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Hakan Dahlstrom

Cómo Debe Funcionar La Relación Entre El Estado Y El Ciudadano

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El Estado se mantiene mediante el cobro de impuestos. No hay manera de que el Estado exista sin cobrar impuestos. Ahora, los impuestos son confiscaciones de riqueza. ¿Por qué les llamo confiscaciones? Pues porque son obligatorios. Los impuestos no se pagan voluntariamente, si fuera así no existiría lo que llaman «delito fiscal», de usted no pagar impuestos, el Estado adoptara medidas como confiscarle bienes cuando no meterlo preso.

Lógicamente, mientras más grande es el Estado, mientras más competencias tiene, mayor será la cantidad de dinero que necesite para financiar sus gastos, ergo, mayores impuestos cobrará.

Podrá alguien decir que no importa si es Estado es grande o pequeño, lo importante es que funcione, concediendo al Estado la legitimidad de elevar los impuestos, aumentar sus competencias y funciones; siempre y cuando los hospitales, las instituciones educativas, las carreteras, y servicios estatales en general funcionen adecuadamente.

La intervención Estatal trae consigo efectos de descoordinación social, trayendo la ineficiencia como queda constatado en la gestión de las empresas que el Estado expropia o crea. Esto es debido a que todo intento de coaccionar los procesos de cooperación voluntaria entre seres humanos tiene la deficiencia de origen de no contar con la información necesaria para determinar de qué modo debe intervenirse en ese proceso.

Otro punto es que el crecimiento del Estado es caldo de cultivo para la corrupción, a mayor cantidad de organismos, funcionarios y presupuesto, la fiscalización se complica, se vuelve más turbia la gestión y la contraloría social se dificulta. Como ya dijimos los impuestos son obligatorios, son coacción, se cobran bajo amenaza de uso de la fuerza. Bajo estas premisas se concluye que mientras más Estado menos Libertad.

La pregunta entonces es, ¿Qué hacer? ¿Cuál es el fundamento ético que debe regir la relación Estado-ciudadanos?.

El ser humano como individuo es un ser único que tiene sus propios fines, cada persona es inigualable a otra, sus experiencias, expectativas, deseos y motivaciones son distintas, su percepción y perspectiva de su propia vida es única. Cuando dos individuos interactúan y esa interacción es voluntaria, se entiende que están cooperando, de no ser así, esa interacción no sucedería. Otra forma de interacción es la coacción, el uso de la fuerza para obligar al otro a hacer lo que yo quiero.

La legislación tiene como finalidad influir en la interacción humana, la interacción humana tiene dos formas de desarrollarse, o se daña o se ayuda. Por su parte, reduciendo las leyes a su consecuencia sobre la interacción social se pueden dividir en dos, o se obliga o se prohíbe. En definitiva, la legislación tendría cuatro formas de manifestarse: a) se prohíbe ayudar, b) se obliga a ayudar; c) se prohíbe dañar y d) se obliga a dañar.

Utilizando el sentido común podríamos descartar las alternativas a) y d), no tiene mucho sentido ni prohibir a las personas ayudar, ni mucho menos obligarlas a dañar a otros.

Nos quedan dos alternativas: obligar a ayudar, con la palabra «obligar» estamos diciendo que tenemos que coaccionar a alguien para que ayude, es decir, utilizar la fuerza y otro problema es que el legislador debe elegir quien será el depositario de esa ayuda. Así pues esta opción parece algo contraproducente.

Nos queda una sola alternativa, «prohibido dañar». El Estado debe estar limitado a crear un marco legal que fomente el libre ejercicio de las actividades (trabajo) que cada quien desee y la conservación del fruto de esa actividad (trabajo). Esto no es más que cuidar la vida, la propiedad y la libertad de las personas, eso es lo que debe hacer el Estado.

 

Por: Dakar Parada  |  Foto: Hakan Dahlstrom

Dakar Parada

Dakar Parada

Master en Economía Política por la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Master en Ingeniería de Software por la Universidad Politécnica de Madrid. Ingeniero de Sistemas por la Universidad Nacional de la Fuerza Armada en Caracas.

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