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El Capitalismo Sí Funciona y “El Socialismo También”

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Comencemos por el final, por el socialismo.

Mi argumento principal es que el socialismo sí funciona, y muy bien. Me disculpan todos los compañeros liberales que sostienen que el socialismo no funciona y que es una idea fracasada. Me les pongo al frente y les digo que no, que no es así. Y ustedes, socialistas que sonríen, oigan bien mis palabras.

El socialismo se fundamenta en una concepción que va más allá de lo político y lo económico. Su cosmovisión comprende una interpretación del hombre, su origen, sus relaciones, su esencia y su futuro. “La historia de toda sociedad -hasta nuestros días- no ha sido sino la historia de las luchas de clases”, así comienza Karl Marx el manifiesto comunista, siendo ésta idea una columna vertebral en todos sus postulados.

Marx interpreta la historia humana a través del lente de lucha de clases y, a partir de allí, se atreve a predecir su futuro: el comunismo. Ese paraíso donde se acaba la lucha, la explotación y los males de la humanidad. Si el pasado fue terrible, el futuro será glorioso.

La gloria será la dictadura del proletariado, la liberación final de esa clase dominada y explotada. Pero la transición del pasado al futuro requerirá de una acción en el presente: la revolución; es decir, la toma violenta del poder  y la captura de los medios de producción. Revolución que será precedida por un despertar de la conciencia alienada por las estructuras sociales de dominación burguesa. “Los comunistas no se cuidan de disimular sus opiniones y sus proyectos. Proclaman abiertamente que sus propósitos no pueden ser alcanzados sino por el derrumbamiento violento de todo el orden social tradicional.” Así concluye el manifiesto, haciendo un llamado a un rompimiento revolucionario.

Una vez concretada la revolución, el poder lo deberá tomar “la vanguardia proletaria”, es decir, un pequeño grupo que dirigirá al resto. Es allí donde aparece la verdad del comunismo, que unos pocos llegan al poder para quedarse. Cuando entendemos que el socialismo es, en realidad, un proyecto de poder absoluto entonces llegamos a comprender que ha sido muy exitoso, pues, para alcanzar y mantenerse en el poder se sirve de toda clase de acciones arbitrarias, crímenes, expropiaciones, ejecuciones, torturas y violaciones de derechos fundamentales. El éxito socialista son sus propias atrocidades. El empobrecimiento sistemático de la sociedad es su proyecto, el sometimiento y la opresión son sus fines.

El sistema capitalista, en cambio, no le sirve a un proyecto centralizado y dirigido por un grupo de burócratas. No consiste en la organización planificada de la sociedad con el fin de satisfacer todas sus necesidades o las de quién la dirige. Los defensores de este sistema no reclaman para sí alguna superioridad moral o administrativa en comparación con los socialistas.

Una de las características fundamentales del capitalismo es el orden espontáneo. Es decir, un orden no dirigido centralizadamente ni estructurado para alcanzar un “fin común”. Es un orden que surge de la armonía que hacen los proyectos y fines individuales. El orden capitalista se compone de millones de decisiones que son tomadas a cada momento por cada persona que participa en el proceso de comprar lo que no sabe o no puede hacer, y de vender lo que sí sabe o puede hacer.

En este intercambio emerge un equilibrio organizado que es tan complejo que quien intente descifrarlo se encontrará con que simplemente es imposible. Aún peor, quien trate de “mejorarlo” a través de dirigirlo con sus propias manos se dará cuenta rápidamente que ya ha destruido la esencia de ser de ese orden: la espontaneidad.

Pero no puede ser espontáneo si los individuos que participan no son libres. Por eso, sin libertad no hay orden. Y la libertad debe ser entendida como un gobierno sometido a ciertos límites (imposibilitado de hacer algunas cosas), el mercado libre de controles y favores de los políticos, y el respeto absoluto e irrestricto a la propiedad privada. Si la ley no protege a los individuos entonces lo único que los podrá proteger será su fuerza, y en el momento en que uno más fuerte los coaccione, se acabó la espontaneidad del orden capitalista.

En contraste, en el sistema comunista los individuos no pueden ser libres, ya que se pierde la esencia de ser de la planificación centralizada de la sociedad, pues, si la gente puede escoger lo que quiere, entonces ya el planificador no puede organizar a todo el colectivo en la persecución de un futuro glorioso. De allí todos los controles económicos que se proponen limitar la acción de las personas. Quien controla la economía controla los medios por los cuales los individuos alcanzan sus fines.

Sabemos que algo realmente funciona cuando cumple a cabalidad el propósito para el cual está destinado. En este caso, la evidencia es el gran acusador del sistema socialista, ya que, cuando observamos venezolanos huyendo de su país, a costa de lo que sea, a otros lugares, nos damos cuenta que la naturaleza humana no se equivoca y siempre buscará estar donde tenga mejores condiciones de vida.

Y no solo venezolanos, pasó lo mismo en la Alemania oriental comunista, en Cuba y en Corea del Norte. Jamás se ha visto multitudes de personas huyendo del capitalismo al socialismo. Los países capitalistas guardan dentro de sus fronteras los mejores niveles de vida, la mayor producción de riquezas, tecnología, ciencia y progreso en beneficio de todos. No es lo mismo vivir en Nueva Zelanda, Estados Unidos o Singapur, que vivir en Venezuela o Nicaragua.

El sistema capitalista permite que -al surgir algún problema o necesidad- todos compitan en solucionarlo; y que, el que mejor lo haga sea recompensado y exitoso. El socialismo impide la libre competencia, restringe la solución a un órgano burocrático y centralizado, haciendo todo más costoso e ineficiente.

El capitalismo sí funciona, porque permite a los individuos esforzarse, intercambiar y perseguir sus proyectos siendo a la vez protegidos por un sistema institucional de derecho. Por su parte, el socialismo le funciona a los que lo instauran para perseguir los intereses de ellos, en perjuicio del resto de la sociedad sometida a su poder.

¿Ya ven que sí funcionan? Pero solo uno de ellos funciona para bien.

Por: Andres Doreste

Andrés Doreste

Andrés Doreste

Abogado, emprendedor, locutor y político.

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