Durante años seguí el programa del escritor español César Vidal, La Voz, en YouTube. Nunca estuve del todo de acuerdo con él. Por ejemplo, es un defensor de la teoría de la Ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber, que considero un tanto alocada. Pero aun así me gustaba su estilo y su forma de analizar con erudición muchas situaciones.
No obstante, a raíz del primer ascenso de Trump en la Casa Blanca, comenzó a tener comentarios bastante positivos hacia Putin. Incluso dijo, en una entrevista con Jaime Bayly (en noviembre de 2016), lo siguiente:
“¿Por qué hemos destruido la política, que comienza con Kissinger, que consiste en separar lo que entonces era la Unión Soviética de China, de tal manera que no pueda ser rival para nosotros? (…) Hemos conseguido todo lo contrario, hemos conseguido arrojar a Rusia en brazos de una China que en términos económicos ya nos supera en Producto Interno Bruto”.
Fue la primera vez que me percaté de que esto que llaman Nueva Derecha empezaba a tener un extraño acercamiento hacia Rusia que nunca terminé de comprender a cabalidad, y que de hecho todavía no entiendo.
Origen
Parece que el pro-putinismo en la Nueva Derecha fue una cosa espontánea. Por ejemplo, en 2014, ya lo veíamos en la derecha francesa; en ese año Marine Le Pen estuvo siendo cuestionada por la opinión pública a causa de un crédito de nueve millones de euros que recibió de un banco ruso, por lo que se comenzó a sospechar que su relación con el Kremlin era cercana. Ella dijo entonces a CNN:
“La nación rusa es una gran nación, ha hecho su elección nos guste o no. ¿Es Rusia un peligro para Francia? Respuesta: no. ¿Debe ser Rusia un aliado para Francia? Respuesta: sí. Lo mismo para Estados Unidos”.
Pero no fue sino hasta que Trump apareció en la escena electoral estadounidense en 2016 que esto se hizo más evidente, y aún se sigue viendo el contexto de la Guerra de Ucrania. Si bien no fue él quien inició la moda de hablar bien de Putin en la derecha, fue quien la consolidó.
Los rusos no son occidentales
Esto es algo sumamente curioso porque una de las cosas de las que se jacta la Nueva Derecha es de “defender los valores de Occidente”, y la realidad es que los rusos no son occidentales; su cultura es, por decir lo menos, bastante extraña. En cuestiones como el arte y la religión (inclusive las ciencias), los rusos parecen occidentales; sin embargo, su filosofía política es esencialmente comunitarista: no les gusta la libertad.
Esto se puede intuir en obras como Los Hermanos Karamázov, de Dostoievski; o La libertad no es solo política, de Tolstói, donde sus autores critican conceptos como el individualismo, en una tónica de descripción de la idiosincrasia rusa. Basta con dirigirse a la historia y comprobarlo: nunca han tenido una democracia liberal y fueron el primer país en experimentar el comunismo real.
¿Qué admiran en Putin?
Algunos en la Nueva Derecha ven en Putin un símbolo del conservadurismo y los valores tradicionales. Destacan su enemistad con la llamada Agenda 2030 y sus acciones más directas contra el colectivo gay. Sobre esto, el ya antes mencionado César Vidal habló en una ocasión:
“En una entrevista que el director de cine Oliver Stone le hizo a Vladimir Putin, le preguntó sobre la homosexualidad y por qué en Rusia no se puede difundir la ideología de género en las escuelas y no se puede hacer proselitismo homosexual. La respuesta de Putin es ejemplar: en Rusia no se persigue, no se encarcela a los homosexuales ni se discrimina a ningún adulto por ser homosexual. Nadie los persigue ni los discrimina, pero no vamos a tolerar que adoctrinen a los niños en una ideología que es contraria a la familia porque la base de esta nación es la familia.”
Otra cosa que admiran es su “autoritarismo efectivo”, quizás lo mismo que admiran de personajes históricos como Pinochet o Pérez Jiménez, tipos que supuestamente velaban por el interés económico y la seguridad de sus naciones aun si eso implicaba reprimir brutalmente a la oposición o constituirse en mafias apoderadas de las instituciones políticas para eternizarse en el poder.
¿Cisma?
Como anarcocapitalista comprometido que soy, uno de los temas en los que siempre me ha gustado ahondar ha sido la relación vidriosa que históricamente existió entre liberales/libertarios y conservadores. De hecho, en la introducción de mi libro, ¡Quiero que seas libre!, escribí lo siguiente:
“A los políticos sólo les interesa estatizar, sean del partido que sea; esto, evidentemente, incluye a los conservadores, quienes quieren utilizar al Estado como medio de imposición de sus valores morales”.
Siempre vi con cierta duda a esta reciente alianza entre liberales/libertarios y conservadores, pues me parecía contribuir a otro tipo de antiliberalismo al poder, como el de Putin. Del lado hispanohablante se aúpa a personajes con claros rasgos colectivistas, como Bukele, que ha instalado controles de precios en El Salvador, o el propio Trump, que está llevando a cabo la más absurda de las guerras contra el libre comercio de la historia.
En un reciente Tweet, dije lo siguiente:
Por el bien de la humanidad, espero que dentro de la "Nueva Derecha" se terminen imponiendo las ideas de Javier Milei y no las de Trump.
— Nixon P. (@nixon_pinango) February 3, 2025
Mi intención era poner de manifiesto la importante contradicción en nuestro lado, algo que fue siempre una confrontación latente entre facciones que, sabía, se avivaría cuando más gobiernos de la Nueva Derecha comenzaran a aparecer por todo el mundo.
Hoy nos une el rechazo a la izquierda, pero a nivel ideológico somos muy diferentes. Entonces, una vez que hayamos derrotado a los progres, ¿qué nos unirá?