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La China a la que todos debemos temer: ¿Capitalismo o socialismo salvaje?

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Uno de los casos más tristes de la geopolítica global es el de Hong Kong


Tiempo estimado de lectura: 6 minutos

 

Esta sociedad, la más libre del mundo, que está a punto de ser fagocitada por el imperio comunista Chino, el más antiguo de la historia, y sin que el mundo libre haga mucho para evitarlo. A mí, como liberal, me horroriza el caso de Hong Kong, pero a su vez me produce una esperanza tremenda, pues veo con entusiasmo cómo los ciudadanos de ese país luchan hasta el cansancio para tratar de evitar lo que en cierta manera es inevitable.

La realidad hongkonesa también me ha servido para estudiar un poco más en profundidad al régimen chino y responder ciertas preguntas que rondaban en mi cabeza, más que todo cuestiones sobre su modelo económico, muy influyente, que ha llevado a ese país a ser la primera potencia comercial del mundo.

Pero hay un lado muy oscuro que otros no ven, o no les conviene ver, el cual se deriva de una historia igualmente oscura, sanguinaria, y que devela cosas que sorprenderían a muchos. Así que empecemos por el principio:


 

El imperio de la coacción

China jamás ha experimentado un sistema político cercano a la libertad. Durante miles de años tuvo dinastías monárquicas de orden despótico que aglutinaban vastos territorios a través de guerras cruentas. Además, su llegada al siglo XX fue turbulenta con la Revolución de Xinhai, liderada por el militar reformista Sun Yat Sen, un intento fallido de imposición de la democracia que tuvo el apoyo de los Estados Unidos y convirtió al país en un hervidero de guerras civiles.

En este contexto surgió la figura del general Chiang Kai-Shek, artífice de la reunificación y primer autócrata chino de los tiempos modernos. Poco a poco él se hizo con el liderazgo dentro del Kuomintang gracias a sus proezas militares y a una consecución de alianzas, dentro de las cuales estuvieron los izquierdistas coordinados por Stalin; les otorgó poder a estos sobre territorios enteros y, quizás sin percatarse, trazó la ruta para que, años más tarde, se volvieran en su contra y lo desalojaran del mando con una insurrección armada.

El ascenso de los comunistas al poder fue una cosa pomposa, tanto que casi nadie pudo advertir la catástrofe que ocurría luego. El líder de la facción, el Gran Timonel Mao Tse Tung, fundó la República Popular China con el objetivo de dar rienda suelta a su megalomanía, sólo comparable con la del propio Stalin. Dio inicio a un régimen totalitario, basado en el culto a su personalidad, que abolió de golpe la propiedad privada y convirtió a China en el infierno que fue durante casi treinta años.


 

Dos arquitectos, uno político y otro económico

Todo tirano megalómano como Mao Tse Tung quiere el reconocimiento global, que la gente hable sobre él, convertirse en un referente aun cuando eso suponga la desgracia de muchísimos otros. Y el Gran Salto Adelante consistió justamente en eso: una consumación del comunismo a través de la confiscación masiva que, se suponía, debía transformar a China en una potencia industrial y a Mao en un héroe.

Bueno… Nada más lejos de la realidad. En menos de cuatro años, ese país se volvió un desastre: hubo una hambruna masiva que dejó alrededor de cuarenta millones de muertos y significó serias consecuencias para el propio Mao, la peor de ellas, quizás, el repudio de sus compañeros del Partido Comunista, que conspiraron para destronarlo.

Él, por supuesto, no se iba a dejar tan fácilmente y, para meterles miedo, organizó uno de los peores genocidios jamás vistos por la humanidad: la Revolución Cultural, que consistió en un afianzamiento de su personalidad, una persecución a todos aquellos que disputaban su poder (como Deng Xiaoping) y una destrucción de todos los valores arraigados en la cultura milenaria China.

No se sabe exactamente cuántas personas fueron asesinadas durante este período (que duró alrededor de diez años), pero algunos cálculos hablan de entre cinco a veinte millones de personas, lo que convierte a la Revolución Cultural, en números absolutos, en el genocidio más sangriento de la historia.

La tragedia Maoísta hizo que el politburó se replanteara la forma en que China sería conducida después del año 1976 (año de la muerte de Mao). Eso hizo que la figura de Deng Xiaoping, uno de los chinos más cercanos a Occidente, surgiera como líder supremo y se convirtiera en el artífice del subidón económico.

Pero si bien Deng Xiaoping fue lo suficientemente consciente para entender que la colectivización radical había sido el origen de todas las desgracias, tampoco estuvo dispuesto a ser tan reformador como para dejar que el Partido Comunista perdiera su control total. Sus reformas utilizaron los beneficios del capitalismo en zonas especiales, pero no tocaron la política autoritaria, lo que sentó las bases del modelo económico actual de China: un fuerte mercantilismo donde es el Estado quien decide qué producir, cómo y cuánto, a través de la manipulación de los recursos que confisca y la potenciación de determinadas industrias con ellos.


 

China tiene un fuerte mercantilismo donde es el Estado quien decide qué producir, cómo y cuánto, a través de la manipulación de los recursos que confisca y la potenciación de determinadas industrias con ellos.Nixon Piñango

 

Control, la palabra clave

Empecemos por decir que la economía china es la cosa menos deseable de este mundo. Hay gente, inclusive liberal, que por ignorancia la ve con admiración, cuando en realidad es lo más parecido a un escenario distópico ciberpunk que existe.

En primer lugar, tenemos a su Estado, el principal agente económico, un elemento de influencia, pero también de financiamiento y control. Si bien el Estado está muy presente en la mayoría de las economías del mundo (suele rondar el cincuenta por ciento del producto interno bruto en los países desarrollados), en China es el agente primordial, es quien da el visto bueno a todas las inversiones, el que marca las pautas de producción y asigna los recursos a su antojo.

Comparemos: una persona en un país occidental, como Estados Unidos o Inglaterra, podría tener una idea, desarrollarla a través de ciertos mecanismos (pedir préstamos, ahorrar…) y de allí intentar que el servicio o producto que ofrece llegue a la mayor cantidad de gente posible. En China no es tan así…

Todavía se mantiene el sistema de zonas especiales y de división de clases entre quienes habitan las ciudades y quienes habitan el campo, por lo que eso de montar un negocio no puede ocurrir de forma voluntaria o en todo momento. Además, la banca china está totalmente estatizada y supeditada al financiamiento de los grandes proyectos de inversión del Estado, de manera que, para que un privado obtenga crédito, debe ser considerado como prioritario en las listas bancarias (amiguete) o recurrir a un mercado negro con tasas de interés elevadísimas.

El fin último de la economía china es que el Estado lo planifique todo o que todas las empresas tengan al Estado como socio principal. Por esta razón uno no ve que las grandes compañías del mundo, como Amazon, Apple, entre otras, inviertan allí en su sector de servicios (sector terciario), pues es difícil que alguien entregue voluntariamente parte de su patrimonio al Partido Comunista. Por el contrario, el Estado chino ha financiado sus propios proyectos paralelos o con modelos de negocio similares: como Alibaba o Huawei, y no sólo lo ha hecho inyectando ingentes cantidades de capital, sino robando información y secretos comerciales.


 

El fin último de la economía china es que el Estado lo planifique todo o que todas las empresas tengan al Estado como socio principal.Nixon Piñango

 

La fábrica del mundo o, en realidad, una burbuja

Para ser la segunda potencia económica mundial (después de los Estados Unidos), China es un país sumamente pobre: su ingreso per cápita es poco más de nueve mil setecientos dólares al año. Para que tengan una idea, eso es casi tan o inclusive más bajo que el de algunos países en la cola de América Latina; sin mencionar que es una cifra empujada forzosamente hacia arriba por la mínima cúpula de multimillonarios chinos que tienen dinero gracias a los privilegios que el Partido Comunista les ha concedido. ¿Qué quiere decir esto? Que el chino promedio no ganará más de trescientos dólares al mes (y capaz me quedo corto), lo que le ubica debajo del subjetivo umbral de la pobreza. ¿Y por qué es así? Por el tipo de cambio, principalmente:

Los cimientos de la política monetaria china están en el empobrecimiento sistemático de los ciudadanos, con el fin de que el territorio parezca siempre un destino atractivo para la manufactura (sector secundario). En una movida muy antiética, el régimen envilece o multiplica sin reparos los medios de pago para destruir la capacidad adquisitiva de sus súbditos y hace que su país —que hubo atraído una fuerza inversora descomunal, convirtiéndose prácticamente en la fábrica del mundo— alcanzara unas tasas de crecimiento que el trabajador de a pie prácticamente ni percibió.

Porque es verdad que hay chinos muy ricos, que en ese país hay grandes ciudades donde la actividad comercial es frenética, pero la gran mayoría tiene estándares de vida africanos. Si viésemos cualquier documental que se sitúe allí, evidenciaríamos lo que digo en sus imágenes: gente pobre por doquier.

Además, mucho en la economía china es resultado del crecimiento ficticio propiciado por las inyecciones de liquidez que el Estado lleva a cabo en actividades no-rentables, con el fin de garantizar empleo para todos. Llevo años mencionando esto en artículos y redes sociales, hablando —por ejemplo— de las gigantescas ciudades que se han erigido de la nada (como Ordos) y que ahora están prácticamente vacías porque nadie quiere vivir en ellas, o de las recepciones de los hoteles en las que decenas de personas se comparten las labores que un solo individuo puede hacer con una simple computadora…

Este tipo de cosas han hecho que en China haya habido varias crisis en los últimos años, lo que pasa es que, adivinen qué… Hablamos de un país totalitario, sin libertad de expresión, y nada de lo malo que sucede allí saldrá ante los ojos del mundo tan fácilmente. Eso me lleva al siguiente y último punto.


 

Los cimientos de la política monetaria china están en el empobrecimiento sistemático de los ciudadanos, con el fin de que el territorio parezca siempre un destino atractivo para la manufactura.Nixon Piñango

 

Los omnipresentes ojos del dragón

Muchos tenían la idea, quizás ingenua, de que China era otro país autoritario más. No obstante, la sofisticación de los sistemas de represión y caza que el régimen comunista ha implementado, hacen que ese país sea quizás el más autoritario del mundo. Para empezar, allí todos están vigilados. Pudiesen creerlo o no, pero es una realidad, manifiesta sobre todo en zonas de hostilidad interna como el Tíbet, la región de Sinkiang o Hong Kong.

Se cree que hay oficinas enteras dispuestas por el Estado para hacer mapas biométricos de los rostros de todas las personas que pertenecen —por ejemplo— a la etnia Uigur, quizás la más marginada de todas las que habitan en China por su religión (el Islam) y sus intenciones separatistas. Pero en general, no hay nada que se pueda hacer sin que el Estado se entere… ¿Y cómo existe entonces el mercado negro, y las ilegalidades mínimas que se pasan por alto?, se preguntarán.

Si has vivido en Venezuela, entenderás qué significa un sistema paralelo de acción donde los ciudadanos descansan de las excesivas regulaciones estatales (esto se conoce de forma técnica como agorismo). Si no lo sabías, debes saber que los propios comunistas están conscientes de que es imposible que un Estado sustente todas las necesidades de sus súbditos, por eso deja ser a esos sistemas paralelos donde, si bien hay mucho vicio, se crea riqueza genuina a través de los intercambios comerciales privados.

En China pasa exactamente igual; hasta los propios burócratas comparecen a esos mercados negros en los que se vende de todo. Pero basta con que te quejes, con que llames mucho la atención o expongas a la comunidad internacional algo de lo que sucede allí… Las autoridades lo sabrán ipso facto y serás encarcelado, sometido al sistema de justicia del régimen que no es más que un vulgar aparato de represión.

Prueba de esto también se ha visto en Hong Kong, donde hay protestas en oposición al intento del Partido Comunista por acabar con la política de un país, dos sistemas que impera en esa región desde el fin del colonialismo británico en los años noventa. Una de estas jornadas de protestas se denominó la Revolución de los Paraguas porque quienes salían a manifestarse utilizaban sombrillas para evitar que sus caras fueran captadas por las cámaras de seguridad y que luego el régimen de Beijín utilizara esas imágenes para irlos dando de baja poco a poco.


 

La sofisticación de los sistemas de represión y caza que el régimen comunista chino ha implementado, hacen que ese país sea quizás el más autoritario del mundo.Nixon Piñango

 

Conclusiones

Catalogar al sistema chino como un capitalismo salvaje, como lo hacen algunos, es simplemente no saber nada, es ignorar la realidad de una forma harto peligrosa. Por supuesto que el régimen de China es salvaje, pero es un régimen socialista, un lugar donde la libertad es un bien tan escaso, que es casi invisible.

China no es un país capitalista, libre o deseable. Replicar su modelo sería contraproducente para los ciudadanos del país que intente hacerlo. Es importante, además, que su influencia merme en el resto del mundo, no sólo por el bien de la humanidad, sino también por el propio bien de los ciudadanos chinos, que en buena parte pueden ser exculpados de las acciones que lleva a cabo la tiranía que los subyuga.


 

Catalogar al sistema chino como un «capitalismo salvaje» es ignorar la realidad. Por supuesto que el régimen de China es salvaje, pero es un régimen socialista, un lugar donde la libertad es un bien tan escaso, que es casi invisible.Nixon Piñango

 

Nixon Piñango

Nixon Piñango

Periodista y escribidor. Artista de vez en cuando pero no perroflauta. Liberal de verdad.

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