Muchos de los que me leen han experimentado el altruismo, esa sensación de culpa por no poder ayudar a otros. No me refiero al ideal cristiano de querer al prójimo como a uno mismo, sino a sentirnos obligados a ayudar. Pero a pesar de que se nos rompe el corazón por no poder ayudar a otros, fracasamos en construir una sociedad más pudiente y moral.
La actitud de ayudar a los demás de modo desinteresado nos convierte en esclavos del altruismo, nos convierte en siervos de la masa y nos hace sentir mal al no poder o no querer dar una limosna, porque en muchos casos no queremos ceder nuestro dinero en dar limosna o dar nuestro tiempo para apoyar a un desconocido a superarse y salir de las necesidades materiales.
Toda esta moral altruista propone un sistema socialista, un sistema de ayudar al prójimo, así sea sacrificando una porción de nosotros para no sentirnos «malas personas» o victimas de las maldades o escasez del mundo. Pero cada vez que implementamos el socialismo destruimos la relación trabajo-beneficio y desincentivamos la búsqueda de nuestros mejores atributos, de hacer valer nuestras cualidades y estar orgullosos; por darle cosas materiales a quien escasea de estas cosas, pero rechazamos buscar las causas del verdadero problema de la escasez en el mundo.
Nunca han pensado – ¿el pobre merece ser pobre?, o negamos de modo hipócrita que nos hemos hecho esta pregunta, o decimos rápidamente- no, nadie merece ser pobre, sin razonar mucho el asunto. Pues es cierto, nadie esta condenado a la pobreza, pero la riqueza no se crea de la nada ni viene de la tierra ya lista para usarse. Los recursos son escasos, pero cada uno de nosotros tiene habilidades de crear valor material y emocional para la sociedad. La cuestión es que si rompemos la relación del trabajo y los beneficios, por la misericordia al más flojo o menos afortunado, nos encontramos en que viviremos en una sociedad que no quiere enfrentar el verdadero problema, el problema de alzar la razón de cada persona para que salga a valerse por sí misma y no de las limosnas.
Mucha gente es defensora del socialismo, busca erradicar la pobreza redistribuyendo la riqueza de los demás -no la propia-, busca que un Estado sea el papá de los ciudadanos caprichosos que quieren todo sin trabajar, o quieren una igualdad de oportunidades, es decir, que todos podamos alcanzar la igualdad material o académica, como si no fuésemos capaces de elegir cuáles prioridades tenemos en la vida, si es la educación, el dinero, la familia… y a que grado queremos esas prioridades, entonces nos ven como «objetos» que somos intercambiables; y allí es donde desaparece el sentido común y el uso de la conciencia de los ciudadanos para ganar la aprobación y protección de la masa, esa masa que busca los derechos divinos del pueblo.
La solución a toda esta tergiversación de hacer los correcto, es una manipulación emocional, de líderes que buscan la aceptación de la esclavitud en pleno siglo XXI, buscan que cedas tu libertad para que el Estado te proporcione bienestar, o para que una porción de tu vida que priorizaste y ejecutaste pajo tu Libertad de albedrío (de no coerción y en ejecución de tus capacidades de elección) en crear propiedad, que debes destruir para estar en armonía con El Derecho Divino Del Pueblo y eres manipulado emocionalmente para sentirte mal, sino quieres o no puedes ayudar por obligación moral.
Para luchar contra moral esclavista, debemos ejercitar y ejecutar la razón de cada uno de os hombres para hacer lo correcto, puesto en ese punto, no nos sentiremos mal por no ayudar al pobre, o bien por darle una limosna que se la gastara el mismo día y seguirá existiendo el problema, sino que ejecutar acciones como darle empleos, adoptarlos o motivarlo y asesorarlo para que arranque su propio negocios, y así que esa persona aporte lo mejor de si para hacer un mundo mejor y renazca su esencia como individuo y su orgullo por ejecutar las acciones que concibe en su mente.
Por: Héctor Girón Cicoira