A lo malo hay que hacerle guerra pero lo bueno hay que reconocerlo. Los venezolanos estamos acostumbrados a campañas políticas personalistas. No se trata solo de campañas en tiempos de candidatura; una vez que los políticos tradicionales de izquierda llegan al poder, la institución a la que representan pasa a segundo plano y se dedican a la promoción de su demacrado rostro malvado por todos lados. ¿A qué me refiero?
En lugar de actuar como una república; Venezuela se comporta como una vulgar agencia de modelaje cuyos “modelos” son políticos narcisos. La cara del funcionario ocupa al menos la mitad de cualquier valla o afiche mientras el resto se reserva para campaña política. Pero en la Alcaldía de Mérida está ocurriendo un fenómeno extraordinario.
Tal parece que el Alcalde Carlos García decidió seguir el ejemplo del presidente de Costa Rica, quien hace poco tiempo prohibió el uso de su fotografía en espacios públicos. Su argumento fue: «Eliminaremos las placas con nombre en toda obra pública en mi gobierno, porque las obras son del país y no de un gobierno o un funcionario en particular«. ¿Carlos García decidió hacer lo mismo?
Dejando por un instante las diferencias, pues Carlos García es socialdemócrata y yo soy defensor radical del capitalismo, aplaudo y felicito en nombre de iF Revista Digital el impecable trabajo gráfico que está llevando la Alcaldía de Mérida hoy día como institución. Entre tanta propaganda política que contamina los espacios públicos, principalmente la chavista, la Alcaldía de Mérida ha desplegado un trabajo que resulta agradable y deja en evidencia que su objetivo es promover a la ciudad Mérida y no al Alcalde.
De la estrategia de Carlos García puede leerse claramente que su imagen está reservada exclusivamente para sus redes sociales, las que incluso llevan su nombre y no el de la institución; pero ahora los merideños vemos las nuevas vallas de la Alcaldía con mensajes y fotografías que promueven a Mérida como ciudad deportiva, turística y universitaria, entre otros. ¿Es a pequeña escala? Sí, pero es una gran iniciativa.
El trabajo de un buen político no es utilizar a la institución y los recursos ajenos para tratar de inmortalizar su nombre e imagen. Si quiere hacerlo, que pague los gastos de su propio bolsillo y no con el de los contribuyentes. Tampoco lo es, estar regalando casas, comida, construyendo escuelas, hospitales; ese trabajo lo hace en más y mejor calidad la propiedad privada. Mucho menos debe estar amenazando a comerciantes, cerrando establecimientos, expropiando empresas y promoviendo el saqueo, porque aunque las leyes actuales lo avalen, robar es un acto de delincuentes.
El trabajo de un buen político es asegurarse que los derechos individuales sean respetados. En pocas palabras, aquel que asume el rol de político acepta que su función es servir de guardián del derecho a la vida, la libertad y la propiedad de cada persona; porque a fin de cuentas él también tiene los mismos derechos.
Suelo decir que a Mérida hoy día se le quiere más por lo que podría ser que por lo que es, pues esta ciudad también ha sido víctima del socialismo. Sin embargo, posee un potencial increíble para la construcción de una sociedad de individuos libres, partiendo de una independencia regional que estimule la inversión privada y permita explotar todos nuestros recursos hasta ahora desaprovechados.
Sería genial ver que Carlos García no se conforma solo con devolverle el respeto a una institución como la Alcaldía de Mérida sino que le devuelve a los merideños el derecho a vivir libremente. Desde su posición de Alcalde puede promover una institución cuyo principal objetivo sea brindarle a los merideños la seguridad de que su derecho a la libertad y a la propiedad serán protegidos.
La socialdemocracia promueve la intervención del Estado en asuntos que son propios de los individuos lo cual es incorrecto, pero si Carlos García tomó como ejemplo el caso del presidente de Costa Rica, su obra maestra sería ahora apoyarse en prácticas como las que lleva a cabo el gobierno de Canadá, apostando por una política de austeridad, disminución de impuestos y del gasto público que ha permitido a los canadienses producir y conservar más riqueza. ¿Será que se atreve?
Por: José Miguel
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