A lo largo de milenios, el ser humano fue conformando lo que hoy llamamos «sociedades»: asociaciones entre individuos cuyo principal rasgo en común y razón de asociación es la cercanía geográfica. Cada una de estas asociaciones es única con respecto a otra, siempre se conseguirá una diferencia por más parecidas que sean, al igual que pasa con una familia o con dos individuos; así sean hermanos gemelos, usted encontrará alguna diferencia entre ellos.
En el caso de las asociaciones humanas, cada una tendrá su ropa, bailes, comidas o costumbres que la diferenciaran de las otras. Muchas veces esas diferencias, que se manifiestan cuando un grupo tiene contacto con el otro, son irrelevantes, otras veces pueden causar incomodidad, discusiones y peleas, hasta llegar a ocasionar guerras. Un ejemplo claro, es la religión monoteísta que puede resumirse en «mi amo imaginario es real y el tuyo no, por tanto si sigues creyendo en el tuyo y no en el mío, te mataré».
El mes pasado, Apple presentó su nueva gama de productos, de los cuales solo hablaré del iPhone, aparato cuya cantidad de piezas y componentes es incontable para una persona normal como yo.
Sabemos que los iPhone vienen de las «fábricas» de FOXCONN, ubicadas en Shenzhen, China. Coloco la palabra fábricas entre comillas porque los iPhone no se fabrican allí, sino que se ensamblan. La memoria RAM, la batería y la cámara trasera (fabricadas por Sony) entre otros componentes se fabrican en Japón. El microprocesador lo ensambla la competencia de Apple, Samsung en Corea del Sur, la pantalla viene de varios sitios porque la fabrican tres empresas distintas: Sharp, LG y Japan Display, en Japon, China, Vietnam y Corea del Sur. Por su parte, en Europa se fabrica el acelerómetro, y en EEUU el chip de audio. Otros países con fábricas de algún componente iPhone son Portugal, Taiwan e Israel.
Para hacer el cuento corto, hay más de 700 empresas a lo largo y ancho del mundo fabricando piezas y componentes del iPhone. Solo he nombrado los componentes de simple intuición, pero claro es, que un iPhone tiene cientos de piezas más. Todo esto sin contar con la logística de distribución, empaquetado, viajes en avión, transporte por carreteras, almacenamiento; actividades que a su vez, demandan bienes como el camión, el montacargas y el avión.
El iPhone que ves en la tienda de Madrid, literalmente fue hecho por millones de personas, cada una con sus sueños y aspiraciones, con sus proyectos de vida absolutamente distintos. Personas que no se conocen ni se conocerán, que hablan distintos idiomas, que practican diferentes religiones o que no tienen ninguna, quizá si se conocieran se odiarían si no fuera por este mecanismo de coordinación llamado «mercado»; que no es más que la libre actividad de intercambio entre las personas.
Es este efecto civilizador del libre mercado, la base moral del capitalismo. No es solo que nos haga más ricos, realmente eso es secundario. Es que nos coordina -sin importar nuestras diferencias- en pro de un objetivo común por muy diferente que seamos. El capitalismo, nos hace vivir civilizadamente.
Por: Dakar Parada