Para la ética objetivista, la vida humana es el patrón de valor, y la vida, el propósito ético de cada individuo.
Una «norma» es un principio abstracto que sirve como medida o regla para guiar al hombre en sus elecciones en pos de un propósito concreto, específico.
El ser humano debe elegir sus acciones, valores y metas de acuerdo con la norma de lo que es apropiado para el hombre, a los efectos de alcanzar, sustentar, cumplir y gozar ese valor supremo, ese fin en sí mismo que es su propia vida.
El «valor» es aquello por lo cual uno actúa, para obtenerlo y/o conservarlo. La «virtud» reside en la acción por la cual uno obtiene y/o conserva. Los tres valores cardinales de la ética objetivista, que, en su conjunto, son el medio para realizar el valor supremo de una persona, es decir, su propia vida y al mismo tiempo su realización, son: Razón, Propósito, Autoestima, con sus tres virtudes correspondientes: Racionalidad, Productividad y Orgullo.
El trabajo productivo es el propósito fundamental de la vida de un hombre racional, el valor central que integra y determina la jerarquía de todos sus valores. La razón es la fuente, la precondición de su trabajo productivo. El orgullo es el resultado.
La racionalidad es la virtud básica del hombre, la fuente de sus virtudes. El vicio básico el origen de todos los males, es el acto de desenfocar su mente, la suspensión de su conciencia, lo cual no equivale a cegarse sino negarse a ver, ni a ignorar sino a negarse a saber.
La virtud del egoísmo – Ayn Rand
Es aquí donde radica el derecho inalienable que es la vida para cada individuo. Tienes derecho a decidir libremente qué consideras de valor para ti y cuál será el medio por el que sustentarás tu propia vida.
Libremente escogerás las virtudes por las cuales alcanzarás tus metas personales, pero deberás hacerlo guiado por la única virtud que nos hace seres superiores en la tierra: la racionalidad.
Es así como el único propósito ético para cada individuo es: él mismo. Es su vida, su libertad, su propiedad y su derecho a la búsqueda de su propia felicidad.
Por: José Miguel | Foto: Sam Antonio Photography