicar la Ley, es el Estado. En resumidas cuentas el Estado es simplemente un conglomerado de individuos que deberían estar avocados a la protección de los derechos individuales en una sociedad. Esto sería el deber ser si en nuestras sociedades entendiésemos claramente el significado del derecho; pero este no es el caso; y especialmente en Latinoamérica, las personas creen que el Derecho proviene de la Ley y que por tanto quien escribe la Ley (los burócratas del Estado) son quienes determinan los derechos. De esta manera, quienes deberían honorablemente servir a los ciudadanos se terminan convirtiendo en sus amos.
El caso venezolano muestra señas alarmantes de la descomposición imperante en una sociedad que nunca entendió sus derechos. Hoy en día, y en especial con el caso de Leopoldo López, los venezolanos aún muestran esperanzas de recibir las migajas mendigadas de la justicia controlada por los señores socialistas. Además, los ciudadanos han aceptado de manera sistemática el incremento en el nivel de abuso y de forma paulatina se han acostumbrado a entregar sus libertades. Bajo el guión socialista aceptaron la inseguridad, vendieron su derecho a la propiedad por un puñado de dólares baratos para viajar, toleraron que los medios de producción le fuesen arrebatados; que el producto de su esfuerzo fuese devaluado en valor por la inflación generada por sus gobernantes y que para hacerse de los más básicos insumos fuesen sometidos a la humillación.
Ni se te ocurra pensar distinto.
Lo más aterrador del caso es el evidente éxito del gobierno en manipular la mentalidad de la población. Inicialmente, los socialistas empezaron el lavado de cerebro incluso desde la mal llamada Cuarta República, donde se empezó a incubar la mentalidad servil obediente en la población. Si no me creen simplemente lean el pensum de estudios de las mal llamadas materias de Cívica impartidas en los colegios. Luego, ya con la llegada de la izquierda más radical al poder, el gobierno se avocó a trastocar los conceptos de nación y patria en la mente de sus seguidores, a quienes convirtió en meros fanáticos sincriterio. Pero lo más curioso es que ese lavado de cerebro también llegó a la población opositora.
No es para nada extraño ver fuerzas pro-gobierno tildando de traidores a la patria a quienes les adversas; pero lo más curioso es observar a muchos “opositores” llamando traidores, radicales, infiltrados o menos patriotas a quienes, desde argumentos de razón o no, les critican el voto o la forzosa Unidad. Nadie parece percatarse que haciendo esto, inmediatamente atentan contra el derecho a la libertad de sus interlocutores. El debate de ideas en Venezuela se ha resumido a “Si estás de acuerdo conmigo te recibo, de lo contrario eres un traidor”.
He allí 2 sencillos ejemplos de donde se encuentra el tema de los derechos en Venezuela. Aún queda mucha tela por cortar, mucho que debemos crecer como individuos y mucho que debemos madurar como sociedad. Una sociedad donde todos agachan la cabeza y se deja enajenar sus derechos por el gobierno siempre será una sociedad de esclavos. Y una donde yo irrespeto los derechos de mis conciudadanos -porque me creo más próximo al ideal patriótico- es una sociedad de totalitarios. Ninguna sociedad como esa verá el progreso que tanto se anhela.
Por: Julio Pieraldi