El principio social básico de la ética objetivista es que, así como la vida es un fin en sí misma, todo ser humano viviente es un fin en sí mismo, y no el medio para los fines o el bienestar los otros; en consecuencia, el hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse por los demás y sin sacrificar a los demás para su beneficio. Vivir para su propio provecho significa que el propósito moral más elevado del hombre es el logro de su propia felicidad.
La felicidad es el estado exitoso de la vida; el sufrimiento la señal de alarma, del fracaso o la muerte.
La felicidad es aquel estado de conciencia que surge de los logros de los propios valores. Si Un hombre valora el trabajo productivo, su felicidad será la medida de su éxito en el servicio a que dedica su vida.
La felicidad es un estado de alegría no contradictoria, una alegría sin pena ni culpa, una alegría que no choca con ninguno de tus valores y que no te lleva a tu propia destrucción. La felicidad es solo posible para el hombre racional, el que no desea más que alcanzar objetivos racionales, que no busca más que valores racionales, y que no encuentra su alegría sino en acciones racionales.
La conservación de la vida y la búsqueda de la felicidad no son dos cuestiones separadas. Considerar a la propia vida como el valor supremo y a la felicidad como el propósito personal más elevado son dos aspectos de la misma realización.
La virtud del egoísmo – Ayn Rand
Sobre esta premisa se sostiene la justificación moral del egoísmo. Aunque ha sido vilipendiado y manipulado, el egoísmo está estrictamente vinculado a la conservación de la propia vida y a la búsqueda de la felicidad individual.
Aceptar vivir una vida de sacrificios donde los únicos intereses que convierten nuestra existencia en «moral» dependen de qué tanto renunciamos a nuestra felicidad en beneficio de la de otros es, la más cruel, irresponsable e infeliz forma de vivir.
Vivir guiado por los propios intereses y de manera racional, significa que entendemos que otros individuos tienen el mismo propósito y que no hay ninguna necesidad de atentar o interferir en contra de sus objetivos para yo alcanzar los míos. La fuente principal de felicidad es el orgullo y la única manera de experimentarlo es logrando nuestras metas y objetivos personales por nuestros propios medios, sin sacrificarme ni sacrificar a otros en mi beneficio.
Por: José Miguel | Foto: Bob Vonderau