Nadie se siente bien cuando otro intenta imponerle algo. De hecho, nuestra reacción natural es llevar la contraria aunque no hayamos analizado a detalle lo que pretenden, ¿cierto? Y es que está en nuestra naturaleza el querer ser libres, el transitar la vida a nuestro antojo sin tener a ese pájaro dándonos picotazos para que hagamos lo que él quiere. El hombre debe ser libre, eso es un hecho.
Pero la realidad nos muestra otra situación, una que puede resultar amenazadora si no se le observa con lupa. Algunos queremos ser libres para vivir de la forma que se nos ocurra y otros quieren ser libres para controlar la vida de los demás; y esto pasa en cualquier parte de este mundo. Personalmente no considero a la democracia como un sistema idóneo para la vida en sociedad. De hecho, creo que es un gran demonio disfrazado de tierna ovejita; y si solo nos fijamos en su apariencia pues la abrazaremos con confianza hasta que nos muerda el pescuezo.
¿Qué eso no es posible? Pensemos en el siguiente caso. Los países necesitan un gobierno, de eso no hay duda, y todos en el mundo actual tienen uno. La forma predominante en la mayoría de los países para hacerse con el poder es la democracia, una convocatoria en la que cada quien “decide voluntaria y secretamente” a quien quiere como patrón (gobernante) para dirigir la hacienda (país). En este escenario ya podemos realizar nuestro primer cuestionamiento: ¿realmente la decisión la hacemos nosotros? Joseph Stalin, comunista ruso, dijo orgullosamente: “Quienes emiten votos no deciden nada. Quienes cuentan votos lo deciden todo”. De esta manera, y aunque Stalin era un dictador, dejó en evidencia que el sistema democrático puede ser manipulado al antojo de quien detente el poder.
Ahora bien, recordemos el caso de Pilato, cuando preguntó: “¿Doy libertad a Jesús o Barrabás?”, poniendo así en elección a un “delincuente” versus el llamado “hijo de Dios”. Y en este ejemplo podremos hacer nuestro segundo cuestionamiento sobre el funcionamiento de la democracia: ¿qué eligieron las masas? Crucificaron al inocente y dieron libertad al delincuente. Como reza el dicho, terminó pagando un justo por todos los pecadores,porque la mayoría así lo eligió gracias a ese “moderno” sistema llamado democracia. Hay una cita de Ayn Rand que podemos traer para darle oportunidad de salvación a todos aquellos que no queremos ser abusados por la mayoría y para ponerle freno al que pretende usar a un grupo para obligar a otros: “si no puede obtener la participación voluntaria de todos, será mejor que esa meta no se alcance”.
Tratar de imponer nuestras ideas sobre las ideas de otro es lo que el mundo conoce como tiranía, y no solo se aplica para gobiernos y gobernados; podemos ser tiranos en nuestra vida, con nuestros amigos, hijos, compañeros de trabajo o familiares. Cuando nos topemos con alguien que intenta alcanzar objetivos que involucran la participación de todos pero no puede conseguirla, y todavía así insiste en hacerlo, preguntémosle: “si eso es tan ‘bueno’ para todos, ¿por qué lo quieres imponer?”
Por: José Miguel | Foto: La pasión de Cristo
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