La paz es un efecto del comercio. - Charles de Montesquieu
En el Angelus del pasado domingo 10 de agosto, el Papa Francisco volvió a rezar por las víctimas de la violencia en Irak, principalmente por la incursión del grupo militante terrorista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en Inglés), pero también por la respuesta militar a la crisis por parte de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. ”La violencia no puede ser derrotada con más violencia”, dijo Franciso en su cuenta de Twitter.
Esta no es la única vez que Su Santidad reza por las víctimas de la violencia en el Medio Oriente. En una de sus misas de junio, había invitado a toda la comunidad católica a rezar para evitar una nueva guerra en Irak, dado la manera rápida en que ha escalado el conflicto bélico en ese país. Luego de las intervenciones militares de EEUU y la OTAN en países como Afganistán, Irak, Libia y Siria, y de las manifestaciones anti-gobierno conocidas como “la primavera árabe”, el poder político se ha reestructurado radicalmente en la región. Grupos extremistas como Al-Qaeda, la Hermandad Musulmana, ISIS y el Frente al-Nursa han aprovechado esa reestructuración para afianzar su poder e impulsar sus causas violentas. Lejos de estar cerca de alcanzar una paz aunque sea transitoria, la región está cada vez más inestable.
Ante esta trágica realidad Francisco ha alzado su voz más de una vez. Pero en aquella misa de junio Su Santidad encaró el diagnóstico desde un lugar distinto y culpó en gran medida al “sistema económico mundial”.
“Estamos en un sistema económico que no es bueno. Un sistema que para sobrevivir debe hacer la guerra, como han hecho siempre los grandes imperios. Pero ya que no puede tener una Tercera Guerra Mundial, genera guerras regionales. ¿Y qué significa esto? Que se hacen y se venden armas, y que de esta forma las economías idólatras, las grandes economías globales que sacrifican al hombre a los pies del ídolo del dinero, obviamente mantienen sus cuentas de balance en negro”. – Francisco I, 29/06/2017
La violencia en el Medio Oriente conlleva un diagnóstico multi-causal muy complejo. Sin embargo, toda la evidencia indica que estas aseveraciones del Papa no son correctas. Lo que conduce a las guerras periódicas no es el sistema económico global sino todo lo contrario: es la no hegemonía del mismo. El capitalismo moderno ha conllevado la globalización, y la globalización ha conllevado más paz, algo en lo que se ponen de acuerdo economistas de ideologías muy diversas, más allá de sus diferencias.
Como señala el Prof. Pavel Yakovlev de la Universidad de Duquesne, la evidencia señala una fuerte correlación entre el comercio entre países y la ausencia de conflictos bélicos. Esta es una idea relativamente novedosa. Desde los días de Adam Smith, muchos economistas han argumentado que el libre comercio eleva la calidad de vida en los países que participan en él, pero sus efectos sobre la paz internacional no han sido tan estudiados.
La idea fundamental de la llamada “Teoría de la Paz Capitalista” sostiene que el libre comercio hace a los países más económicamente interdependientes. Esta interdependencia le da a los gobiernos de dichos países un fuerte incentivo para mantener bajas las hostilidades. Los países que comercian mucho entre sí tienen también mucho para perder si se inicia una guerra. Así mismo, los grupos extremistas en países con cómodos niveles de vida tienen mucha más dificultad a la hora de reclutar o de conseguir apoyo de la población civil para sus iniciativas violentas.
El libre comercio y la negociación son maneras más efectivas y menos costosas de resolución de disputas internacionales y de obtener recursos. La guerra es una forma mucho más costa e inefectiva de conseguir los mismos resultados. Muchos gobiernos del mundo han entendido esto.
La globalización no sólo ha traído un mayor intercambio de bienes, sino también un mayor intercambio cultural. El aumento de la migración y de la complejidad en la red global de transporte y comunicaciones. Si miramos los países que más comercian entre sí, vemos que son países que no sólo importan bienes o reciben inmigrantes; también son países cosmopolitas, que importan ideas y valores culturales del resto del mundo. Este acercamiento cultural hace a los pueblos más tolerantes y comprensivos de sus diferencias, reduciendo la xenofobia social que muchos gobiernos aprovechan para poner a la opinión pública de su lado cuando deciden declarar una guerra.
No se trata de una teoría infundada. Varios estudios empíricos muestran que los países con más intercambio comercial es menos probable que vayan a la guerra. De hecho, salvo contadas excepciones, estamos viviendo la época menos beligerante de la Historia moderna. La humanidad viene experimentando un declive de la violencia desde hace miles de años. Este declive no ha sido suave y constante, ha tenido retrocesos importantes -como la Segunda Guerra Mundial- y no ha llegado a erradicar la violencia del todo. Aun así, es una tendencia histórica persistente.
Sin embargo, los críticos de la Teoría de la Paz Capitalista no dejan de señalar lo que ellos consideran inconsistencias. Señalan, por ejemplo, que la Primera Guerra Mundial comenzó luego de un incremento en el flujo comercial europeo. En realidad, la investigación muestra que ese incremento fue resultado de costos de transportación más bajos. Los buques y trenes se volvieron más grandes y rápidos, los costos se redujeron, y el comercio aumentó como resultado. Al mismo tiempo, lamentablemente, naciones como Francia, Alemania y Rusia elevaron sus barreras comerciales. Se volvieron más económicamente aisladas, menos interdependientes. El resultado, se especula, fue la Primera Guerra Mundial.
Si los bienes no pueden cruzar las fronteras, lo harán los ejércitos. - Frédéric Bastiat
Estadísticas globales parecen confirmar esta noción anti-proteccionista. Estudios empíricos como el de Bruce Russett y Harry Bliss encontraron que el comercio entre países reduce grandemente las probabilidades de guerra entre ellos. También parece confirmarlo el Índice Global de la Paz (Global Peace Index) que mide la paz interior y exterior de 162 países, evaluando a través 22 indicadores la ausencia de violencia o de miedo de violencia. Según dicho índice, países como Suiza, Nueva Zelanda y Dinamarca están entre las naciones más pacíficas del mundo. Estas también son algunas de las naciones con más libertad comercial, de acuerdo a índices de libertad económica como el de la Heritage Foundation o el del Fraser Institute.
Esta correlación comercio-paz fue una de las razones tras el Premio Nobel de la Paz 2012 para la Unión Europea (UE). La consolidación de la UE como zona de integración económica ha garantizado la paz en el continente que ha visto las mayores guerras de la historia conocida. Las regiones ricas no suelen ser zonas de guerra, pero la riqueza Europa se debe en gran parte a la UE. Comenzando con los tratados de acero y carbón de la Comunidad Europea, y más tarde con la Comunidad Económica Europea, el proceso de integración continental redujo enormemente las tarifas y otras barreras comerciales entre naciones (*). Todo esto condujo a una gran prosperidad. Un estudio estimaba que el ingreso per-capita de estados miembros de la UE sería una quinta parte menor sin la integración. Otro estudio mostraba que el comercio aumentó más entre los países más pobres de la “periferia” y entre ellos con los países ricos del “centro” que el comercio de los países ricos entre sí, lo cual trajo que se beneficiaran más los primeros.
Por último, una gran cantidad de evidencia empírica, útilmente resumida por el Prof. Erik Gartzke de la Universidad de Columbia, sugiere que los mercados más libres previenen la guerra. Uno de las causas que especula Gartzke es que las condiciones económicas favorables que trae el comercio previenen lo que él llama “guerras de distracción”, o sea, conflictos iniciados por gobiernos que buscan distraer a la opinión pública de malas condiciones económicas. Un ejemplo de esto lo encontramos en la misma Argentina, cuando el gobierno de Galtieri invadió las islas Malvinas durante una depresión económica.
Los gobiernos del mundo deberían aprender las lecciones que entraña esta correlación entre comercio y paz. Sólo entendiendo y asumiendo los incentivos que construye el comercio se puede prevenir sólidamente una guerra futura.
Sin embargo, ¿qué hacer con aquellos conflictos que no son impulsados por gobiernos sino por grupos armados no gubernamentales? ¿Qué hacer cuando la guerra la provocan organizaciones como las FARC en Colombia o Estado Islámico en Irak? La ausencia de libertad económica también puede ayudar a explicar esas escaladas de violencia.
Exploraré esas preguntas en la Parte II de este artículo.
(*) Es una lástima que la Unión Europea, a pesar de tener libertad comercial interior, se comporte como un proteccionismo ampliado para el resto del mundo.
Por: Michel Ibarra | Tomado de: libertadyprogresonline.org
Foto: Wiechert Visser