Para ser capaz de manejar los hechos de la realidad, para procurar y lograr los valores que requiere su vida, el hombre necesita su autoestima: necesita tener confianza en su eficacia y en su valor.

La ansiedad y el sentimiento de culpa, antítesis de la autoestima y signos inconfundibles de una mente enferma, son desintegradores del pensamiento, distorsionadores de los valores y factores paralizantes de la acción.

La fe es la entrega de la conciencia personal a creencias de las cuales no hay evidencia sensorial ni prueba racional.

Cuando el hombre rechaza la razón como su criterio de juicio, el único criterio al que puede recurrir son sus sentimientos. Un místico es un hombre que trata a sus sentimientos como herramientas de cognición. La fe es la equiparación de los sentimientos con el conocimiento.

El pretendido atajo hacia el conocimiento, la fe, es solo una simplificación de una invención mística equivalente al deseo de aniquilar la existencia y, como consecuencia, aniquilar la conciencia.

La virtud del egoísmo

La típica lucha entre la fe y la razón no es más que la decisión personal entre la renuncia a la autoestima o no. Es común escuchar a personas tratar de justificar hechos concretos apelando a la fe como «prueba» que demuestra la existencia o proveniencia de algo. Ante esa encrucijada entre «lo conozco o lo desconozco», resulta muy tentador tratar de explicar los hechos a través del misticismo propio de la fe, lo cual demuestra solamente una cosa: esa persona ha renunciado a su capacidad para razonar.

Pero el hombre con autoestima va más allá y se prueba a sí mismo, tratando de descubrir y comprobar con hechos más no con historias sin sentido, el porqué, el cómo y el dónde se originan esos hechos. Es por eso que la ciencia siempre ha dejado años atrás a la religión, porque mientras la primera apela a la razón para justificar el conocimiento, la religión busca el camino corto del «no por no poder explicarlo, no existe» y ante ese argumento siempre la racionalidad prevalecerá.

Por: José Miguel  |  Foto: lauren rushing