«Uno nunca debe dejar de pronunciar su juicio moral».
Nada puede corromper y desintegrar tanto una cultura o el carácter de un hombre como el precepto del agnosticismo moral, la idea de que uno nunca debe formularse un juicio moral sobre los demás, que uno debe ser moralmente tolerante con respecto a todo, que el bien consiste en no diferencia entre el bien y el mal.
El miedo a esa responsabilidad es lo que lleva a la mayoría de las personas a adoptar una actitud de indiscriminada neutralidad moral. Ese temor se expresa mejor a través del precepto: «No juzgues y no serás juzgado».
No hay manera de rehuir el hecho de que los hombres deben efectuar elecciones; mientras tengan que hacerlo no existe posibilidad de escapar a los valores morales; en tanto estos estén en juego, no existe neutralidad moral posible. Abstenerse de condenar a un torturador es convertirse en cómplice de la tortura y del asesinato de sus víctimas.
La virtud del egoísmo – Ayn Rand
Existe una gran diferencia entre emitir una crítica sin sentido hacia otra persona, y en el hecho de juzgarla en base a los principios, valores y acciones que practica. La primera sería no más que una serie de argumentos sin sentido, con lo cual solo se busca desacreditar y hasta difamar a quien se está acusando con nuestra opinión.
La segunda -en cambio- no es más que el resultado de una evaluación individual y objetiva sobre hechos reales. Juzgar a una persona no está mal, lo que está mal es atacarla sin ningún sentido. Juzgarla es necesario para que -sin afectarla- tomemos la decisión de si nos relacionaremos con ella o no; y más importante aún: decidir de qué lado estamos si sus acciones son una clara expresión de lo que está bien o lo que está mal, de lo que es correcto y lo que no.
Por eso -antes de juzgar- lo primero que debemos hacer es razonar; y eso solo puede hacerlo quien asume la responsabilidad de tomar decisiones y de pensar.
Por: José Miguel | Foto: starsmydestination.wordpress.com