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Cómo el Estado aprovecha una pandemia para coartar la libertad

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Las crisis y situaciones de riesgo exacerban los instintos más salvajes que poseemos los seres humanos, el temor, la angustia se apoderan de nosotros con una rapidez virulenta (nunca mejor dicho) y nos compele a buscar aquello que consideramos provee más seguridad.


Ante la situación de pandemia que vive el mundo y que probablemente experimente por un buen tiempo, muchos insisten en defender la utilidad de un medio que pareciera encarnar todo lo bueno y necesario para afrontar una situación de esta magnitud: el Estado.

La necesidad de coordinar ingentes recursos económicos y humanos, la capacidad de implementar medidas de índole restrictivo en espacios geográficos extensos, la posibilidad de establecer responsabilidades ante manejo irresponsable e inadecuado de protocolos médicos y de seguridad, en fin, son muchas las decisiones y políticas tendientes asegurar la salud y vida de las personas que pareciera que «solo el Estado podría llevar a cabo». Sin entrar en el debate sobre si estas líneas de acción pudieran recaer sobre otras instituciones quienes de una manera más eficaz o eficiente pudieran hacerle frente a una enfermedad de este tipo quisiera invitar a posar nuestra mirada al hecho más que evidente que el Estado es una abstracción y que su naturaleza de tipo coactivo responderá adecuada o incorrectamente dependiendo del entorno donde se le obligue a actuar.

Ese Estado que hoy vemos asistiendo a personas discapacitadas o que tan voluntariosamente va al rescate de quien lo solicite es el mismo que en la China del Siglo XXI silenció, apresó y mató al médico Li Wenliang, es el mismo que decide de forma arbitraria y de manera turbia quién se realiza las pruebas de coronavirus, el mismo que tapa, matiza o maquilla cifras de contagio bajo las más variadas excusas, es el mismo Estado cuyos funcionarios se saltan cuarentenas porque el hecho político y los hilos detrás del poder tienen que activarse in situ y no virtualmente, es el mismo Estado que restaba importancia y magnitud a los contagios (y subsecuentemente a las complicaciones derivadas de esos contagios) porque había una fecha que ameritaba activismo y movilización de calle.

El Estado será beneficioso y servirá a los fines del ciudadano no en la medida en que las personas depositen miedos y seguridades en él, ni mucho menos cuando rindan la razón y las precauciones debidas ante el Leviatan, sino cuando la Libertad y por consiguiente el control del poder sean la brújula de su proceder. Aun en las más extremas realidades la renuncia al control del poder en aras de hacerlo eficaz entraña la renuncia a la efectividad de tales medidas por la sencilla razón que el Estado es poder y si le das poder a alguien podrá usarlo en beneficio de otro o de todos o propio, así de simple.


«El Estado será beneficioso y servirá a los fines del ciudadano no en la medida en que las personas depositen miedos y seguridades en él, sino cuando la Libertad y por consiguiente el control del poder sean la brújula de su proceder.»Mario Guirados


Nota: Este artículo está dedicado a la memoria de todas las personas que han fallecido y fallecerán por la naturaleza de los gobiernos del mundo, por la insidiosa manera en que intereses políticos colindan con el de los ciudadanos, por no atender a la gravedad de la situación y por acallar las voces críticas sobre el manejo de emergencias.

 

Por: Mario Guirados

Mario Guirados

Mario Guirados

Abogado Venezolano, Profesor Universitario (UBA, UNITEC), ensayista (Caminos de la Libertad), articulista (El Nacional, Notitarde, Fundación Mises), exiliado en España, homologante del Grado en Derecho en España (Universidade da Coruña). Activista de Derechos Humanos, Liberal.

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